Destinada a ellos
Capítulo 11

Capítulo 11:

Mi reacción me resultaba sorprendente y además no podía creer que me hubiese besado sin que Eli se sintiese perturbado.

Por el contrario, se limitó a mirar a Cyrus sin alterarse. Sentí que Cyrus agarraba mi rostro. Lo miraba aturdida. Era como si me hallase en un trance, incapaz de apartar la mirada.

Veía que sus labios se movían pero no podía distinguir una sola palabra de lo que decía. Mi cerebro estaba obnubilado.

Me sentía desconectada de mi entorno, mi mente estaba en blanco y el brillo de sus ojos me hechizaba. No estaba asustada, pese a que sabía que aquello no estaba bien.

Era como si no estuviese haciendo nada indebido. Una sensación de serenidad inundaba todo mi ser. Sus ojos parpadearon de un modo extraño y de repente todo se oscureció.

Bostecé al despertar, sentí una mano en mi hombro. Me incorporé, eché una mirada a mí alrededor y me percaté de que estaba en un asiento de cuero.

Me esforcé por recordar los sucesos más recientes, pero mis recuerdos eran vagos. Recordaba haberme desmayado, pero no el momento en el que había abordado el avión.

Sentía el cuerpo pesado mientras echaba un vistazo a la cabina del avión. Vi a Eli de pie ante mí, observándome.

“Ya hemos llegado, así que levántate”, indicó al tiempo que se volvía y se alejaba.

Tenía una horrible migraña que hizo que me llevara los dedos de la mano a las sienes.

“¿Dormí durante todo el trayecto?”, pregunté, tratando de evocar algún recuerdo.

El viaje en avión a Soya duraba unas cuantas horas, así que no creía haber dormido todo ese tiempo.

“Así es. Te desmayaste”, repuso Cyrus, pasando junto a mí.

Luego, se inclinó y me desabrochó el cinturón de seguridad. Estaba de pie y aferraba mi terriblemente adolorida cabeza con una mano.

¡Qué terrible dolor de cabeza!, exclamé para mis adentros mientras los tres nos apeábamos del avión y nos dirigíamos hacía la pista, donde una camioneta nos estaba esperando.

Un hombre estaba guardando equipaje en el maletero de la misma. Eli abrió la puerta trasera y sentí la mano de Cyrus en mi espalda baja, empujándome hacia allí.

Me subí y me deslicé en el asiento. Eli se subió a mi lado, mientras que Cyrus ocupó el asiento del conductor.

Me abroché el cinturón de seguridad. Eli se inclinó entre los dos asientos, agarró una botella de agua y algunas pastillas de Advil, y me entregó todo aquello.

“Gracias”, le dije al tiempo que tomaba esas cosas, me llevaba tres de las pequeñas pastillas azules a la boca y las tragaba con un sorbo de agua.

Apoyé la cabeza en el reposacabezas y miré por la ventana mientras Cyrus ponía en marcha el vehículo.

Tenía la sensación de que algo no encajaba. El viaje en automóvil transcurría en silencio y de repente noté que estábamos abandonando la ciudad, en vez de adentramos en ella.

Me incorporé en mi asiento y me incliné hacia delante. Y le pregunté a Cyrus:

“¿Acaso no debían asistir a una reunión en la ciudad?”,

Me observó a través del espejo retrovisor y luego volvió a concentrar su atención en el volante.

“Si, así es, pero pasaremos la noche en una casa en las afueras de la ciudad”, repuso.

Asentí y volví a acomodarme en el asiento. Eli estaba observándome, su cuerpo ligeramente vuelto hacia mí. Su mirada me hizo sentir intimidada.

“Hay algo que quisiera saber”, dijo.

Nerviosa, me mordí mi labio inferior mientras me preguntaba qué diablos pretendía averiguar. Asentí con la cabeza mientras Cyrus, sentado al volante, se aclaraba la garganta antes de hablar.

“¿Cómo murió tu padre?”, preguntó de sopetón.

Sorprendida, giré la cabeza bruscamente hacia la ventana. Tragué saliva y de repente sentí la boca seca.

“Ellos nunca nos explicaron cómo había sucedido”, respondí con sinceridad.

“¿Ellos?”, preguntó intrigado Cyrus mientras me lanzaba una mirada a través del espejo retrovisor.

“Me refiero a la gente para la que trabajaba mi padre. Simplemente nos dijeron que se trató de un extraño accidente”, respondí.

Me preguntaba cuál sería la razón de su repentino interés en ese infausto suceso. Experimenté entonces una desagradable sensación en mi estómago, pues no me gustaba hablar de la muerte de mi padre, un tema que dejaba demasiadas incógnitas.

“¿Y qué me dices de tu hermana?”, terció Eli, forzándome a mirarlo.

“¿Por qué estás interesado en ella?”, pregunté frunciendo los labios.

Me mordí la lengua al pensar en cuán ruda había sido mi respuesta.

“A decir verdad no me interesa saberlo. Solo estaba intentando entablar una conversación”, respondió entrecerrando los ojos mientras me lanzaba una dura mirada.

Miré al frente y noté que Cyrus me observaba. Luego, volvió a centrar su atención en la carretera. Tragué saliva de golpe sentí la apremiante necesidad de alejarme de ellos y salir del vehículo.

La vibración del mismo resultaba inquietante y me causaba una enorme tensión. Jugueteaba nerviosamente con la cremallera de mi bolso. El resto del viaje transcurrió en un ominoso silencio.

En cierto momento nos internamos en un largo camino de entrada flanqueado por árboles a ambos lados.

Una enorme casa de piedra de dos pisos surgió ante nuestros ojos. Cyrus detuvo el automóvil en el camino de entrada, el cual tenía forma de herradura.

Eli se apeó del auto dando un portazo y se dirigió hacia la casa sin mirar atrás. Cyrus, en cambio, permaneció sentado tras el volante, mirándome a través del espejo. Su mirada escrutadora me intimidaba.

“Más te vale que no provoques a Eli, Addie. Podrías llevarte una desagradable sorpresa”, me advirtió.

Estaba perpleja. Me preguntaba a qué se refería. Y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me pareció extraño que se dirigiera a mí usando un apodo, pues estaba acostumbrada a que me llamaran por mi nombre.

Eso denotaba una mayor familiaridad. Se bajó mientras yo permanecía allí sentada, meditando detenidamente sus palabras. De repente mi puerta se abrió.

Agarró mi mano y me ayudó a bajarme del automóvil. Sentí que subían chispas por mi brazo y miré la palma de mi mano cuando me soltó.

´Tiene un serio problema de estática`, pensé para mis adentros. Cada vez que me tocaba experimentaba la misma sensación.

Al entrar me impresionó la enormidad del lugar. Solo el vestíbulo era casi del tamaño de nuestra casa. Dos escaleras conducían al rellano del piso superior, desde el cual se dominaba el primer piso.

A la derecha había una enorme sala con chimenea y algunos salones, mientras que a la izquierda podía verse un gigantesco comedor y otra enorme entrada con forma de arco que conducía a otro lugar, y al frente había unas escaleras que descendían a otra parte de la casa.

Las vigas de madera expuestas que atravesaban el techo y los suelos de pizarra le conferían al lugar una atmósfera hogareña, a pesar de su imponente tamaño.

Observé a Eli subir las escaleras, era evidente que todavía estaba enojado porque le había hablado con rudeza en el auto.

Tenía dificultad para dominar su temperamento. Solo era mi jefe, de manera que no estaba obligada a revelarle detalles de mi vida personal, en la cual nadie debía entrometerse.

Se me revolvía el estómago al pensar que tendría que pasar la noche allí con ellos. Cyrus señaló las escaleras y me dirigí hacia ellas, dejando que avanzara delante de mí.

Me mostró el baño y luego me condujo a una habitación en cuyo centro había una enorme cama king. Todo parecía nuevo, como si nadie hubiera tocado nada hasta ese momento.

Parecía más un salón de exhibiciones que un sitio destinado a servir de vivienda. No había una sola mota de polvo.

Me sentí mal por la persona encargada de la limpieza de aquel lugar, pues imaginaba que limpiar las vigas de madera expuestas y los candelabros supondría un trabajo agotador.

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