Destinada a ellos -
Capítulo 10
Capítulo 10:
Eli tomó mi mano y la colocó en la barandilla, presionó con firmeza su pecho contra mi espalda y posó su mano en mi estómago mientras mi cuerpo temblaba violentamente.
Yo estaba al borde del llanto mientras deslizaba su mano hacia arriba a lo largo de mis costados. Me concentré en aquella sensación.
“Eso es, Addie, respira. Ahora estás bien”, me alentó Eli con su voz ronca, logrando que me relajara un poco.
Podía sentir su respiración en mi cuello, lo que me ponía la piel de gallina. Di el primer paso con vacilación y luego, ya con más confianza, seguí ascendiendo por la escalerilla.
Me detuve al llegar junto a Cyrus, que aún estaba de pie en la escalerilla. Lo miré mientras tomaba mi mejilla con su mano. La acarició con su pulgar.
“Vas a estar bien. No te preocupes. Si chocamos, tu mente no tendrá tiempo de registrar nada, así que morirás sin experimentar ningún sufrimiento”, me dijo en tono de broma.
Pero su declaración hizo que mi corazón comenzara a latir desenfrenadamente, podía escuchar sus angustiosos latidos.
“Eres un imbécil, Cyrus”, repuso Eli en tono de reproche mientras yo, presa del pánico, trataba de volver a tierra firme.
Sin embargo, al tratar de descender por la escalerilla choqué con su pecho. Las lágrimas habían comenzado a brotar de mis ojos y además hiperventilaba,
“Decirle esa clase de cosas no la va a tranquilizar”, lo recriminó.
No obstante, Cyrus simplemente se echó a reír. Eli me aferró, frenando mí avance, al tiempo que frotaba mi espalda con sus manos.
“¡Suéltame! No pienso volar”, chillé aterrada.
Respiraba cada vez más agitadamente mientras mi corazón galopaba en mi pecho. De repente experimenté la pérdida de la visión periférica.
Todo se oscureció a mí alrededor y por último me desmayé. Sostuvo entonces mi cuerpo flácido en sus brazos. Mis ojos estaban en blanco.
Cuando recobré la consciencia sentía las extremidades demasiado pesadas, era incapaz de moverlas. Al abrir los ojos vi a Eli sentado frente a mí leyendo tranquilamente un periódico.
Mi cuerpo volvía a entrar en calor. Sentí el contacto de una mano en mi muslo, por debajo de mi falda, y mi cabeza estaba reclinada sobre un pecho atlético.
En ese momento el aroma intensamente masculino de Cyrus invadió mis fosas nasales y me di cuenta de que estaba sentada en su regazo.
Sus dedos describían círculos a lo largo de la parte interna de mi muslo. Mi corazón dio un vuelco mientras trataba de moverme, pero apenas sí pude hacerlo.
Las extremidades me pesaban una tonelada. Aunque mis sentidos percibían mi entorno con claridad, mis recuerdos de lo sucedido anteriormente eran nebulosos.
De repente Eli me lanzó una mirada, dejó su periódico a su lado y se inclinó hacia mí. Luego, Cyrus tomó mi mejilla con la mano, forzándome a mirarlo a sus ojos color caramelo.
“¿Por qué soy incapaz de moverme?”, le pregunté arrastrando la voz.
Logró distinguir mis palabras y, mientras acariciaba mi mejilla con el pulgar, respondió:
“Por favor no te alarmes. Estás bajo los efectos de un sedante que te administramos, pero habrás vuelto a la normalidad para cuando aterricemos”.
Su afirmación era alarmante. Sentí que el corazón me latía con más fuerza, pues básicamente me habían drogado. De inmediato miré mi mano y advertí que estaba cubierta con una curita circular.
“Cálmate, no vamos a hacerte daño. Solo vuelve a dormir”, me dijo Eli mirando a Cyrus.
“No puedo creer que haya despertado tan pronto”, le dijo a Cyrus a continuación, pero este se limitó a encogerse de hombros.
Luego, Eli tomó una pequeña bolsa roja que estaba debajo del asiento que ocupaba Cyrus. Abrió el cierre de la misma y vi que contenía varias jeringas llenas de un líquido transparente.
Mi corazón galopaba en mi pecho. Podía escuchar sus latidos. Los sentía en mis muñecas y tobillos, y debajo de mi piel. Solo los asesinos seriales y los dementes llevarían consigo sedantes.
“Por favor no me hagas esto”, le pedí llorando.
Mis labios temblaban mientras veía cómo extraía una de la jeringas. Sentí una lágrima correr por mi mejilla.
Jamás me había hallado en semejante estado de indefensión. Podían hacer conmigo la que les placiera.
Cyrus se movió y lo miré. Deslizó su pulgar a lo largo de mi labio inferior, separando mis labios.
“No fue nuestra intención lastimarte. Solo queríamos tranquilizarte. Si te calmas no te haremos daño”, señaló.
Su rostro estaba tan cerca del mío que podía sentir su aliento en mis labios. Su olor me tranquilizó levemente y mi pulso se ralentizó.
Sentía los párpados pesados pero me rehusaba a cerrar los ojos, pues temía que me inyectaran una nueva dosis de lo que fuera que estuviesen utilizando para mantenerme en ese estado.
Eli guardó la jeringa en la bolsa y luego la cerró. Exhalé un suspiro y mi cuerpo se relajó contra el de Cyrus.
Deslizaba su mano por mi pierna, hacia arriba y hacia abajo. Se me puso la piel de gallina y sentí un hormigueo en toda mi piel.
Posteriormente, su mano se detuvo debajo de mi falda, en el ápice de mis piernas, las yemas de sus dedos tocaban el encaje de mis pantaletas.
Eli se puso de pie y se dirigió a la parte posterior del avión, para luego regresar con una botella de agua y un pitillo.
Acercó luego la botella a mis labios y bebí un sorbo de agua, apagando así mi sed, tras beber el frio y fresco líquido percibí cuán seca estaba mi boca.
Luego de beber el agua despegué los labios. Entonces retiró la botella de mi boca y la colocó en un contenedor que estaba al lado de Cyrus.
De golpe se inclinó y besó mi frente. Arqueé las cejas, sorprendida ante aquel gesto. Me preguntaba por qué hacía aquello.
“¿Por qué tienen estos sedantes?”, les pregunté, pero ambos guardaron silencio.
Observé que, tras mi pregunta, Eli le lanzaba una mirada a Cyrus.
“Ahora vuelve a dormir”, indicó Cyrus.
Sentí que mis dedos se crispaban, lo cual no escapó a la atención de Eli, que se inclinó hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas, mientras yo comenzaba a recobrar el sentido. Los efectos de la sustancia que me habían administrado habían comenzado a desaparecer.
Se volvió a sentar y Cyrus de repente se puso de pie antes de dejar que Eli se hiciera cargo de mí. Este puso mi mano en uno de sus hombros mientras mi cabeza descansaba pesadamente en el otro.
Moví los dedos de las manos, pero mis piernas pesaban como plomo. Froté los dedos de mis manos y experimenté una sensación bastante extraña, como cuando la boca está adormecida durante el proceso de extracción de un diente, mis dedos parecían de caucho.
Eli besó los dedos de mis manos y oí un extraño sonido, similar a un gruñido, pero fui incapaz de volver la cabeza para averiguar la procedencia del mismo.
Eli se volvió y me miró, sus labios rozaron los míos suavemente al tiempo que deslizaba su lengua a lo largo de mi labio inferior, para luego presionar mi mejilla con su nariz, inhalando profundamente.
“¿Por qué hiciste eso?”, le pregunté, sorprendida ante aquella demostración de afecto, sobre todo considerando que su esposo estaba sentado justo frente a él, por lo que podía vernos claramente.
Cyrus se estaba comportando de una manera inapropiada al tocarme de la manera en que lo estaba haciendo, pues simplemente era mi jefe.
“Porque nos perteneces”, respondió con naturalidad, como si lo diera por sentado.
“Tu afirmación es completamente absurda. No tengo dueño”, lo contradije.
“Estás completamente equivocada, querida. A partir de ahora nos perteneces por entero”, terció Cyrus al tiempo que se arrodillaba frente a mí y tomaba mi rostro entre las manos, forzándome a mirarlo.
“Somos tus compañeros, pero eso no importa ahora. Sé que no recordarás nada de esto cuando despiertes, pero quiero dejar claro que nunca te lastimaríamos. Al menos no intencionalmente”, declaró antes de besarme.
Su lengua rozaba la mía, saboreando cada palmo de mi boca y haciendo saltar chispas en mi interior, g$mi de placer hasta que se apartó de mí.
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