Destinada a amarte -
Capítulo 92
Capítulo 92:
“Sí, pero, está en un estado crítico. Le hemos inducido el coma, tiene que reaccionar a la evolución y los medicamentos… no sabemos cuándo despertará, queda esperar por su recuperación”, responde finalmente el Doctor, cubro mi boca por la impresión, y escucho los sollozos de Mikhail, pero, quien llama mi atención es Vladimir.
Sus ojos están humedecidos por completo, tiene la mirada perdida y en sus mejillas se deslizan sus lágrimas. Me rompe el corazón verle así, lo envuelvo con mis brazos buscando que sea reconfortante de alguna manera para él…
Solo puedo pensar en el dolor que debe de sentir Vladimir, o el miedo de sentir que su segunda madre también lo dejará, por más rudo que quiera parecer, él ama a su familia.
“Mi madre…”, murmura con ronquez.
“Está viva, Vlad, está viva”, digo rápidamente para que entienda que ella podría volver a besar sus mejillas y decirle ‘mi pequeño Vladi’, no quiero que pierda la fe de eso.
“Mírame”, pido sosteniendo su rostro, sus ojos me parten el alma. Son como los de alguien que ha sufrido mucho.
“Tania estará bien, despertará”, menciono.
“No es seguro”, dice por lo bajo.
“Si lo es, Tania es muy fuerte y no dejará a su familia…”.
“Cielo, las personas a mi alrededor se mueren, no puedo evitar eso”.
“¡No digas eso!”, exclama de repente, Mikhail señalando a su hijo.
“Que un desgraciado haya matado Ana no quiere decir que los demás también morirán y sí, supe de ti cuando ya tenías tres años, ella me ocultó su embarazo cuando me fui de su lado, yo… ella no quiso que aguantara más su condición por más que la amaba, si hubiera sabido que estabas en su vientre no me hubiera ido de su lado. Ella solo… me dijo la verdad años después para pedirme dinero ¡El cual nunca negué!”.
“Siempre quise verte, saber de ti y estar presente en tu vida, pero tu madre y ese maldito psicópata no me lo permitieron. No te atrevas a comparar; Tania no se va a morir, nadie se va a morir”, exclama de repente, hacia Vladimir quien aprieta sus manos en puños.
“Mientes. Mi madre…”, gruñe mi esposo.
“Ana pudo haberte dicho muchas cosas para que ella no quedara mal, siempre te he dicho la verdad y he sido quien ha cargado con la culpa y tu odio. Eres mi primer hijo, llevas mi sangre y hubiera dado mi vida para que no pasaras por todo ese infierno del cual ella no pudo protegerte”.
“Tania te acogió como su hijo como si te hubiera dado a luz, te ama como nunca, ella tampoco merecía tu rechazo y ahora… no sabemos si la volveremos a escuchar hablar de sus fiestas o de las fresas que tanto te gustan”, interfiere soltando todo de su interior, quizá aquello que temía decir.
“Te amo hijo, desde que supe que existías no he dejado de amarte. Sé que ese monstruo está suelto y querrá seguir haciéndote daño de alguna manera, y he rogado mucho tiempo encontrarme con él para destruirlo con mis propias manos por corromper a mi pequeño Vladimir”, dice entre dientes, doy un paso atrás apartándome de Vladimir, pues en este momento no es mi abrazo el que necesita.
“Papá…”, espeta Vlad con la voz rota, y su padre se acerca a él a abrazarlo con fuerza. Ambos sollozan, me abrazo a mí misma. Viendo la escena emotiva
‘Tania lo hizo posible’, pienso esbozando una sonrisa. Katia me ve y se acerca a mí, sujetando mi mano.
“Dicen que los funerales unen personas, o suceden milagros como estos. Ésta vez no fue un funeral y estoy feliz de que sea así”, acota llamando mi atención.
“No habrá un funeral; no en mucho tiempo”, reitero, me rehúso a que eso ocurra. Ella apoya su cabeza de mi hombro y acaricio su brazo.
“¿Y a mí nadie me abraza?”, pregunta Simón provocándonos una risa en medio de la nostalgia. Le ofrezco un abrazo y él corre hacia nosotras uniéndose.
El papá de Vlad era el villano de una historia mal contada, y el resentimiento de Vlad lo que hizo fue reforzar esa historia… hasta este momento.
Camino por la ventanilla de cuidados intensivos donde detrás de ella, se encuentra Tania conectada a una máquina respiratoria, luchando por su vida. Siento de repente, la mano de Vlad posarse en mis hombros, mi cuerpo se sobresalta por la sensación tan exquisita que me proporciona su tacto. Le observo.
“Es hora de irnos, tienes que descansar y no nos permiten estar aquí”, anuncia, muevo la cabeza afirmando y me invita a caminar a su costado apretándome a su cuerpo, como si quisiera protegerme para siempre.
Miro al frente y vislumbro a Mikhail con Katia y Simón.
“Me despediré de ellos”, menciono para hacerlo.
“Pensé que nunca tendría el perdón de mi hijo”, murmura Mikhail en cuanto me abraza.
“Has hecho posible muchas cosas y una, es que mi Vlad vuelva a querer sentir lo que es vivir y tú eres una de sus razones”, acota y le doy una sonrisa sintiendo a mis latidos golpear mi esternón, pues no creo que haya hecho algo como eso, es Vladimir quien lo ha logrado.
“Manténganos informados, por favor, aún queda descubrir la verdad detrás de todo esto y Dmitry es el único que puede decirla”, comento y ellos asienten.
Nos alejamos para cruzar las puertas del hospital luego de que Vlad se despide de su familia, pensé que no volvería tan de pronto a un hospital, pero, resultó no ser así. Subimos al auto, y sé que no podré dormir, no luego de lo sucedido.
“Dante, ¿podrías llevarnos a otro lugar?”, cuestiono a lo que Dante me mira a través del retrovisor.
“¿A dónde desea ir, Señora Novikov?”. Miro a Vlad y le doy una sonrisa.
“El mirador de Manhattan”, comento.
“Está bien, Dante, llévanos allí por favor”, dice Vlad en cuanto Dante le observa. Este asiente y re direcciona el auto. Dejo mi espalda en el respaldar para que mi esposo me atraiga a él con su brazo sobre mis hombros. Él inclina su rostro para presionar sus labios de mi coronilla.
“¿A dónde me rapta mi cielo?”, cuestiona en un susurro.
“A enseñarte el cielo, el mismo que me siempre acobijaba”, respondo desconcertándolo. Nos quedamos en silencio disfrutando de nuestras caricias, miradas y las respiraciones de ambos.
El auto se detiene y me percato de que hemos llegado; es un lugar en una montaña donde se puede ver toda la ciudad con todas sus luces, bajamos del auto y sosteniendo la mano de Vlad le invito a acercarse a un viejo banco de madera, mullido y con grafiti. Tomamos asiento, Elevo la vista para mirar el cielo oscurecido.
“¿Qué hacemos aquí?”, pregunta mirándome con intensidad. Señalo con mi índice el cielo para que sea lo que observe él.
“Las dos veces que estuve aquí… vi una estrella fugaz; el día en que me enteré de mi embarazo y el siguiente día de dar a luz, la primera vez lloré y pensé que era una señal divina… la segunda vez, pensé que estaba alucinando, pero igual… lloré”, manifiesto y le observo.
Su cejo se encuentra arrugado.
“¿Iba en dirección al norte?”, dice llamando mi atención.
“Sí ¿Cómo lo sabes?”, pregunto.
Él esboza una sonrisa y mira al cielo.
“Cuando Hannah me entregó a Anastasia miré al cielo rogándole que no tenga el mismo trastorno que yo; que sea una bebé sin miedo ni dolor… una estrella fugaz cruzo el cielo oscuro esa noche”, explica y mis ojos se abren conmocionada.
“Nosotros estamos destinados…”.
“Somos un encuentro decretado por lo cielos, Valeria”, afirma y mis ojos se humedecen.
Súbitamente, un destello nos lleva a mirar el cielo oscurecido de la Madrugada; una estrella fugaz cruza la inmensa oscuridad ante nosotros y mi corazón palpita efusivo sin poder creerlo,
“Dime que la viste”, murmuro impresionada.
“La vi y te vi a ti”, dice llevándome a mirarle, sus ojos oscurecidos brillan hermosos, dejo salir un suspiro para abalanzarme encima de él y robarle unos cuantos besos que me roben a mí el aliento.
Sostengo su rostro introduciendo mi lengua en su boca que se encuentra con la suya en una danza lasciva. Me separo un instante para tomar una bocanada de aire y porque le estamos dando un espectáculo a Dante, quien desvía la mirada de inmediato, esbozo una sonrisa sobre sus labios.
“Es mejor que regresemos a casa, una segunda estrella fugaz y se acabaría el mundo”, menciono en un tono jocoso, él asiente luego de acariciar mi mejilla y admirar mi rostro. Arqueo una ceja.
“¿Te enamoraste de mí?”, pregunto de repente.
Él me mira sorprendido.
“Lo siento, fue una pregunta fuera de lugar…”.
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