Destinada a amarte -
Capítulo 80
Capítulo 80:
“¿Quién pregunta?”, digo sin querer responderle.
“Un viejo… amigo”, contesta con una sonrisa.
“Lo siento, tengo que irme”, me apresuro a irme.
“Espero verla de nuevo”.
Subo al auto quedándome confundida por la presencia de ese sujeto. Comienzo a manejar y él se queda parado mirando cómo me alejo con el auto. Miro el proyector que muestra las diapositivas sobre las propuestas que dan mis publicistas para el nuevo cliente, pero, estoy absorta en mis pensamientos.
“Señora Novikov”, llama Gisela, pestañeo mirándolos.
“Julio le preguntaba sobre su idea”, agrega y me avergüenzo. Aprieto una sonrisa acomodándome en la silla.
“Muy bien, dejaremos esta reunión hasta aquí, repasemos las ideas y mañana se debatirán, gracias a todos por su trabajo”, comento levantándome, sostengo mi celular y salgo de la sala de juntas. Gisela me sigue apresurada.
“La Señorita Harrison envió a un detective y él le dejó esto para que lo verifique”, anuncia en cuanto cruzo la puerta de mi oficina.
‘Había olvidado la insistencia de Jade con el detective’.
Bajo la vista a los documentos en carpetas y los sostengo en mis manos.
“Gracias, pásame todas las llamadas de Jade y… ¿Enviaste el despido al Señor Oliver Brunetti?”, pregunto. Ella asiente.
“Pero no me respondió, tampoco sus llamadas, parece que desapareció de la faz de la tierra”, comenta y arrugo mi cejo.
“Nadie desaparece así y con un puesto tan importante”, digo.
“Infórmame si sabes algo más”.
“Por supuesto”, dice para irse y dejarme a solas en la oficina.
Tomo asiento detrás del escritorio y dejando salir un resoplido abro la carpeta para leer un acta de nacimiento que indica ser el de Anastasia Novikov Tramell.
Mi respiración se altera al ver que la fecha… es la misma en la que nació Zayn.
‘Esto ya sobrepasa la casualidad’, entiendo lo de la inseminación el mismo día, pero, el parto… no, necesito saber más. Anastasia podría ser la pequeña que me arrebataron de los brazos.
‘Mi hija’, pienso.
Pov Gideon.
Llego al lugar que me indicó el Señor Harrison. Ha sido una tortura estar lejos de Jade y el que él me llamara me deja en desconcierto. Golpeteo la puerta de metal oxidado que se encuentra en un callejón baldío, a los segundos la abren y es uno de los hombres que trabajan para Brendan Harrison.
“Pasa”, dice sin más.
Con duda lo hago, cruzando el umbral. Si él deseara asesinarme lo haría sin más y hace mucho tiempo atrás, no después de que dejé de trabajar para él. El lugar está oscuro y las luces se encienden de repente, entorno mis ojos para ver a un sujeto de rodillas en el suelo con una bolsa de tela azabache en la cabeza.
“Es bueno que seas leal y hayas venido”, comenta el Señor Harrison saliendo de una sombra. Suelta el humo de su puro. Su cabello antes pelirrojo ahora está lleno de canas igual que su barba, ni siquiera sé quién es ese hombre de rodillas.
“¿Qué hago aquí?”, pregunto sin tapujos.
“Tú, querido amigo, me diste el nombre de una persona. Mis hombres investigaron y dieron con que él, pagó una gran suma de dinero para que le sacaran los órganos a mi hija”, manifiesta, arrugo mi cejo y uno de los hombres le quita el saco de la cabeza, vislumbro a Oliver Brunetti con la mirada de pánico y enrojecida.
“¡Por favor, no he sido yo!”, grita a penas me ve.
“Dile, solo soy un empresario y gerente”, dice hacia mí.
“¿Por qué le hicieron un examen de sangre a mi hija en tu supuesto Spa?”, pregunta Brendan con su voz gutural.
Brendan hace una seña con su cabeza y los hombres lo sujetan empujando una mesa donde está una aprisionadora de tortura, muy al estilo medieval, capaz de romper brazos y piernas.
“¿Sabes quién es mi hija?”.
“Sí… pero, ¡No tengo nada que ver! ¡Por favor!”, exclama desesperado, el pánico se refleja en su mirada.
“Ella es la princesa irlandesa, soy el Jefe de la mafia irlandesa y tú, has osado en arremeter contra su vida, se lastimó el p%to pie y como todo padre, odia ver sufrir a su hija, que ama colocarse tacones de aguja de las mejores marcas, además, de que intentaste asesinarla. ¡Habla!”.
“¡No fui yo! ¡Se lo juro!”, grita con miedo. Los hombres le colocan un brazo sobre la aprisionadora, y él tiembla sudando.
“Por favor, por favor”, suplica sollozando.
“¿Por quién pagó? ¿A quién le iban a dar los órganos?”, pregunta Brendan.
“¡No sé!”, gruñe, y comienza la tortura, le dan vuelta a las manijas que aprisionan o aplastan su brazo provocándole un dolor horrible.
“¡Aaaah!”, exclama sollozando.
“¡Dime o mis hombres partirán cada una de tus extremidades! No quedarás reconocible, Brunetti”.
Oliver me mira, tomo una bocanada de aire apretando mis manos en puños. Sé que él estuvo detrás de esto.
“¡Habla!”, grita Brendan y aprietan más su brazo provocándole gritos desgarradores a Oliver.
“La hija de Novikov!”, exclama y abro los ojos con sobresalto. Pienso de inmediato en Valeria, ahora la esposa de Vladimir Novikov.
“¿El esposo de la mejor amiga de Jade?”, pregunta Brendan.
“¡Si! ¡Ya les dije, suéltenme!”, dice Oliver, pero, no está diciendo todo.
Me acerco a él.
“Gracias, suéltame, te pagaré más de lo que te pagan. Dejarás de ser el perro faldero de…”, interrumpo sus palabras con un golpe en su rostro, mis nudillos se revientan por la fuerza ejercida.
“¡¿Quién pagó?! Porque confió en Valeria y en los Novikov”, grita Brendan. Él escupe al suelo, sonriéndome.
“Siempre serás su… perro”, espeta. Tomo una bocanada de aire.
“Rómpanle el brazo a este desgraciado”, digo hacia ellos, quienes miran a su jefe y él lo aprueba.
“¡No, no, no!”, dice, pero es tarde, le rompen el brazo. Comienza a llorar como un marica. Sostengo su cabello, levantando su rostro ya que quiere desmayarse del dolor.
“Dime el nombre de la persona que pagó”, pido en un gruñido.
“¡Hannah!”, responde.
“¡¿Hannah que?!”, exclamo eufórico.
“¡Taylor, Hannah Taylor!”, manifiesta y doy un paso atrás, alejándome ante su revelación.
“La cantante”, murmuro.
“Ella está obsesionada con él… quería salvar la vida de la niña, solo sé eso… por favor…”.
“Parece que es una amante que ama mucho a Vladimir Novikov, pero que odia a Valeria, para pagar por mi hija; su mejor amiga”, espeta con dureza Brendan.
“Desháganse de él y que sufra, por cobarde”, ordena de repente.
Veo cómo arrastran a Oliver que en medio de su desorientación patalea y murmura suplicando. Lo llevan a la oscuridad, para darle paso a sus gritos de dolor, y luego… silencio. Bajo la mirada al suelo charco de sangre se va expandiendo.
“Bien hecho, Ford ¿Quieres trabajo?”, pregunta Brendan, giro mi rostro encarándolo.
“No serás escolta de Jade, pero, sí uno de mis sicarios, tienes temple y experiencia, necesito a alguien como tú entre mis hombres”, acota tomando una calada de su puro. Le doy un asentimiento.
“La paga será muy buena”, dice caminando hacia mí.
“Mi hija… me odia por despedirte, no sabía que eras tan valioso para ella. Me hizo ver que tú fuiste quien la salvó, gracias”, comenta a mi lado y sigue su camino.
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