Destinada a amarte
Capítulo 73

Capítulo 73:

“Solo tengo mis piernas atrapadas, pero no están lastimadas, el tablero se torció. Ya está en camino la ayuda”, menciona y dejo salir un suspiro.

“No sé quién fue esa persona que se colocó en la carretera, y los que nos seguían se han ido”, agrega.

“Quiero mi cama en este momento, contigo a mi lado”, digo con una sonrisa tenue. Él me mira sorprendido.

“Te llevaré a casa, estás a salvo…”

“Gracias a ti”, estiro mi mano sosteniendo la de él, quien acaricia mis nudillos.

“Gideon, yo te…”.

Mis palabras se cortan de manera abrupta cuando la puerta a mi costado se abre, giro para observar a un sujeto vestido totalmente de negro y con el rostro cubierto.

“¡No, suéltala!”, grita enfurecido, Gideon.

Empuña su arma, pero, el sujeto también lo hace pegando el cañón en mi frente. Mi corazón palpita con fuerza observando los ojos de Gideon.

“Si te atreves a hacer algo, le vuelo la cabeza a tu novia”.

“¿Qué quieren con ella, dinero?! ¡Le daré mucho dinero!”, exclama, mi querido guardaespaldas. El sujeto rie.

“Ella salvará la vida de una persona, y ya… nos han dado mucho dinero”, espeta desatando el cinturón que me mantenía al asiento, sujeto con fuerza mi bolso.

“¡No, Gideon!”, grito y él también.

“¡Malditos, los voy a matar!”.

Me saca del auto y veo cómo el rostro de Gideon se va alejando de mi perímetro, el auto está prácticamente incrustado al gran árbol. Este, me sujeta obligándome a entrar a otro auto que se detiene en la carretera mientras sigo forcejeando y luchando con él.

En el interior del auto solo se encuentra otro sujeto que es el que maneja. Coloca el auto en curso y veo en donde se encuentra Gideon, igual que, la ambulancia que va llegando con una patrulla policial.

“Mantenla callada”, ordena el que maneja al que está a mi lado. Alejándose del lugar.

“Les voy a dar el doble de dinero que les ofrecieron, pero, déjenme ir”, digo con el pulso acelerado. El hombre se rie.

“Siempre dicen eso, Señorita”, dice, erizándome la piel.

‘¿Siempre?’, me cuestiono asustada.

“¿Qué quieren de mí?”.

“Es fácil; un órgano valioso, lo bueno es que tienes dos de esos, podremos hacer doble negocio”, responde y el pánico me invade.

Tiemblo abriendo mis ojos con sobresalto. Noto que, al frente de nosotros aparece el cruce del tren, mismo que se acciona deteniendo los autos.

Tomo una bocanada de aire, y aprieto en mi mano el bolso que no han visto. Giro para ver que la puerta no tiene el seguro; un descuido de ellos al pensar que no intentaré sobrevivir o no pelearé.

Trago con dificultad y en cuanto el auto se detiene, pateo con mi tacón de aguja la pierna del sujeto a mi lado que se dobla de dolor. Abro la puerta y corro, corro sin detenerme. Escucho los disparos a mi espalda, pero, no me detengo.

“¡No la mates, la necesitamos viva, imbécil!”, grita uno de ellos.

Me quito los tacones y entro al bosque corriendo gracias a la adrenalina. Busco esconderme para llamar a Gideon, hago ademán de lanzarme y me doblo el tobillo, grito de dolor, pero sigo hasta ocultarme detrás de un tronco, ensuciándome por completo con el lodo.

Mi pecho sube y baja, saco mi celular y marco el número de él, quien lo contesta rápidamente.

“¡¿Dónde está?! ¡Te voy a matar!”, contesta enfurecido.

“Gideon…”, pronuncio con la voz titilando del miedo.

“Jade”, dice él con un suspiro al escucharme.

“¡¿Estás bien?! ¡Quédate donde estás, estoy yendo con la policía!”, dice alterado, asiento instintivamente.

“Gracias por llevar tu bolso, la ubicación, necesito que te quedes allí”, ordena.

“Apresúrate…”, murmuro colgando la llamada.

A los pocos minutos escondidos con frío, escucho unos pasos que hacen crujir las ramas del suelo.

“La p$rra debe de estar por aquí, búscala o el jefe nos matará”, dice uno de los sujetos. Marco el número de Gideon, pero… este no me contesta, en medio del desespero le marco a Valeria, es la única que se cruza por mi mente. Ella contesta, pero le interrumpo.

“Auxi…lio”, susurro temblando.

“Jade, ¡¿Dónde estás?! ¿Qué sucede?”, explota desesperada al escucharme.

“Unos… sujetos… me persiguen”, murmuro apenas audible, aun escuchando los pasos de ellos.

“Iré ya mismo, dime dónde estás”, dice Valeria, niego con la cabeza, sabiendo que no llegará.

“Jade, por favor, no quiero que te pase nada malo”, dice con la voz rota y muy preocupada.

“Dile a Gideon que lo amo”, digo con las lágrimas deslizándose por mis mejillas.

“¡Se lo vas a decir tú! ¡No te atrevas a rendirte!”, exclama alterada.

“Eres la mejor amiga. Valeria. Zayn tiene suerte de tenerte como madre…”.

“Mi%rda, Jade. No te despidas, no así, no me hagas esto. Eres mi… única familia”, solloza y aprieto el celular en mi mano.

“Con que aquí estabas, p$rra escurridiza”, gruñe el sujeto encima de mí, levanto la cabeza.

“¡Jade, corre!”, grita Valeria, eso hago. Me levanto y corro cómo puedo. Súbitamente, la explosión de una ráfaga de balas me sobresalta, caigo al suelo quedándome inmóvil.

‘¿Morí?’ me pregunto con miedo.

“¡Jade!”, llama Gideon desconcertándome.

De repente, siento sus manos en mi cuerpo, no puedo creer que esté aquí, me giro para ver sus ojos oscuros y acuno su rostro abalanzándome hacia él con desespero. Veo a los hombres que me seguían tendidos en el suelo y a la policía verificándolos.

“Te encontré, amor”, manifiesta y me aferro a su cuerpo sin querer despegarme de él.

“Vamos a casa”, dice con dulzura acariciando mi cabello.

“¿Por qué… no me contestaste?”, pregunto encarándole.

“Porque ya te había encontrado, estábamos esperando el momento indicado para derribarlos”, responde. Arruga su cejo y mira el celular en mi mano.

“¿A quién estás llamando?”.

“¡Valeria!”, digo colocándomelo en el oído.

“Si, a la DEA, la policía, el FBI, todos busquen a Jade Hamilton”, escucho que dice con desespero a alguien.

“Gideon me encontró”, digo en el celular. Se escucha un silencio al otro lado de la línea.

“El alma volvió a mi cuerpo”, murmura Valeria, sollozando.

Horas después…

Me encuentro en una cama de hospital, con mi tobillo derecho inmovilizado y unas vendas en al frente por el golpe del accidente. Gideon sujeta mi mano sin querer despegarse de mi lado, a él ya le han atendido, pero no permitió que le pusieran en una cama para que descansara.

“No me iré a ningún lado”, digo al su rostro cansado.

“Quiero estar a tu lado”, reitera.

“Estamos en un hospital…”.

“Jade, tu intento de secuestro no fue una casualidad. Valeria también está en este hospital, junto con su esposo”, aprieto mi cejo con desconcierto.

“¿Qué quieres decir con eso? ¿Vinieron a visitarme?”, comento.

“No, están aquí porque la hija del millonario necesita un riñón. Los hombres que te estaban persiguiendo buscaban tus riñones, la policía corroboró que pertenecen a una banda delictiva que tienen una organización para la venta de órganos en el mercado negro”, explica y abro los ojos con sobresalto.

“No es lo que estás insinuando, eso es mucha casualidad, Valeria nunca aceptaría hacerme daño”, declaro negándome.

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