Destinada a amarte -
Capítulo 72
Capítulo 72:
Pov Jade.
“Soy tu seguridad, es lo que debería de hacer”. Relamo mi labio, suspirando.
“Solo sucede contigo, Gideon, no te menosprecies”, reitero. Él me observa con intensidad a través del retrovisor.
Llegamos a la localidad que indica en la tarjeta.
“Será rápido, eso creo… no nos vendría mal un masaje en pareja”, insinúo mirándole con una sonrisa.
Él aclara su garganta para seguirme. Me anuncio con el nombre de Oliver y me entregan una planilla para realizarme unos exámenes de rutina.
“¿Y esto para qué es?”, pregunto arrugando mi cejo.
“Solo es protocolo, para optimizar la atención”, explica y con cierta duda lleno la planilla.
“Él también quisiera un masaje”. La chica me observa sorprendida.
“¿Qué? Lo pagaré si es necesario”, digo antes de que se niegue o coloque alguna excusa, ella asiente entregándole una planilla.
“No es necesario esto”, espeta Gideon.
“Relájate un poco, guapo”, le guiño un ojo y sigo mi camino a hacerme el examen.
Luego de un buen masaje, salimos del lugar. Al subir al auto no dejo de sonreir.
“Tuve una revelación, mientras presionaban mis puntos tensos y me remojaba en barro”, digo llamando su atención.
“¿Una revelación? Espero no le hayan dado a consumir algo más”.
Niego con la cabeza.
“Que nadie más lo sepa”, menciono, él detiene el auto bruscamente en el semáforo para girar su cabeza y mirarme con asombro.
“¿Lo nuestro?”, parece sorprendido.
“Si, que tuvimos se%o desde hace mucho y no hay nadie más para mí”, respondo con sinceridad.
“Si lo que te preocupa es que Val diga algo…”.
“Sé que no lo hará, pero, ¿Seguiremos ilusionándonos con esto? Tu padre nunca me aceptará y tú tienes un compromiso arreglado del cual no me sorprende si es un maldito jeque o un príncipe”, declara.
“Es el príncipie de Austria”, reitero.
“Jade…”, pronuncia con rudeza.
“Quiero esto, Gideon. No solo ‘ilusionarme’ tú me gustas y mucho”, digo desatándome el cinturón de seguridad para pasarme al asiento del copiloto con sumo cuidado de que la punta de mis tacones no arruine el cuero de los asientos.
“¿Qué estás haciendo?”, pregunta arrugando su cejo.
“Es muy solitario el puesto trasero”, menciono.
“Llévame a tu casa”, demando.
“Por favor, tómalo como una orden”, insisto.
Él termina asintiendo para apretar sus manos en el volante y colocar de nuevo en marcha el auto. Al llegar a su casa, abre la puerta y sostengo las solapas de su traje para empujarlo contra la pared.
Él toma eso como una orden y posa sus manos en mi cuerpo buscando desvestirme mientras ambos caminamos en el interior de la casa sin dejar de besarnos. Gideon se quita el saco, la camisa y le aflojo la corbata, para poder ver su abdomen perfectamente marcado por su insistente ejercicio, no puedo evitarlo y paso mis dedos por su vientre que se tensa ante mi tacto.
“Ya eres mía”, recalca sosteniendo mi cabello desde mi nuca con posesión y me empuja hacia el sillón de la sala.
“Quiero que g¡mas, grites y digas mi nombre”, dice mientras se desabotona el pantalón.
Muerdo mi labio asintiendo para quitarme la ropa y comenzar la faena de lujuria cuando se coloca encima de mí, presionando su p$ne endurecida contra mis piernas.
Entrelazo su mano con la mía, observándolas.
“Quiero quedarme así contigo, para toda la vida”, murmuro.
Ambos estamos desnudos, sudorosos y envueltos en mantas sobre el suelo, siendo reflejados por la luz de la pequeña y envejecida chimenea que hace el sonido de la madera ardiendo.
“Podríamos, pero… tengo miedo de no poder darte la vida de la que estás acostumbrada, Jade. No soy un p%to príncipe”, gruñe llamando mi atención.
Admiro su semblante.
“Eres mejor que un príncipe; eres Gideon Ford, a mí no me importan los lujos, me importa la vida contigo”, mi pecho se infla por la bocanada de aire.
“Eres una princesa, y no dejarás de serlo”, reitera, coloco los ojos en blanco.
“Soy lo que quiero ser y no es una princesa, soy Jade, la mujer que está loca por ti. Puedo dejar de comprarme bolsos costosos, ahorraré, con ese dinero forjaremos nuestro futuro”, insisto levantándome, él sujeta su cabello y resopla mirándome para sostener con sus manos las caderas.
“No digas nada, no arruines este momento”.
“Solo estamos tú y yo”, manifiesto acercándome a él, quien me envuelve en sus brazos apretándome contra su cuerpo caliente.
“Tú y yo”, repite erizándome la piel, y los latidos de mi corazón se emocionan.
Al día siguiente…
Luego de vestirme; tomo mi celular para enviarle un mensaje a Valeria.
[Jade: Voy en camino a tu oficina, necesito contarte algo importante y tú me tienes que explicar por qué los detectives fueron a tu casa].
“¿Estás lista?”, pregunta Gideon llamando mi atención, le doy una sonrisa.
“Vamos, guapetón”, respondo animada.
Él maneja por la vía expresa para llegar más rápido a la compañía de Grupo Birken. Hace un movimiento extraño con el auto que me lleva a quejarme.
“¿Cómo que nos están siguiendo, quién?”.
Mi pregunta queda sin respuesta pues Gideon se concentra en tratar de perdernos de vista de la camioneta azabache que nos persigue de cerca; es de vidrios polarizados y parece blindada como mi auto.
Noto que Gideon nos saca de la vía expresa metiéndose en la avenida noroeste, donde hay menos circulación de autos. Los latidos de mi corazón se prenden golpeando fuerte mi esternón, giro de vez en vez mi cabeza para verificar que todavía nos estén siguiendo.
“¡No los estamos perdiendo!”, grito con ansiedad.
“Eso lo sé”, gruñe.
“Te mantendré a salvo, Jade”, declara casi en un juramento.
“¿¡Me escuchaste?!”.
Asiento rápidamente, tragando con dificultad. El auto que nos sigue comienza a tocar el claxon, Gideon saca su arma reglamentaria, baja la ventanilla y dispara hacia el auto, percatándose que en efecto sí es blindado.
“Maldición”, espeta con rabia. Pisa el acelerador y de manera inesperada; una persona sale del bosque que rodea la vía noroeste.
“¡Gideon!”, exclamo, él reacciona tratando de frenar y vira al volante de manera brusca.
Todo sucede en cuestión de segundos; el auto impacta contra uno de los árboles y mi cuerpo rebota igual que el de él. Mi vista se nubla y pierdo la consciencia ante el latigazo en mi cuello.
Gideon, abro los ojos lentamente y pestañeo ante la pesadez. Vislumbro el rostro de él, con una sonrisa, pero veo sangre en su frente. Miro a los lados y me encuentro aún en el asiento trasero.
“No te muevas… puedes lastimarte, he llamado a emergencia”, menciona con la voz rota. Arrugo mi entrecejo para mirar sus ojos humedecidos”,
“Estás viva”, dice efusivo casi agradecido por eso.
“Si… ¿Estás bien?”, pregunto con aún desorientada por el impacto.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar