Destinada a amarte
Capítulo 55

Capítulo 55:

“Es mi nuera, Valeria de Novikov”, comenta y las personas al escuchar eso; se alteran un poco, los flashes aumentan junto al bullicio.

Somos escoltadas por unos hombres que nos sacan de lo que se creó en la alfombra roja, y entramos al lugar con un poco menos de ruido. Suelto un suspiro admirando el interior lleno de personas elegantes y algunas colocan su atención hacia nosotras.

“Buscaré a mi esposo, quiero que lo conozcas”, agrega alejándose con una sonrisa sin dejar que le responda.

Me deja a solas y aclaro mi garganta, decido acercarme a los bocados; cuando estoy nerviosa se me abre el apetito.

Pellizco la punta del guante de satín para deslizarlo y sacármelo así no ensuciarlo, estiro mi brazo sosteniendo una frutilla con chocolate. La llevo a mis labios y la muerdo.

‘Dulce’, pienso dejando salir un suspiro.

“Tengo celos de esa frutilla”, pronuncia la voz rasposa y excitante de Vladimir a mi espalda.

Los vellos de mi piel se erizan de inmediato, me giro rápidamente para encontrarme con sus ojos oceánicos y él se nota más imponente de lo normal y algo molesto.

Trago con dificultad relamiéndome los labios a lo que él, acerca sus dedos a mi comisura para deslizar su pulgar, luego… rompe la distancia sin importarle quiénes nos observan y presiona mis labios con los suyos calentándome de inmediato con el fervor de sus besos.

Mi corazón palpita con fuerza mientras que la sensación de excitación en mi vientre se hace presente. Él se separa de mis labios dejándome jadeante por el voltaje de su lujuria.

“Deliciosa frutilla y tú”, menciona en un gruñido que me excita más.

“Cielo, necesito castigarte, eres incontrolable y las ganas que tengo de tomarte con esos guantes y tacones nada más… están ametrallándome la cabeza”, agrega con más intensidad alertando a mis sentidos, separo mis labios dejando salir un suspiro.

“No te retengas, cariño”, murmuro sin reconocerme ni un poco.

‘Se fue al demonio la Valeria tímida’, pienso.

No había percibido el aroma a licor que desprende de él, quizá tiene una o dos copas encima, no como para estar ebrio, pero, sí lo han desinhibido de alguna manera. Vladimir tiene la mirada intensa en mí luego de mis palabras de arrebato, respira con pesadez como si se estuviera reteniendo de algo y remoja sus labios.

“No sabes lo que provocas al decirme eso”, dice con su voz rasposa.

“Quiero saberlo, Vladimir”, coloco mis palmas en su pecho sintiendo la dureza y el calor que emana su cuerpo.

Tomo una bocanada de aire empapándome con sus océanos lujuriosos.

“Muéstrame”, acoto acercándome a sus labios.

Él chasquea su lengua y sujeta mi mano con fuerza para comenzar a guiarme entre las personas, no sé qué lugar está buscando, pero, parece conocer este sitio.

“¿Valeria, Vladimir?”, pronuncia Tania al vernos y se queda perpleja.

Vlad la ignora por completo y mis mejillas se tornan de vergüenza al ver el hombre que acompaña a Tania; el padre de Vladimir.

“No hay tiempo para eso, pediste que no me retuviera y no lo haré”, gruñe imponente erizándome la piel.

El cosquilleo se instala en mi vientre desorbitándome. Pasamos entre las personas llamando la atención y él nos lleva a una inmensa escalera de mármol blanco, la subimos con prisas.

Vlad nota que se me dificulta caminar un poco por los tacones de aguja, se detiene de golpe acercándose a mí y sin que me deje asimilarlo me alza en sus brazos suelto una risita nerviosa abrazando su cuello para no caerme, aunque sé que él no me dejaría caer. Sus brazos son fuertes y grandes como él haciéndome sentir pequeñita entre ellos.

Mi corazón late con fuerza y no quito mi mirada de su rostro, estoy embelesada por este hombre y tengo la fortuna de que sea mi esposo.

Sin darme cuenta, él nos mete a una biblioteca oscura con unas pocas luces amarillas que crean penumbras, cierra la puerta y me baja con cuidado para sostener mi rostro y tomar mis labios con poderío.

Su lengua arremete sin piedad mi boca para danzar con la mía en lujuria, entre los besos se escapan unos g!moteos por la brusquedad de sus besos vehementes.

“Desnúdate y quédate con los guantes y los tacones”, ordena imponente en mi boca.

Trago con dificultad por su petición dando un paso atrás, él recuesta su espalda de una columna para mirarme con atención y bajo el cierre del vestido.

“¿No nos encontrarán aquí?”, pregunto algo nerviosa.

“Nadie se atrevería”, responde sin más, suelto un suspiro sintiendo cómo arde mi piel por su mirada encima de mí.

Luego de bajar el cierre, el vestido cae deslizándose por mis curvas, yace en mis tacones y salgo de él con un saltito. Mis mejillas arden y sonrío mostrándome con las tetas al aire y sostengo el bordillo de mi tanga bajándola sin más.

Siento el aire palpar mi piel, giro mi rostro percatándome de que las puertas de una terraza están abiertas, dejando que la brisa se cuele. Vuelvo mi mirada a Vlad notando que se ha oscurecido rápidamente en deseo, su pecho sube y baja excitado.

“Gatea hacia mí”, demanda dejándome sin aliento, abro mis ojos con sobresalto por su petición y mi corazón quiere estallar.

“Es tu castigo por emboscarme, tienes que aprender a confiar en tu esposo, cielo”, agrega con una voz tan sugestiva que evoca cada fibra de morbosidad en mí. Paso saliva.

‘¿En serio haré esto?’, me cuestiono inclinándome lentamente en suelo, agradezco que sea de alfombra.

Él se posa en un asiento estilo trono para esperarme con sus rodillas separadas y pose dominante.

Coloco mis palmas enguantadas en el suelo y comienzo a gatear hacia él… la fricción; la pose, la petición y él provocan que mi lubricación se haga presente y sea una tortura para mí de algún modo. Gateo hasta llegar cerca de sus piernas y me siento sobre mis talones presionando mis nalgas.

“Confío en ti”, digo suavemente encarándole.

“No parece, ¿Qué esperabas conseguir al venir a Seattle? ¿A qué viniste?”, pregunta con su voz ronca.

Separo mis labios para hablar.

“Explicaciones, desapareciste sin decir nada. Es suficiente razón para que esté aquí”, replico.

Vlad se inclina hacia mí colocando mis latidos en fervor. Posa sus dedos en mi mentón levantándolo para que sus océanos me consuman.

“¿Viniste a buscarme?”, pregunta algo conmocionado.

“Sí, eres mi esposo y me preocupé…”.

Él aclara su garganta.

“Súbete a mi regazo “, ordena.

Me ayuda a levantarme sujetándome la mano y cuando hago ademán de sentarme él me abalanza boca abajo en su regazo, abro los ojos con sobresalto viendo cómo mi espeso cabello oscuro cae en cascada por la posición.

Me alza la pelvis esponjando mi trasero y comienza a acariciar con su mano mis nalgas.

“¿Qu-qué harás conmigo?”, pregunto ansiosa.

Escucho un gruñido de su parte.

“Castigarte”, anuncia y sin más, estrella su palma contra mi piel; zurrándomela de manera ardiente. Suelto un g!moteo por la sensación y mi v%gina se aprieta por eso.

“Pareciera que quisieras siempre ser castigada, cielo”, comenta en un tono jocoso.

Sonrío mordiendo mi labio.

“Sí…”, jadeo.

Vlad vuelve a zurrarme cambiándose de nalga y hace eso varias veces provocándome g$midos. Estoy excitándome en demasía y sus nalgadas son un castigo satisfactorio para mí.

“Y decías que no te iban estas cosas”, comenta llamando mi atención.

“Tú cambias mí… perspectiva”, g!mo ante una fuerte zurrada.

De repente, siento sus dedos abrirse paso en mi canal empapado por la estimulación en todos los sentidos.

“Estás tan mojada, oh Dios…”.

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