Destinada a amarte -
Capítulo 40
Capítulo 40:
“Ya consumamos el matrimonio en este lugar, permíteme escoger el próximo”, agrego jadeante en su boca y él pone su atención en mí.
“Ilumíname, cielo”, acepta.
“Nuestra habitación, no la oscura con sábanas de satín y fotografías obscenas en el suelo, hablo de la habitación donde he dormido sola”, digo y él se tensa por mi proposición.
“Sé que puede sonar ‘vainilla’ para ti; hacerlo en una habitación normal, pero quiero eso”.
Sus manos se deslizan por mi espalda mirando mi cuello, clavículas y mis pechos apretados en el vestido.
“Lo ‘vainilla’ suena er%tico cuando lo dices tú”, comenta y me provoca una sonrisa,
“Te gustará”, digo besando su mejilla.
“Sé que será así”, dice en un suspiro y abrazo su cuerpo aún encima de él para sentir su corazón contra el mío palpitando fuerte.
El auto se detiene al frente de la casa, y él abre la puerta sabiendo para ofrecerme su mano, la sujeto.
“Gracias, Dante, puedes descansar”, menciona hacia el moreno que nos da una sonrisa.
“Buenas noches, Señor y Señora Novikov”, comenta y nos dignamos a entrar a la casa, escuchamos el silencio en su interior.
Subimos la escalera y me detengo en la puerta de la habitación donde duerme Zayn plácidamente, dejo salir un suspiro para seguir el camino a nuestra habitación. La puerta se abre para nosotros; es iluminada, de colores claros y con una inmensa cama en medio.
“Desvístete para mí, quiero ver el cuerpo que me pertenece”, ordena en cuanto cierro la puerta detrás de nosotros pasando el pestillo.
Giro mi cuerpo encarándolo y veo cómo él se sienta en la orilla de la cama con las piernas abiertas y se inclina hacia adelante para clavarme su mirada imponente.
Llevo mis manos a las tiras de mi vestido y busco el cierre del costado bajándolo ton lentitud sin dejar de mirarle.
“Si… y espero que te aproveches mucho de él y con frecuencia”, manifiesta alzando sus cejas.
“No es justo, tú me has visto desnuda “bromeo juguetona.
“Sabes con lo que te vas a encontrar, yo no, aunque me encanta lo que he visto hasta ahora… quiero más”, pido y él aclara su garganta como sí algo le perturbara.
Me quedo a medio desvestir cuando él se levanta de la cama quitándose el saco de su traje, acorto los pasos entre nosotros y sostengo su corbata halándolo hacia mí.
“Desde que te vi, he querido probado la postura del misionero, fantaseo con la idea de tenerte encima de mí, haciéndomelo con todas tus fuerzas”, digo imaginándomelo recordando sus advertencias y mi v%gina se contrae. Sus ojos me taladran con intensidad.
“Cielo…”, jadea ronco.
“No quiero que te asustes”, agrega desconcertándome.
“Ahora si me estás asustando”, digo dando un paso atrás para darle espacio.
Noto su respiración acelerada, su pecho se infla por sus resoplidos y comienza a desabotonarse la camisa.
La abre pasándola por sus brazos fornidos y grandes para mostrarme su torso desnudo, abro los ojos con sobresalto detallándolo; tiene unos abdominales perfectos con aquella Y de musculo súper se%y marcando su pelvis.
Tiene pequeños vellos bien recortados en su piel, es un Dios en toda la regía, la personificación que toda mujer codicia, fantasea y desea en un hombre. Pero… vislumbro unas cicatrices horizontales en todo su abdomen, son muchas las que comienzo a detallar.
“Sé que soy horrible…”.
“No”.
Le detengo negando con la cabeza. Mis ojos se humedecen imaginándome lo peor ¿Quién le provocó esto? El dolor que quizá vivió me pone mal.
“Tú eres hermoso, Vlad”, reitero arrugando mi entrecejo.
Él parece consternado.
“¿Quién te hizo… esto?”, pregunto acercándome a él, deslizo mis dedos sobre las cicatrices y su cuerpo se tensa por eso.
Sujeta con fuerza mi muñeca deteniéndome, y escucho su respiración alterada. Elevo mis ojos a los de él y me duele el alma al notar la nostalgia en su mirada.
“El mismo monstruo que me destruyó por dentro convirtiéndome en alguien insano”, responde con dolor en un gruñido de rabia, asqueo y repulsión ante el pensamiento de esa persona.
Me quedo atónita ante su respuesta, me da terror pensar en lo que tuvo que vivir para convertirse en el hombre que es ahora y que sigue teniendo miedo… mi corazón se arruga al ver sus ojos oscurecerse.
“Vlad… no eres alguien insano, no he visto eso en ti”.
Su mirada se posa en mí con conmoción, suelto un suspiro y él afloja el agarre de mi muñeca, poso mis dos palmas sobre su abdomen caliente, acerco mis labios a sus pectorales besándolo y él jadea por mi acción y sus p%zones se erizan por lo mismo.
“Y no harás que piense lo contrario”, reitero mirándole a través de mis pestañas.
“Todos tenemos cicatrices, es lo que nos hace lo que somos en este momento, depende de ti si quieres que te haga fuerte o te destruya”, digo colocándome erguida para pasar mis brazos entrecruzados detrás de su cuello, y atraigo mi boca a la suya.
“Hay mucha oscuridad en mí cielo, estas cicatrices solo son una muestra de mi infierno, las peores marcas están dentro de mí… en mi cabeza”, musita con dificultad en mi boca. Tengo ganas de llorar por cómo él se muestra ante mí y el sentimiento de protegerle me alberga.
“¿Quién es ese monstruo del que hablas?”, pregunto llamando su atención.
Sus manos se colocan en mi cadera y sus dedos se aprietan contra mi piel, se muestra tenso por mi pregunta y sus pupilas se mueven de un lado a otro en mi rostro. El recuerdo lo está atormentado de alguna manera horrible.
Vlad, traga con dificultad… los segundos en silencio se vuelven torturantes, pues veo ante mi cómo una torre imponente se desmorona rápidamente.
“Mi padrastro, terapeuta y asesino de mi madre, su nombre me es imposible decirlo… a él no le bastó marcado de por vida, para que lo recuerde como el orquestador de mis pesadillas. Cielo, no quisieras saber lo que hizo conmigo”, dice y mis ojos se abren con sobresalto. Pensaba que Tania era su madre biológica por el vínculo que se le notan a ambos.
“Quiero saberlo”, insisto, él niega con la cabeza cerrando los ojos.
“Ven, te contaré entonces mi inferno y si deseas podrás contarme de a poco el tuyo; vivimos atormentados y les damos el placer de hacerlo o nos volvemos más fuertes”, agrego, porque lo último fue lo que hice.
Sostengo su mano llevándole al baño dentro de la habitación, enciendo las luces y suelto su mano para comenzar a desvestirme, él arruga el entrecejo.
“Lo haremos de manera íntima, necesito que veas y sientas también mi cicatriz”, expreso ante su mirada.
Me acerco a él desabrochando su pantalón y este cae en sus pies junto al calzoncillo, sale de él juntos a los zapatos quedando totalmente desnudo ante mí. Trago con dificultad al ver su p$ne de un tamaño imponente al estar lánguido sobre sus pelotas.
Recorro con mi vista su torso; las cicatrices me parecen hermosas en Vlad, pues él parece colocar todo de otro modo, aunque él no lo piense de esa manera, es lo que veo en él. Remojo mis labios y le invito a entrar a la ducha misma que abro para la que lluvia nos empape.
Sostengo su mano mientras mi pecho sube y baja por mi respiración y con la punta de sus dedos le invito a acariciar la cicatriz que se posa sobre mi monte de venus; una línea imperfecta y rosa.
Separo mis labios mirándole, mientras él arruga su entrecejo.
“En mi cesárea; el mejor día de mi vida y el peor”, expreso, sus ojos se muestran sorprendidos.
“¿Por qué, cielo?”, pregunta con ronquez. Y su mano acaricia mi piel, provocándome un jadeo por eso.
“Ese día me arrebataron a mi bebé y tuve a Zayn finalmente en mi vida; eran mellizos… pero dijeron que mi pequeña no había sobrevivido y no me dejaron verla ni por un momento, nunca la sostuve en mis brazos ni vi su rostro, tuve que escapar con Zayn antes de que también quisieran quitármelo”, digo con el nudo en mi garganta el recordar a mi hija me rompe el alma.
Solo he tenido fuerza para dársela a Zayn con potencia, mis ojos se inundan de lágrimas pues no suelo remover mi pasado de esta manera con nadie.
“Quiénes te haya hecho esto, lo pagarán, buscaré el hospital, y tendrán que sufrir por hacerte pasar por esta pesadilla, lo lamento tanto”, espeta con molestia, una dureza que eriza mi piel.
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