Destinada a amarte -
Capítulo 4
Capítulo 4:
“Si, seré un buen chico”, dice casi con perfecta claridad, es un pequeño muy inteligente, estoy muy sorprendida igual que todas sus maestras por la fluidez con la que habla.
“Te adoro, Zayn ¿Quién adora a mami?”, murmuro besando sus mejillas regordetas.
“¡Zayn!”, anuncia efusivo haciéndome reír.
Recibo un gran abrazo de él, le lanzo un beso en el aire que atrapa para verle caminar con la encargada de la guardería en el hotel. Se ve tan tierno con sus pantaloncitos de mezclilla y camiseta de súper héroe favorito; dice que es Superman y que ese es su papá por el parecido en el color de sus ojos y cabello.
Niego con la cabeza una sonrisa para seguir mi rumbo. Luego de un taxi y mucho tráfico, llego al inmenso e imponente edificio donde se realizará la reunión con el vendedor potencial del Grupo Berkin, estiro las solapas de mi blazer y avanzo decidida a enfrentarme a lo que me encontraré.
Camino a recepción mostrando una sonrisa mientras clavo mis ojos en la chica.
“Soy la hija de Fer Morat, vine a verle ¿Dónde se encuentra?”, cuestiono de inmediato.
“Un momento, verificaré su identificación”, menciona con cierta duda.
Es cierto que desaparecí para la familia Morat. Ella a los segundos levanta los ojos sorprendida, entregándome de nuevo mi identificación.
“La Señora y el Señor Morat se encuentran en este momento en la reunión de…”.
“Me encargaré”, espeto interrumpiéndola para apresurar mis pasos al ascensor, sin percatarme de que una mujer tropieza conmigo y de su bolso caen cosas esparcidas en el suelo junto a monedas que ruedan por el suelo.
Me inclino a ayudarle ya que, todos le pasan por un lado mirándola con insignificancia. Detengo mi mano en una moneda que iba a atrapar cuando un zapato italiano brillante la cubre evitando que corra más lejos.
Deslizo mis ojos hacia el recorrido del hombre, amplio mi campo visual para poder mirarle bien.
El sujeto lleva un traje de sastre completamente azabache de tres piezas que agita alguna que otra de mis zonas sensibles, él tiene un cuerpo delgado pero atlético de esos que se notan a través del traje que tienen muchos músculos, roza lo sensacional para mí lo sugestivo, atractivo y sumamente ardiente.
Quedo impactada con la masculinidad magnifica del sujeto. Me levanto de un salto cuando él se inclina a sostener la moneda en su mano.
Mi corazón no está para este tipo de situaciones. Doy un paso atrás cuando me percato de que nos estamos mirando durante mucho tiempo. Es un arrasador magnetismo que se creó en segundos. Pestañeo, pero, tropiezo tratando de alejarme de lo que provocó en mi cuerpo con su presencia.
Él me sujeta la mano, ayudándome a levantarme y la vergüenza se instala en mis mejillas al igual que una sensación er%tica en mi vientre cuando nuestras manos se tocan.
“¿Sueles tropezarte así?”, cuestiona sin más, desconcertándome.
Niego con la cabeza, él, esboza una sonrisa sumamente er%tica. Entregándome la moneda que rápidamente le doy a la Señora.
“Gracias, Señorita”, menciona ella amablemente.
“No hay de qué, disculpe por tropezarme”, digo y desaparece.
“Bueno, al parecer sí me tropiezo seguido”, agrego nerviosa al percatarme de que me está observando con intensidad.
Su cabello oscuro como el carbón enmarca su rostro que podría hacer llorar a los celestiales por tan atractivo que es. Sus ojos se agudizan ligeramente; por lo demás, sus rasgos muestran imperturbabilidad. Carraspea su garganta, y me aparto de su camino.
El corazón sigue palpitando fuerte, y es que el hombre huele divinamente.
“Bueno, no lo hagas más, es molesto”, manifiesta de repente, dejándome perpleja por su cambio repentino de humor.
No le culpo, quizá le parecí una tonta, entre tanto, su voz suena culta y suave… tan áspera que me agitó el estómago y me hizo pensar en se%o; uno tan extraordinario como ninguno.
‘¿Es posible tener un org%smo con solo escucharle?’, me cuestiono muy caliente y no me explico qué me ocurre.
El sujeto pasa de mí fríamente y sigue su camino, admiro su espalda ancha, su altura y lo bien que le queda el pantalón que marca su trasero. Muerdo mi labio airándome para mantenerme en el ascensor antes de que convulsione por imaginarme la idea de hacer el amor cruda y salvajemente con ese sujeto mientras clavo las uñas de las sábanas.
‘¿Qué te está sucediendo, Valeria?’, niego con la cabeza, enfocándome de nuevo a lo que vine.
Ese hombre enigmático no se despega de mi mente en los siguientes segundos…
Detengo mis pies al escuchar la voz de mi padre, quien en este momento se encuentra con los abogados de ambas partes y el comprador, que parecían haber llegado a un acuerdo.
“Señor Green, es un honor que por fin hemos llegado a un acuerdo, así que, tenga la seguridad de que a partir de este momento nuestra relación comercial se fortalecerá”.
Aprieto mis puños con molestia al escucharle vender algo que no le pertenece.
“Perfecto, Señor Morat, tengo muchas ansias de que Grupo Birken sea parte importante de mi corporación… un éxito para ambos”, comenta el Señor Thomas Green.
Reacciono de inmediato y abro la puerta para no dejar que avance más esta injusticia.
“¡Detengan esto! ¡El trato no puede y no se cerrará!, manifiesto invadida por la rabia al verlos a la cara nuevamente después de cinco años, noto de inmediato lo enfurecidos que se ven.
‘Nunca pensaron en lo más remoto que seguiría viva’, pienso.
“¡Valeria! ¡¿Qué mi%rda haces aquí?!”, espeta mi padre de manera incrédula para ponerse de pie y encararme.
‘Pensaron que me había suicidado por mi vergüenza’.
Marla hace lo mismo, se levanta apartando a mi padre para señalarme con su dedo de manera grosera y tajante.
“¿Quién te crees para interrumpir así, qué estás haciendo?”, pregunta molesta.
“¿Acaso no es obvio? Soy la heredera de Grupo Birken, ni más ni menos y he venido a evitar que lo vendan”, espeto encarándola sin doblegarme.
‘Pensaron que nunca reclamaría lo que me pertenece’.
Paseo mi mirada por el grupo de personas que nos observan con atención, pero; uno en específico llama mi atención.
“Hola, un gusto, soy Valeria Morat. Estoy aquí para recuperar lo que legítimamente es mío. Mi abuelo le entregó esta empresa a mi Madre y ella afirmó que yo sería su sucesora… de hecho, hay un documento notariado por los abogados de la familia. Por consecuencia, mi padre y mi madrastra no tienen derecho a vender mi empresa y desde este momento me haré cargo de ella”, espeto con firmeza.
Thomas Green; el ejecutivo de ojos claros, parece sorprendido y desconcertado, recibe susurros de sus asesores como de sus abogados mientras que mi padre y Marla actúan con nerviosismo, porque decenas de millones están por escaparse de sus manos corroñosas.
“¡Mentiras, puras mentiras!”, gruñe mi padre.
“Cuando murió tu Madre esta empresa pasó a mis manos, me pertenece. Puedo hacer y deshacer lo que quiera con ella”, agrega enervado y un poco desesperado.
Dejo salir un resoplido, tratando de calmar mis impulsos.
“Es cierto”, añade Marla de manera patética.
“¡Hija de p$rra, te enseñaré a respetar en este momento!”, manifiesta eufórica alzándome su mano para abofetearme en un intento inútil de echarme del lugar.
Sostengo su muñeca para evitar que me golpeé, lanzo su mano con asco apartándola de mí y doy un paso atrás acomodándome el blazer.
“Desgraciada, te atreves a poner resistencia”, gruñe frustrada por no haberme golpeado como anteriormente tuvo la oportunidad de hacer.
“Se nota que no sabes de lo que soy capaz de hacer, ¡Pondré fin a tu miserable vida!”, agrega alterada abalanzándose sobre mí, esquivo sus intentos de atacarme como pordiosera.
Pero de repente, al estar cerca de conseguirlo, un estallido en la mesa la detiene, llamando la atención de todos. Es el Señor Green que se levanta de la mesa observándonos con molestia.
“Señor Morat, veo que su empresa está experimentando una disputa. Lo solucionará primero y una vez lo haga, resolviendo el problema… podremos reanudar nuestro trato comercial”, manifiesta de repente, dejándolos atónitos, perplejos y con la mandíbula dislocada.
Marla se aleja de mí bajando sus manos, se encuentra apenada por su comportamiento soez. Que fue el que provocó alterar a su potencial comprador, ahora se encuentran ansiosos y con más ganas de hacerme la vida cuadritos, pero, a mí me sirvieron los cinco años para tener cojones y defenderme.
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