Destinada a amarte -
Capítulo 145
Capítulo 145:
Pov Vladimir.
“Me encargaré de esto”, menciona refiriéndose al cuerpo, evidencia y demás.
“Gracias, Harrison, estoy en deuda contigo”.
“No, tu deuda está saldada. Somos familia”, declara y aprieto su mano para irme.
“¡Disculpa por mi Jade, quizá Valeria ya esté ebria por culpa de ella!”, dice a mi espalda haciéndome sonreír.
Salgo por la parte trasera acompañado de Dante.
“Nunca te atormentará”, menciona con experiencia.
Le miro y palmeo su hombro.
“Ya nada me atormenta”, respondo con seguridad a lo que él me sonríe.
Pov Valeria.
Salgo tambaleándome del club, ya no puedo beber más y Jade está peor que yo gritándole a todos que quiere a Gideon entre sus piernas.
“¡Gideon! ¡¿Dónde está mi escolta?!”, grita y me acerco a ella silenciándola. Tania y Katia se despiden de nosotras caminando hacia el auto.
“¡Brindo por los chupitos y los hombres encuerados!”, exclama Tania; la Madre de Vlad al tope de ebria. Katia ya está vomitando en la acera y no puedo creer que hemos terminado en este estado.
“¡P$nes por doquier!”, agrega, suelto una carcajada junto con Jade.
“Gracias por venir, Tania. Pero quiero que me escuches; vas a tomar mucha agua y ambas se van a encerrar en la habitación del hotel ¿¡Entendido?”, digo hacia ella.
“¡Sí capitana de p$nes!”, suelta riéndose y termina de entrar al auto sosteniendo un vaso con forma fálica gracias a Jade que también le entregó un collar con muchos p$nes y solo espero que Mikhail no sepa de esto.
Katia se limpia el vómito y me abraza.
“Te quiero, cuñada ¡Eres la mejor!”, exclama, se tambalea en los tacones y entra al auto o se lanza.
Sus escoltas se suben en la parte delantera y vuelvo mi mirada a Jade cuando el auto desaparece de mi vista.
“A la cama, querida”, digo llevándola a su auto.
Se detiene en la puerta y me mira sosteniendo mi rostro.
“Eres mi mejor…amiga ¿Está bien? Juntas para siempre”, balbucea.
“Para siempre”.
“¿Lo prometes?”, pregunta acariciando mi cabello.
“Sí, lo prometo”, respondo besando su mejilla.
“Ay…te quiero tanto, tengamos bebés juntas de nuevo”, dice haciéndome sonreír. Le guío hacia la parte trasera del auto y le lanzo un beso.
Ella se asoma en la ventanilla airando su rostro, Suelto un suspiro abrazándome por el frío que cala mi piel ante la falta de tela y tangas. Uno de los escoltas nuevos me proporciona un abrigo y al frente de mí se detiene de repente, una limusina oscura.
Abro los ojos con sorpresa cuando se abre la puerta mostrándome los océanos excitantes de Vlad junto a una sonrisa.
“¿Lista para rememorar la primera vez, Señora Novikov?”, pregunta y su sola voz me estremece de forma deliciosa.
“Siempre lista y dispuesta, Señor Novikov”, respondo mordiéndome el labio y sonrío por el latir de mi corazón que solo se siente así por Vlad.
Vladimir es el único capaz de hacerme sentir como las primeras veces; una y otra vez.
Recordándome que estoy destinada a adorarlo.
El vapor de nuestros cuerpos se acumula en el interior de la limusina, nuestros besos son lascivos, candentes y vehementes.
Mientras que, mi cuerpo sube y baja en su regazo luego de que subió mi vestido encontrándose con mi desnudez, no pensó dos veces en hacerme suya… Vlad sabe qué hacer en cada momento; en este, lo necesitaba dentro de mí más que cualquier otra cosa.
“Vlad… ¡Sí!”, g!mo moviendo mi cadera con rapidez para sentir cada centímetro dentro de mí.
Estoy muy húmeda y sudada, no pudimos aguantar hasta llegar al hotel. Quisimos comenzar en la limusina que nos trae recuerdos muy calientes de nuestra primera vez.
Muerdo mi labio separándome de los suyos para tomar aliento y aprovecho de admirar sus luceros oceánicos mirarme con deseo, él aparta mechones de mi cabello que entorpecen mi vista y lo lleva detrás de mí oreja.
“Siempre te voy a proteger, cielo”, manifiesta desconcertándome.
Arqueo mi espalda cuando me embiste con fuerza con su p$ne más endurecida que nunca, g!mo buscando sus labios para besarle tiernamente mientras me corro sin previo aviso encima de él.
“Adoro que lo hagas, grandote”, digo y eso provoca que él enloquezca de alguna manera.
Me tumba en el asiento colocándose encima de mí y abre bien mis piernas para entrar nuevamente en una embestida bestial que me arranca g$midos agudizados.
Cuando llegamos al hotel; los besos en el ascensor no faltaron y la persecución hasta la habitación que me sacó unas carcajadas y luego unos g$midos cuando sus manos acariciaron mis puntos de placer.
Una ronda apasionada con dos org%smos nos hizo acabar arropados en la cama, él besa mi coronilla y acaricio los vellos de su pecho con mis dedos mientras escucho su corazón latir con fuerza.
“¿Qué te trae tan pensativo?”, pregunto levantando mi mirada para vislumbrarle.
Él suaviza con su palma mi espalda desnuda hasta rozar la curvatura baja de mi trasero erizándome la piel.
“Tú, eres la única que está invadiéndolos”, dice y esbozo una sonrisa.
“Eso me halaga, pero… sé que no es cierto del todo”.
“Mmm”, gruñe mirándome.
“Mi esposa me conoce muy bien, me siento en desventaja”, agrega con cierto tono irónico.
“Quiero que seas totalmente transparente conmigo ¿Acaso crees que no vi tus nudillos lastimados?”, suelto y sus ojos parecen perplejos.
“Te escucho, grandote”, insisto.
Él suelta un resoplido.
“No quería que supieras, me odiarás o te daré miedo…”.
“Jamás, Vladimir. Eso no está en mis planes”, interrumpo tajante ante su insinuación.
Vlad se levanta de la cama quitándose la sábana de encima y me muestra su p$ne grande reposada sobre sus gónadas. Muerdo mi labio de solo mirarla y es que él me ha convertido en una insaciable.
Camina hacia el baño abriendo la ducha, salgo de la cama también desnuda y me acerco al umbral del baño mirándole cómo la lluvia de agua cae sobre su cabeza y hombros.
Gira su rostro mirándome y puedo ver algo de miedo en sus ojos. Mis latidos se encienden y apresuro mis pasos cortando la distancia, entro a la ducha con él sosteniendo su rostro.
“Dime, cariño. No hagas que eso te carcoma por dentro, no debes de volver a cerrarte con tus pensamientos torturantes… los desapareceremos juntos, siempre juntos”, digo acariciando sus mejillas; esa barba de días que cubre su mandíbula cuadrada.
Su pecho sube y baja por su respiración un poco acelerada.
“Maté a Damon Russell y no me arrepiento de haberlo hecho”, manifiesta de repente con su voz ronca. Abro mis ojos de golpe y mi corazón late con más fuerza.
“¿Cómo…?”.
“No necesitas saberlo, cielo”, reitera serio.
Arrugo mi cejo.
“¿Por qué lo hiciste? Ahora tus manos están llenas de sangre por mi culpa”, digo y la voz se me rompe por el nudo en mi garganta.
“No fue por tu culpa; lo hice para proteger a mi familia…lo volvería a hacer si se me presenta de nuevo, nadie puede intentar amenazar a quiénes amo y quedarse impune. Lo siento tanto cielo, sé que podría darte asco y…”.
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