Destinada a amarte -
Capítulo 129
Capítulo 129:
Pov Valeria.
“No, es que… quiero hacer una compra de un yate, pero el pago es en efectivo”, miento rápidamente.
“Podríamos proporcionarle menos que eso”.
“Seis”, dice Marla llamando la atención del gerente.
“Si… seis millones podría ser ¿Cierto? Mi esposo es un cliente importante del banco y pensé que podría hacer una excepción conmigo, por favor”, pido tragando con dificultad.
Él lo piensa unos segundos.
“Por supuesto, Señora Novikov, me permite por favor su documento mientras llena esta solicitud, prepararé el efectivo de inmediato”, acepta finalmente.
Él se levanta de su silla entregándome una planilla junto a una pluma bañada en oro. Le doy una sonrisa apretada y él sale de la oficina.
“Eres una buena mentirosilla”, espeta burlándose Marla.
“Seis millones… no está mal, aunque esperaba más”.
“No le harás daño a mis hijos”, digo tajante mirándola.
“El dinero primero tiene que estar a salvo conmigo y lejos en una isla afrodisiaca, en ese momento es que tus hijitos dejarán de estar en peligro, tienes que seguir trabajando para mí, además… se me ocurren unas cuantas torturas para ti de parte de mi hija Alice”, expresa helándome la sangre, acerca su mano a mi mejilla y me aparto aborreciéndola.
Me pongo a llenar la planilla. Esperamos unos minutos y el Gerente General vuelve a aparecer, pero con su celular en la mano.
“Su esposo está en la línea, pidió hablar con usted. Por leyes del banco solemos notificar al dueño principal de la cuenta”, anuncia y miro a Marla rápidamente quien me da un asentimiento.
Sostengo el celular en mi mano.
“Gracias…”, murmuro llevándomelo a mí mejilla.
“Hola, grandote”, digo tragándome el nudo de la garganta.
“Sabemos que es Marla Dubois de Morat quien está detrás de todo esto”, dice y mis latidos se aceleran. Aclaro mi garganta.
“Si, cariño, el yate que te dije”, digo sin saber qué más decir.
“Señora Novikov, ¿Necesita que hable con su esposo por usted?”, propone Marla.
Niego con mi cabeza.
“Te amo, cielo… saldremos de esto, te lo prometo, pásame con el gerente”, ordena Vladimir.
“Te amo, grandote”, murmuro entregándole el celular al gerente.
“Póngalo en altavoz, por favor”, pide Marla. Le asiento hacia el gerente.
“Señor Novikov, ¿Está de acuerdo con el retiro de seis millones en efectivo?”, pregunta Joseph.
“Sí, entréguele todo lo que pida mi esposa, ella es igual de dueña de la cuenta como yo”, responde Vladimir, suelto un suspiro.
Joseph nos sonríe.
“El dinero está listo, le acompañamos a su auto ¿Desean escoltas policiales?”, propone el gerente.
“No, tenemos nuestra propia seguridad, muchas gracias, Joseph”.
Nos acompañan a la salida trasera del banco y dentro de mi auto está alguien en el puesto de piloto, pues Marla me indica introducirme con ella en la parte trasera mientras que los trabajadores del banco colocan las bolsas con billetes en el maletero.
“Una bolsa aquí”, me pide Marta.
“Joseph, ¿podrías facilitarme una? Por favor”, pido y él asiente indicándole a uno de los trabajadores que la entreguen.
“Son seis en total”, explica Joseph.
“Muchas gracias”, murmuro despidiéndome de él.
Marla cierra la puerta a mi lado.
“Sácanos de aquí”, ordena a la mujer que está en el puesto de copiloto.
“Enseguida”, responde… la voz de Gisela.
Abro los ojos con sobresalto. Marla comienza a hurgar la bolsa de billetes y saca algunos metiéndolos en otra bolsa.
“Lo prometido es deuda”, dice Marla entregándosela a Gisela.
“¿Gisela…?”, pregunto perpleja. Ella conecta mirada en el retrovisor conmigo.
“Disculpa, Valeria, pero… necesitaba el dinero, mi abuela realmente está mal y el seguro del hospital no…”.
“¡Cállate, que lastimera!”, replica Marla.
Mis ojos se escuecen al sentirme traicionada de esta manera,
“Pudiste pedirme el dinero a mí, no hacer… esto ¡Mis hijos están en peligro y tú también eres culpable!”, exclamo enfurecida.
“No, Valeria. Marla prometió que no te haría daño ni nadie saldría herido”.
“¿Dije eso? No lo recuerdo”.
“¡Si lo dijiste!”.
“¡Haz silencio y maneja, cumple con tu trabajo!”.
La miro con odio y veo cómo Gisela llora asustada.
“¿Ahora qué quieres?”, pregunto hacia Marla.
“Se me ocurren…”, sus palabras se cortan por el sonido del celular de Gisela
“¡Te dije que te deshicieras de tu celular!”, grita Marla alterada.
“Lo siento, es que pensé que no cumplirías”.
Ella ve la pantalla de su móvil.
“Es el Señor Novikov”, anuncia. Mis latidos se aceleran más.
“¡No contestes!”.
“Tiene que contestar, él sospechará”, digo.
“¡Llegas a decir algo de más y te vuelo los sesos!”.
“Advierte Marla hacia Gisela amenazando con su arma”.
“En altavoz”, ordena Gisela en medio del sollozo lo contesta la llamada.
“Gisela, sabemos que estás manejando el auto de mi esposa y que Marla está amenazando a Valeria ¿Sabes qué sucede cuando se atreven a poner en peligro a mi esposa? Normalmente mueren, en la cárcel o terminan en un p%to psiquiátrico. Espero que elijas bien dónde acabar porque soy el hombre capaz de incendiar el maldito mundo por su esposa”, manifiesta imponente Vladimir, eriza mi piel y coloca como locomotora a mi corazón.
Marla abre sus ojos con asombro al escuchar a mi esposo y esbozo una sonrisa.
“Señor… perdóneme yo no hice nada malo, la anciana dijo que nadie saldría lastmado”, dice Gisela sollozando.
En el fondo me da pesar, uno en el desespero es capaz de hacer muchas cosas con tal de salvar a quien se ama.
“¿Anciana?”, murmura Marla enfurecida presionando el cañón del arma en la nuca de Gisela haciéndola temblar.
“Entonces supongo que eliges la cárcel”, dice Vladimir con seriedad”. Esa es mi misericordia para lo que debería hacerte pagar”, declara provocándome un suspiro.
“Presumo que Marla Dubois está escuchando”, pronuncia ahora llamando la atención de Marla.
“¡La voy a matar si haces algo!”, advierte exaltada.
“No, no lo harás… vamos a negociar, dicen que eres buena en eso, así que, hagámoslo”, propone Vlad.
Marla se carcajea al no creerle.
“Vladimir dice la verdad”, digo, y suelto un jadeo de dolor cuando Marla me empuja contra la puerta del auto en movimiento.
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