Destinada a amarte -
Capítulo 128
Capítulo 128:
“Aún no ha pasado suficiente tiempo, si metes a la mafia en esto, Brendan querrá tomar control de la situación y sabes cómo trabaja él…”
“Lo sé, por eso quiero que se inmiscuya, cuando sepa lo que sucede con Valeria querrá buscar en cielo y tierra como lo hago yo, pero tiene más control con sus hombres y hará que la mujer que se atrevió a tocar a mi esposa pague por ello”, manifiesta entre dientes encarándome.
“Supongo que se cancela la cena de hoy, de igual manera necesitaba un día más para pensar cómo le diré todo a Brendan”, digo junto a un resoplo.
Hago ademán de llamar a Brendan, cuando veo a Gisela tomar sus cosas para irse.
“Espera ¿Te vas tan pronto?”, pregunto hacia la chica introvertida.
“Mi abuela que está enferma me necesita”, menciona rápidamente.
“Además, la policía ha acordonado el edificio, supongo que nos enviarán a casa y la policía ya me interrogó, comunícame por asentimiento”.
Ella observa a Vladimir quien se muestra con una cara de pocos amigos y se apresura huyendo.
“Qué extraña esa chica”, digo marcándole a Brendan.
“Muy extraña”, menciona Vladimir pensativo.
Pov Valeria.
Una hora y veinte minutos antes…
Marla me hace tomar mi monedero con mis tarjetas del bolso junto con mi identificación, lanza mis cosas al suelo y me obliga a caminar hacia mi auto, me hace entrar desde el puesto del copiloto sin dejar de apuntarme con su arma.
“El asiento del piloto”, ordena para que me arrastre y coloco mi trasero en el asiento al frente del volante mientras que ella se coloca a mi lado cerrando la puerta con fuerza.
“Maneja, te indicaré a dónde ir ¡Ya!”, exclama.
Asiento encendiendo el auto para sacarlo del estacionamiento, de repente, el tablero de mi auto recibe una llamada de jade. Miro a Marla que tiene una gorra negra igual que todo su conjunto.
“¡Ni se te ocurra!”, grita en cuanto ve mi intención de contestar.
Mi corazón palpita con fuerza. La llamada de Jade se va al buzón y luego recibo una de Vladimir, quiero arriesgarme a contestar, él sabrá que estoy en peligro.
Trago con dificultad mirando la pantalla en el tablero con el nombre de mi esposo. Mi respiración se altera y rápidamente separo la mano del volante para acercaría a la pantalla.
Marla me detiene a punto de presionar con la punta de mi dedo. El cañón de su arma se posa en mi costado. Aprieto mi mandíbula y detengo el auto en el primer semáforo. La llamada se pierde y mis ojos se escuecen.
Hago un movimiento para empujarla de mi lado y abrir la puerta de mi costado, ella me detiene.
“Entiendo tu comportamiento de mamá leona, pero llegas a responder una de las llamadas o hacer lo que intentabas y esto saldrá muy mal”, advierte con dureza.
Le encaro con odio.
“¿Qué mi%rda quieres, dinero, joyas, lujos? Te daré todo si nos dejas en paz”, digo ya desesperada.
“¡Insolente! Luego de lo que nos hiciste pasar, no lo tendrás fácil”, exclama enojada y mueve ahora el cañón de su arma a mi vientre abultado, me provoca un sobresalto y tiempo por eso.
Tomo una bocanada de aire con mis latidos enfurecidos en mi pecho.
“No dejaré que le hagas daño a mi bebé ni a mí familia”, gruño entre dientes decidida a defender a los míos hasta arrastrarme en el suelo de ser necesario. Marla sonríe sardónica.
“Avanza, daremos un paseo por el banco y veremos si sigues pensando lo mismo”, demanda desconcertándome. Suspiro colocando el curso el auto de nuevo, luego de escuchar los cláxones detrás de mí.
Marla se pone a mensajear en su celular sin dejar de apuntarme con su arma.
“¿Por qué haces esto? Si es por dinero, tienes que saber que yo no tengo lo suficiente, mi padre y Alice arruinaron la compañía y apenas nos estamos levantando de lo que nos hicieron”, digo tratando de buscarle conversación o hacer tiempo.
“Sé que tú no tienes, pero tú esposo sí”, dice y abro mis ojos.
“No puedo sacar dinero de él, mucho menos grandes cantidades”.
“Sí que puedes, eres una Novikov, solo hace falta tu apellido”, menciona y comienza a hurgar mi tarjetero, veo de soslayo que encuentra la tarjeta de crédito que me había dado Vladimir el día de nuestra boda.
“¡Bingo! Una tarjeta dorada ilimitada, dinerito fácil”, suelta efusiva celebrando.
“A él le avisan los movimientos de esa tarjeta.
“£n eso ayudarás tú a menos que quieras que les suceda algo a estos dos niños”, indica de repente, alza su celular mostrándome la pantalla en donde aparecen fotos de los mellizos jugando en el jardín.
“Tengo un francotirador, a un llamado…”.
“¡Maldita!”, exploto ante la frialdad de su amenaza. Mis ojos se escuecen y aprieto con fuerza el volante.
“Llegas a tocar a mis hijos y juro que te mato, sabrás cuán leona soy”, advierto eufórica mientras mi corazón está enloquecido.
Las lágrimas se me deslizan por las mejillas y comienzo a respirar con dificultad.
“No lo haré si cumples al pie de la letra mi pedido… Alice tenía razón, eres una persona diferente a la mujer que conocíamos”, menciona.
“Valeria Morat dejó de existir en cuanto me fui de la mansión Morat”.
“Lo noto, veremos cuán de eso es cierto y de lo que serás capaz de hacer por tus hijos”, manifiesta y no dejo de pensar en mis pequeños.
Estaciono el auto en la parte trasera del banco, un oficial se coloca en alerta al vernos.
“Baja del auto y preséntate como la Señora Novikov, que necesitas hablar con el gerente porque harás una transacción importante”, ordena dejando el arma debajo del asiento.
Se acomoda el cabello y hago lo que me pide, bajo del auto acomodando mi falda tubo ejecutiva y el oficial posa sus ojos en mí.
“Buen día, Oficial, soy la Señora Valeria de Novikov, requiero una transacción con el gerente”, digo con una sonrisa fingida.
Él mira a Marla a mi lado.
“Es mi asistente”, explico rápidamente, no puedo arriesgar la vida de mis hijos.
“Bienvenida al banco J.P.Morgan Chase, Señora Novikov”, anuncia el oficial dejándonos pasar, nos requisan en el arco detector y nos invitan a adentrarnos a una oficina a la espera del gerente del banco.
Tomo asiento con los nervios de punta.
“Vas a pedir una cantidad de tres millones de dólares… no, mejor unos diez millones de dólares”, manifiesta efusiva Marla. Abro mis ojos con sobresalto.
“No me darán esa cantidad…
“Haz que te la den y en efectivo… que lo metan en bolsas del banco y procura no levantar sospechas de la policía o tendrás dos funerales”, dice mirándome con locura en sus ojos.
El gerente entra a la oficina con una sonrisa,
Marla se coloca erguida sonriendo también. Me levanto y le estrecho la mano.
“Señora Novikov, es un placer tenerla aquí ¿En qué podemos ayudarle?”, pregunta el gerente. Miro la placa con su nombre encima del escritorio.
“Puede llamarme Joseph, ¿Desean algo de beber? Tomen asiento, y felicidades por su embarazo”, menciona mirando mi vientre. Aclaro mi garganta asintiendo.
Ambas tomamos asiento y él detrás del escritorio mirándonos.
“Gracias, Joseph, será rápido, Quisiera retirar de la cuenta mancomunada que tengo con mi esposo; el total de diez millones de dólares en… efectivo”, pido a lo que él abre los ojos con sobresalto.
“Diez millones… señora Novikov, eso es imposible, no podremos darle esa cantidad en efectivo ¿Desea hacer una compra de un bien? Porque podemos proporcionarle un crédito exclusivo”.
“Necesito el dinero en efectivo”, intervengo cuando siento la mano de Marla apretar mi muñeca.
“Bien, ¿Ocurre algo malo, Señora Novikov?”.
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