Destinada a amarte -
Capítulo 119
Capítulo 119:
Golpea con más fuerza su p$ne dentro de mí.
“¡Córrete para mí!”, exclama entre dientes de repente.
Agradezco por eso y sin esperar mucho, mi org%smo me avasalla con espasmos y g$midos agudizados.
Mi piel suda mientras mi v%gina se chorrea por mi placer y su p$ne se empapa. Esbozo una sonrisa cuando mis piernas tiemblan.
“Aún no he terminado, cielo… te dije que cuando camines me sentirías dentro de ti”, susurra en mi cuello sujetándolo para hacerme curvear la espalda hacia atrás, y él me p$netra con potencia buscando que otro org%smo me invada con vehemencia.
Cuando se trata de Vladimir es potencia, voltaje y sobre todo… intensidad. Sale de mí sin previo aviso y me mueve hacia el sillón tantra, desatándome la corbata y me coloca boca arriba, mi pelvis queda alzada mientras que mi v%gina está a la altura perfecta para que su p$ne entre en mí.
Me sostengo a los lados del sillón. Baja el escote de mi blusa y mis tacones quedan al aire.
“Eres tan hermosa”, gruñe admirando mis pechos sensibles para volver a embestirme con fuerza.
G!mo arqueándome en el sillón recibiendo cada centímetro de su carne venosa y palpitante. Veo sus ojos oscurecidos del deseo y otro org%smo vuelve domarme mientras él sigue estimulándome a la perfección.
Grito con descontrol domada por el placer y al mismo tiempo siento cómo él explota dentro de mí llenándome por completo. Busco acercarme y sujeto su camisa para llegar a sus labios besándolo con vehemencia.
“Gracias… grandote”, digo jadeante.
“Te amo, cielo”, manifiesta llamando mi atención.
Tomo sus labios de nuevo y sé que nos espera más placer por disfrutar.
Una hora después…
Luego de poder caminar con normalidad de nuevo y acomodar mi ropa, salimos del cuarto de placer donde nos hemos metido.
“¿Qué es este lugar?”, pregunto mirando las puertas rojas.
“Es Sodoma, si no fuera por esto, su nombre no sería justo”, explica con simpleza.
“¿Solías…?”.
“No, es primera vez que entro a este lugar”, declara con sinceridad.
Asiento aún con mi corazón palpitando con fuerza y los espasmos del placer siguen presentes.
“Val, Vlad! ¡¿Dónde estaban, teniendo se%o?!”, exclama Jade corriendo hacia nosotros.
“¿Me sientes dentro de ti?”, pregunta en un susurro Vladimir, abro los ojos mirándole y trago con dificultad asintiendo porque es así.
Ella termina de llegar hacia nosotros.
“Me quedé preocupada, se han llevado al sujeto a rastras del lugar, todo ocurrió tan rápido”, habla con rapidez.
“Todo está bien, ¿Seguimos la celebración?”, propongo acalorada.
Gideon le entrega una bebida a Vladimir y él le da un trago mirándome, le doy una sonrisa juguetona porque sé que, más tarde seguiremos con la faena lujuriosa, pues ambos desistimos del dichoso castigo.
Veo en la pantalla de mi celular de nuevo la ecografía del bebé que se está formando perfectamente. Recuerdo el rostro conmocionado de Vlad y sus ojos llorosos igual que los míos al escuchar los latidos.
“Señora Valeria”, llama Gisela en la puerta de mi oficina. Asiento hacia ella bloqueando la pantalla del celular.
Ella deja una Tablet sobre mi escritorio.
“Las últimas noticias que me pidió recolectar y otra más”, anuncia, arrugo mi cejo. Coloco mis ojos en la Tablet y el video comienza a reproducirse.
“Una sentencia de más de veinte años por falsificar evidencia, fraude, lavado de activos y manejo ilícito de su compañía ahora en quiebre”.
“La detective Beltrán dará una rueda de prensa disculpándose por la equivocación y arresto injustificado hacia la Señora Valeria Morat de Novikov…”, habla la periodista y muestran las imágenes de mi padre siendo llevado a un auto junto con sus abogados y a Alice que tiene unos lentes oscuros, finge que no le afecta el que su vida se ha arruinado.
“¿Y Marla?”, pregunto desconcertada al no verla.
“No hubo pruebas en contra de ella, lo lamento, Valeria”, explica Gisela. Suelto un resoplido por eso.
Ella mueve a otro video mostrándome al Doctor y amigo de Vladimir. Trago con dificultad, pues lo escoltan hacia una patrulla policial.
“El Doctor de renombre Tom Gray, se ha entregado a la justicia luego de decir que está implicado en uno de los crimines de la ex cantante Hannah Taylor, quien cumple su gran sentencia en el psiquiátrico de Manhattan luego de que…”.
Bloqueo la Tablet, no quiero saber más, estoy sorprendida por lo de Tom, Vladimir debe de estar devastado.
“¿Quiere que le traiga un té?”, propone Gisela. Le esbozo una sonrisa.
“Aún no ha visto la noticia sobre el hermano de su esposo, le han dado arresto domiciliario”, la sonrisa se me borra.
“Esto es una locura”, espeto.
“Él quiso matarme”, declaro, hago ademán de levantarme y me mareo. Gisela se acerca a mí, ayudándome.
“Debería de reposar, ha vuelto muy pronto al trabajo, además de todo lo que está sucediendo”, expresa y niego con la cabeza.
“La compañía depende de mí”.
“Pero…”.
“Gracias, Gisela”, interrumpo para que no insista.
“¿Mi esposo no ha llamado? Debería de estar aquí, luego de su terapia”, pregunto.
Ella niega con la cabeza.
“Creí haberle notificado que la terapeuta no lo vería hoy… lo siento tanto, es que desde que se reabrió la compañía me he cargado de responsabilidades, como usted también. Necesita encontrar un nuevo gerente general”, responde desconcertándome, pues tiene razón, no puedo cargarla a ella de cosas que no le competen.
Asiento con mi cabeza.
“¿Qué ocurrió con la terapeuta? Llamaré a mi esposo de inmediato”, digo con una mala corazonada en mi pecho.
“Tuvo un percance y movió la consulta para mañana”, explica y abro los ojos con sobresalto.
Pov Vladimir.
Espero fuera del consultorio de la terapeuta mientras que Dante está en el auto. Me levanto en cuanto veo que la hora ya se le ha pasado. Camino hacia la recepcionista.
“Disculpe, estoy esperando a mi consulta con la terapeuta Sofía Ficher”, anuncio, la recepcionista me mira con desconcierto.
“Le avisé a su contacto de emergencia que no vendría hoy, ¿no le notificaron? La terapeuta tuvo un percance, su consulta se ha movido para mañana”, anuncia y arrugo mi cejo.
“Disculpe, gracias”, digo y ella asiente con una sonrisa.
El desconcierto me invade, pero, no decido darle muchas vueltas. Suficiente tengo con que el que pensaba era mi mejor amigo me admitió todo y decidió entregarse para investigación con todas las de la ley y que Dmitry esté en casa, gracias a los excelentes abogados que tiene la familia y porque Tania no debe de saber aun lo que ocurrió realmente.
Bajo al estacionamiento subterráneo, y vislumbro el auto de Dante. Me parece extraño que no me abra la puerta, cuando lo hago yo, me introduzco y lo veo al volante.
“¿Acaso te pago menos? Porque pareces molesto”, espeto con dureza. Él no me contesta, al contrario, coloca el auto en movimiento”.
“¡Dante! ¿Qué mi%rda te ocurre?”, espeto enfurecido por su falta de respuesta y porque comienza a manejar con gran velocidad y sin cuidado.
“No soy Dante, soy Cassian, maldito enfermo”, manifiesta la voz que me congela por completo, los recuerdos me avasallan, todos los horribles recuerdos y es como si la pesadilla volviera cobrar vida. Él se detiene en un semáforo y miro el cinturón. Siento el frío de un cañón en mi nuca.
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