Destinada a amarte
Capítulo 115

Capítulo 115:

“¿Acaso no escuchaste a Zayn? El monstruo regresó”, cita con miedo.

“No se trata del monstruo del que piensas, él siempre ha tenido la pesadilla con un dinosaurio que con alas y le dice monstruo, al parecer comió muchos dulces y eso le provocó la pesadilla”, explico cruzándome de brazos, él arruga su cejo.

“Quiero escucharte decirme que no me quieres en tu vida, como también no deseas a este bebé, dímelo y me iré con mis hijos”, pido con el nudo en la garganta.

“¡Dime que no me amas! Solo así sabré que mi lugar no está a tu lado, dime que no me adoras, que todo ha sido una mentira… porque el Vlad que amo, estaría feliz de este bebé y de nosotros”, presiono.

“¡Quería decidir, que pudiera avanzar con mi condición, así podríamos planearlo…por eso te pedí que fueras a la clínica para colocarte en control y no lo hiciste, Valeria!”, dice con dureza.

“¿Ahora soy ‘Valeria’? Pensé que era tu ‘cielo’”.

“Lo eres, siempre lo serás”, reitera.

Suelto un resoplido pasando mis manos por mis mejillas para barrer las lágrimas fugitivas.

“Fui una egoísta, lo sé… pensé que no sucedería tan rápido, créeme, también estoy asustada. Traer al mundo a un bebé con un maldito loco obsesionado contigo, nunca fue mi sueño, pero desde el momento en que se me cruzó por la mente tener más hijos tuyos, me he ilusionado. No me odies, grandote”, digo con la voz rota.

Él rompe la distancia cuando mi sollozo explota. Me envuelve en sus brazos.

“En mi corazón no existe el odio hacia mi cielo, no te atrevas a decir eso de nuevo”, dice erizándome la piel, me aparto de él encarándole.

“¿Lo haremos, Vladimir? ¿Tendremos juntos a este bebé?”, pregunto al no escuchar alguna respuesta certera de su parte.

Él desvía la mirada.

“Vladimir”, insisto.

“Cielo, yo… tengo miedo”, murmura. Lleno mis pulmones de aire.

“Dime que me amas y lo resolveremos”, pido, al nunca escucharle decirlo.

“Valeria…”.

“¿Me amas, Novikov?”, espeto ante sus divagues.

“¡Te amo!”, exclama acelerando mi corazón y abro los ojos de par en par.

“Tanto que… duele, te amo con cada tramo de mí, estás en cada rincón de mi cuerpo y no dejo de pensarte, aun estando a tu lado”, dijo.

“Desde el desquiciante momento en que apareciste con tus pantaloncitos de mezclilla rotos y nuestra primera cita, Dios, al verte perdí la razón de mí y solo quería tenerte para mí… lo disimulé, pero, desde ese instante, Valeria Morat de Novikov, me reclamaste como tuyo”, manifiesta dejándome ahora perpleja y mi cuerpo reacciona a lo que él dice con sinceridad, sus ojos se humedecen y decido cortar la distancia una vez más.

Envuelvo su cuello con mis brazos y me abalanzo a sus labios para tomarlos en un beso intenso que podría encender una chimenea en medio de una gran tormenta de nieve.

“¿Me perdonas?”, pregunto sobre sus labios.

“Dicen que, el amor no pide perdón”, dice mirándome con sus océanos.

“No hay nada qué perdonarte, cielo”, declara pegando su frente de la mía, nuestras respiraciones de un momento a otro se desnivelan y podemos escucharlas.

“Pero, sigo enojado contigo”, dice desconcertándome, pestañeo admirando su semblante.

“¿Por qué estás enojado?”, pregunto tajante.

“Dudaste de que realmente te amo, e insinuaste que dejaría que te fueras de mi lado… estoy muy enojado por eso”, dice con seriedad, arrugo mi cejo.

“¿Lo dices en serio?

“Muy en serio, cielo”, responde y me aparto de él pasando mi lengua por las encías.

“No puedes estar enojado conmigo.”

“Si puedo”, reitera.

“¿Entonces qué harás, me castigarás hasta que se te pase el enojo?”, cuestiono arqueando mi ceja.

Él esboza una sonrisa que provoca la contracción de mi v%gina.

“Esta vez; te castigaré sin placer, cielo… además, tenemos que velar por la salud del bebé”, manifiesta y pienso que me moriré.

“No, eso no”, niego con la cabeza.

Posa su mano en mi mejilla para acariciar mi piel.

“Si, eso sí. Podrás con eso, cielo pervertido”, declara disfrutando de esto.

“Comienzo a odiarte”, gruño, Vlad camina hacia el baño quitándose la camisa para dejarme ver su espalda musculada

‘¿Cómo me voy a resistir a esto?’, me cuestiono.

“¿Segura de eso?”, pregunta de una manera muy sugestiva que me hace pensar en miles de cosas pecaminosas.

Mi corazón tiene los latidos alterados desde que entré a la habitación y me doy cuenta que con Vladimir es vivir realmente en una montaña rusa de emociones. Él suelta una risita y se comienza a quitar el pantalón junto con su bóxer, llevándome a admirar su trasero en forma de corazón.

Muerdo mi labio y siento no podré aguantarme mucho, pues cuando se da la vuelta, veo el resto de su cuerpo con su abdomen marcado, algunos vellos forrándolo, esa ‘V’ libidinosa y su p$ne… ese majestuoso montículo de carne perfecto, que deseo dentro de mí.

“¿Vienes?”, propone de repente. Abro mis ojos de golpe.

““No prometo portarme bien”, advierto jadeante.

“Unos azotes en tu trasero se encargarán de eso”, dice, suficiente para hacerme correr hacia él quitándome la ropa.

Luego de que Vladimir me zurrara el trasero y me corriera por la frustración se%ual nos quedamos acostados sobre la cama, mientras su brazo grande me envuelve contra él en un abrazo. Él dijo que no habría placer, pero, sí hubo algo de eso y… quería más.

“¿Estás emocionado por el bebé? ¿Feliz?”, pregunto dudosa.

“Más que emocionado, estoy muy feliz, por más que en el fondo tenga miedo”, declara, levanto mi mentón para observarle en la penumbra de la habitación.

Mi corazón se enloquece al escucharle.

“Mañana me haré unas pruebas y tendríamos que ir a control”, expreso mordiendo mi labio. Escucho que él resopla.

“Juntos podremos con todo”, afirmo llamando su atención.

“Por algo el destino nos unió, y sé que fue por algo muy bueno, a parte de los mellizos, que estarán emocionados de tener otro un hermanito o hermanita”, digo, él acaricia con sus dedos mi cabello azabache y su respiración es compasada.

“Tienes toda la razón, cielo”, reafirma inclinándose para besar mi frente.

“Te amo, con locura, Valeria, gracias por hacerme tu esposo”, murmura erizándome la piel.

Adoro esas dos palabras pronunciadas por Vladimir, hacen que mi corazón salte extasiado.

“Te amo, Novikov”, digo, para sellar nuestras promesas de amor con un beso vehemente y muy caliente.

Abro los ojos luego de removerme en la cama, arrugo el cejo al tropezar mi brazo con el cuerpo de Vladimir.

Pestañeo un poco para verle dormir plácidamente con su mejilla aplastada en la almohada, giro mi rostro al buró y observo la hora… amaneció y él no me despertó ni tuvo pesadillas.

La sorpresa no cabe en mi rostro, pero no sé si sentirme más frustrada porque Superman no me hizo el amor a media noche o sentirme emocionada porque las medicinas y la terapia están funcionando; obviamente la segunda. Me acerco a él para pasar mi mano por su cabello espeso y brillante.

“Lo hiciste, grandote”, murmuro para él y beso su hombro. Cierro los ojos con una sonrisa en mis comisuras.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar