Destinada a amarte -
Capítulo 109
Capítulo 109:
“Soy tuya; mi piel, mis labios, mi v%gina, mi mente y mi corazón”, manifiesto viendo cómo él remoja sus labios, coloco mis palmas en su pectoral caliente y dejo salir un jadeo por la sensación.
“Que te quede claro con eso, de que no me arrepentiré ni ahora ni nunca Vladimir Novikov; eres mi esposo, el padre de mis hijos y a quien adoro. Si tu infierno para mí no fue impedimento, esto tampoco lo será”, declaro y comienzo a escuchar su respiración que se altera con mis palabras.
“Te tengo en cada parte y fibra de mi cuerpo; Valeria Morat de Novikov”, musita acercándose a mis labios para colocar su mano en mi nuca y atraer mis labios a los suyos en un beso pasional que moja mi entrepierna y calienta mi cuerpo.
Él chupa, muerde y saborea mi boca mientras danza con mi lengua libidinosa.
Los latidos de mi corazón golpean con fuerza mi esternón y todo indica que podremos conseguir unos cuantos org%smos más, pero, me detengo; separo mis labios de los de él, nuestras respiraciones están desniveladas y jadeamos por eso.
“Quiero enseñarte el pastel; luego podrás volver a tomarme a tu antojo, con sogas, antifaces o azotes”, expreso esbozando una sonrisa pecaminosa.
Vlad asiente con su cabeza y sostengo su mano para que salgamos del despacho, dejando atrás el pensamiento de que ese cuchillo existe y lo que conlleva él.
Suelto su mano en cuanto llegamos a la cocina y camino hacia el refrigerador; donde está el pastel con crema de vainilla y fresas encima perfectamente colocadas por Anastasia. Lo sostengo en mis manos y giro hacia él para ver su rostro. Sus ojos se engrandecen mientras vislumbra el pastel, la sorpresa invade su semblante.
“No me llevaré todo el crédito, Anastasia hizo gran parte de él”, me adelanto. Sonrío acercándome a él”,
“¿Vas a querer pedir un deseo? No sé si tenemos alguna vela, pero…”, él me detiene con sus labios sobre los míos.
“Lo acabo de pedir y ya se me cumplió”, musita y pestañeo.
“¿Pediste un beso? No me digas que desperdiciaste un deseo en algo que puedo darte sin problema”, le encaro arqueando mi ceja.
“No es desperdicio cuando se trata de un beso del cielo”, expresa con intensidad.
“Si lo dices así… el cielo te besará muchas veces”.
Muerdo mi labio colocando el pastel en la encimera. Deslizo mi dedo en la crema y lo acerco a su boca, pero cuando él hace ademán de probar, alejo el dedo de manera juguetona chupando la crema.
“Pruébame”, motivo dando un paso hacia él y Vlad no lo piensa dos veces; toma mis labios con vehemencia para hacerme soltar un g!moteo cuando se aleja.
“Delicioso pastel y tú”, manifiesta.
“Gracias, cielo”, agrega mirando mi rostro.
“Feliz cumpleaños, grandote”, murmuro con las mejillas ardiendo por él.
De repente, me gira empujando mi espalda a la encimera y me levanta para quedar sentada sobre ella; a un costado del pastel esperando a ser probado. Vlad ahora toma una de las fresas con almizcle y crema, para deslizarla en mi cuello hasta la montaña de mis pechos y se infla por lo que hace.
Abro mis piernas y él se coloca en medio llevándose la fresa a la boca mordiéndola. Suelta un g!moteo al degustar la fresa, luego de saborearla y hacerme agua la boca, se inclina hacia mí sacando su lengua para lamer el resto del dulce.
Tiro mi cabeza hacia atrás y me remuevo cuando mi v%gina se aprieta. No llevo nada debajo de la bata, a lo que él desata el nudo y la abre; encontrándose con mis p$zones erectos y mi v%gina brillosos por la lubricación.
“Estoy a punto caramelo por ti, grandote”, musito en un jadeo.
“Mi dulce y exquisito cielo”, gruñe entre dientes calentándome más de lo que ya estoy”.
Tendrás que hacer silencio ¿Podrás con eso?”, pregunta llamando mi atención.
“Si…”, digo por la bajo.
Él se inclina más para meter a su boca uno de mis p$zones mientras que con una de sus manos pellizca el otro y con la otra estimula mi cl!toris. Me descontrola en totalidad y sabe cómo manejarme a su antojo.
Muerdo con fuerza mi labio reteniendo los g$midos agudizados y comienzo a sentirme frustrada por no gritar el placer a los cuatro vientos. Entierro mis uñas en sus hombros cuando él comienza a m$sturbar la superficie de mi v%gina.
“Vladimir… por favor “jadeo antes de que comience a exclamar.
“Tus pedidos son órdenes y yo estoy para complacerte”, se aparta un centímetro de mí para bajar el chándal y saca su p$ne erecto; esplendoroso y lista para mí.
No me da tiempo de asimilar su magnitud cuando él la embiste dentro de mi v%gina, llenándome con su grosor y largo. Me abrazo a Vladimir y clavo mis dientes en la curvatura de su cuello para evitar g$mir con fuerza, pues sus embestidas son potentes y fuertes que hacen que me descontrole más de lo debido.
Ambos proclamamos nuestra pasión y más que eso en medio de la cocina, con un pastel presenciando cuánto nos deseamos, al punto de no querer estar lejos el uno con el otro.
A la hora del desayuno Ofelia me sirve jugo de arándanos, y mis ojos observan a Vladimir, sabemos lo que ocurrió anoche y en la madrugada cuando me despertó para llenarme de más placer. Aclaro mi garganta y veo a los mellizos hablando animadamente de “Vaca” quien vendrá a vivir con nosotros próximamente.
“No es una vaca”, espeta Zayn.
“¡Sí lo es! ¡Es vaca!”, replica Anastasia y esbozo una sonrisa. Vlad sujeta mi mano llamando mi atención.
Observo sus océanos.
“Mi cielo es hermoso, pero, hoy estás brillando”, manifiesta besando mi mejilla. Su halago enciende mis mejillas.
“¿Desean una rebanada de pastel?”, pregunta Ofelia a todos.
“¡Sí, pastel, pastel!”, exclaman al unísono los mellizos.
Parecen más conectados que nunca, como si jamás hubieran estado separados y a pesar de que, a veces suelen tener sus diferencias pasan rápidamente a disfrutar de algo en común.
“Por favor, Ofelia”, digo asintiendo.
“Quiero una rebana grande”, pide Vladimir goloso y clava sus ojos en mí.
“La crema… está deliciosa”, comenta y las imágenes de anoche me avasallan.
“Mami, ¿Podemos ir a la granja?”, pregunta de repente Anastasia.
“Claro ¿Cuándo quieren ir?
“¡Hoy!”, responden al mismo tiempo. Rio por eso.
“Bueno, creo que podemos hacer un espacio e…”. Mis palabras se interrumpen por el timbre.
“Iré a abrir”, anuncia Teodora, quien se encarga de dirigir el mantenimiento de la casa y en algunas ocasiones cuida de los pequeños, cuando Ofelia no puede.
Se retira de la cocina, limpio mis comisuras levantándome de la silla al escuchar la voz de Alice y de mi padre. Arrugo el cejo.
“¿Se atrevieron a venir?”, cuestiono encarando a Vlad, comienzo a sentirme furiosa.
“Ofelia, mantén a los mellizos aquí”, ordeno y ella asiente.
Vlad también se levanta siguiéndome a la salida de la cocina para encontrarnos con los rostros consternados de mi padre y hermanastra. Me cruzo de brazos encarándolos.
“Está bien, Teodora, puedo con ellos”, digo y ella se retira.
“Vaya, vaya, ahora eres la Señora de la casa”, se burla Alice.
“¿Qué mi%rda quieren aquí? No son bienvenidos”.
Ella se pasa la lengua por las encías y me señala con su dedo.
“¡Tú mentiste y vas en este momento a decir la verdad!”, grita Marta, quien salió de la espalda de mi padre, él se mantiene serio y en silencio.
Ruedo los ojos, hago ademán de replicarle, pero, Vladimir se interpone como una montaña imponente.
“Si vinieron a levantarle la voz a mi esposa, o siquiera a atreverse de insultarle, pueden irse al p%to infierno a menos que quieran un pase libre a él”, advierte con dureza Vlad.
“Nuestro problema no es contigo, Novikov, puedes apartarte porque esto es entre ella y nosotros”, declara Alice.
“Si, ella tiene que arreglar lo que provocó”.
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