Destinada a amarte -
Capítulo 106
Capítulo 106:
Pov Valeria.
Intento llamarle pero no toma mis llamadas, cosa que, comienza a preocuparme. Sé que él no quería venir a terapia, pues alguien que necesita ayuda pocas veces la pedirá o accederá a ella. Él está acostumbrado a vivir con ese tormento y me da miedo que no quiere salir de él.
La figura de Vladimir aparece en la puerta parece alterado buscándome, a lo que me levanto del asiento y sus ojos me observan. Se nota cómo toma aire y camina hacia mí. Envuelve sus brazos a mí alrededor con vehemencia en un abrazo cálido que me hace suspirar y alterar mis latidos.
“Pensé que no llegarías”, murmuro para mirarle.
“Lo siento… estuve en la comisaría”, menciona y arrugo mi cejo.
“¿Por qué razón?”.
“Dmitry dijo todo”, responde y abro los ojos de golpe.
“¿Todo?”, él asiente.
“Él sabe que no permitiré algún truco, los oficiales están buscando las pruebas necesarias para que la demanda hacia ti y tu compañía sea anulada”.
Desvío mi mirada observando a Dante entrar dándome un gesto de saludo.
“¿Quiénes son los responsables?”, pregunto queriendo resolver mis dudas.
“Alice y tu padre”, responde sin más, acertando a lo que pensaba y en el fondo, no quería que fuera cierto.
“Cielo, sé lo que debes de sentir…”.
“No importa, esperemos y se haga justicia; mi padre prefirió su nueva familia y a mí me destronó de la que pensé era la mía”, comento tragándome el nudo que se formó en mi garganta, él me observa con intensidad y posa su mano en mi mejilla, me hace cerrar los ojos para suspirar.
“Importa, todo lo que sientas importa, cielo”, manifiesta, abro los ojos admirando sus océanos.
“Gracias por aceptar venir”, digo al ver la fuerza de voluntad que me está demostrando a pesar de que, por dentro debe de estarse muriendo del miedo. Sostengo su mano.
“Vas a estar bien; estaremos bien”, aseguro y él se inclina hacia mí para presionar sus labios contra los míos en un beso intenso pero corto, suficiente para alborotar mis sentidos.
“A tu lado, estoy bien”, afirma con voz ronca.
“¿Señor y Señora Novikov?”, pregunta la asistente de la terapeuta.
Asentimos y caminamos de mano hacia la puerta que nos indica, Cuando cruzamos la puerta; una mujer de cabello madura de castaño, lentes de pasta y conjunto ejecutivo se levantan de un asiento para sonreír.
“Bienvenidos, tomen asiento por favor”, dice señalando un sofá. Vlad no suelta mi mano; al contrario, la sujeta con más fuerza y comienza a ver el lugar notándose tenso. La corbata parece sofocarle y se la afloja un poco.
“¿Puedo llamarles a ambos por sus nombres? Pueden decirme; Sofía. Estamos en un lugar seguro”, propone animada y no dejo de mirar a Vladimir.
“Claro… disculpa, mi esposo no se siente bien.
“Está bien, cielo”, dice Vladimir y le miro con pesar.
“¿Seguro?”.
Él asiente con su cabeza.
“Bien, lo que acabas de hacer, Valeria, ha sido muy bueno. Le diste la oportunidad de que él decidiera estar aquí, noto que tienen una relación con mucha confianza”, expresa la terapeuta.
“Ciegamente”, reitera Vlad, mirándome. Ella sonríe bajando la vista a unas carpetas en su regazo y acomoda sus lentes de pasta.
“Perfecto, comenzaré contigo, Vladimir ¿Cómo te sientes en este lugar? Quise que pareciera diferente a cualquier consultorio”.
“Cómodo”, responde y acaricio sus nudillos. Mi corazón palpita con fuerza.
“Me alegra saber eso. Quiero que ambos se sientan cómodos, por eso, tampoco te haré recordar tu pasado, me bastó con leer todos tus expedientes con anteriores terapeutas y dos casos que fueron perpetrados por la misma persona; no lo nombraré, pero, tampoco quiero que tengas miedo de hablar de él. Porque no podrá hacerte daño”, habla y Vlad aprieta sus dientes.
“Gracias, no quisiera hablar de mi pasado”.
“¿Valeria lo sabe?”, pregunta. Él me mira.
“Si”, responde con seguridad y remojo mis labios.
“Valeria, ¿Puedo hacerte unas preguntas?”. Mis ojos viajan a ella.
“Por supuesto”.
“¿Sientes miedo cuando duermes con Vladimir? Dejaste en claro que han comenzado a compartir la misma cama, esto no es muy común en personas con la parasomnia se%ual, suelen aislarse a otras habitaciones quizá por vergüenza, miedo a dañar o simplemente resguardarse”, cuando ella hace la pregunta mi corazón palpita con fuerza.
“No siento miedo y si, al principio él se aislaba en otra habitación”, expreso.
“¿Por qué no sientes miedo?”.
“Vladimir no me haría daño, no es un monstruo y cuando está somnoliento, suele ser… muy placentero”, digo con las mejillas ardiendo.
Ella se muestra sorprendida. Baja sus lentes y nos mira.
“Han sobrellevado en corto tiempo algo que lleva años en una pareja, quizá nunca llegan a ese punto… ¿Sabes por qué te pregunté esto?”, cuestiona hacia mí. Niego con mi cabeza.
“Bueno, quizá Vladimir puede decirlo”.
Giro mi rostro a Vladimir y él ya me estaba mirando, Pestañea y separa sus labios.
“Juré nunca casarme ni dormir con nadie, pues un ‘monstruo’ no merecía una vida feliz si en cualquier momento podría arruinarlo todo…”.
“Pensé que cuando te enteraras de todo mi infierno te alejarías de mí y me abandonarías sin más, siempre estuve equivocado al subestimarte y al subestimar lo que siento por ti, has sido mi más importante casualidad”, manifiesta provocando que mis latidos estallen incesantes.
“Estamos conscientes que el amor no cura todo, pero, Vladimir… el que hayas abierto tu corazón te ha ayudado más de lo que podrías creer”, dice.
“Siento mucho amor entre ustedes y escuchar que están juntos apoyándose ante las adversidades solo me demuestra que es una relación fuerte y así tiene que seguir siendo, porque todo lo que han avanzado es mucho, pero, falta un tramo más el cual deben de enfrentar ¿Están listos para eso?”, cuestiona llamando la atención de ambos.
“Sí”, decimos al unísono luego de mirarnos y sentirnos en paz.
Al terminar la terapia en pareja, salgo del consultorio para dejar a solas a Vladimir. Salgo con una promesa de que estará todo bien y me quedo sentada orgullosa del hombre que es mi esposo, capaz de enfrentar sus miedos.
Transcurre una hora y me levanto cuando abren la puerta, me quedo emocionada al verle, De repente, una sonrisa se forma en sus comisuras, rompo la distancia llegando hasta él y beso sus labios con premura.
“Vamos a casa”, declara sobre mis labios erizando mi piel.
“Vamos a casa, grandote”, afirmo.
La terapeuta aclara su garganta y nos separamos.
“Lo siento”, digo apenada.
“Nada de qué disculparse. Quiero esta misma energía en la próxima terapia, y Vladimir, te tomas cada uno de los medicamentos, nada de alcohol! Y procura estar lejos del estrés ¿Está bien?”, habla hacia mi esposo y me da una mirada.
Nos despedimos de ella y salimos del edificio para encontrarnos con Dante en el auto. Cuando nos encontramos dentro; uno al lado del otro, le observo.
“¿Todo bien?”, pregunto a penas.
Él posa sus océanos en mí.
“Todo bien, cielo… gracias”, dice acercando mi mano a sus labios para besar mis nudillos.
“¿Por qué?”.
“Hiciste que fuera posible el que saliera de una terapia sin querer hacerme daño y acabar con todo de una vez por todas.
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