Destinada a amarte -
Capítulo 105
Capítulo 105:
Pov Gideon.
“Gideon, enciende esa radio”, ordena y me acerco al aparato, la música que comienza a sonar es la de ella, cosa que la hace llorar.
“Doctor, también haz algo con las cuerdas vocales ¿Se podrá?”, pregunta Brendan, trago con dificultad.
“Por supuesto”, responde el hombre colocándose los guantes.
Mi corazón palpita con fuerza. Merece más que el que le quiten un p%to órgano.
Aprieto mis manos en puños viendo cómo ella se desmaya del dolor luego de gritar. Bajan a Hannah de las cadenas luego de que terminan de realizarle dos de las torturas, camino hacia la salida del lugar junto con Brendan. Él palmea mi espalda.
“Gracias a ti, pudimos dar con la responsable”, expresa llamando mi atención.
“Lo volvería a hacer por Jade”, digo con sinceridad.
“Cuidado, Ford, es mi hija de quien hablamos”, menciona, tomo una bocanada de aire.
“La está vendiendo a un imbécil”, digo sin poder aguantarme, él me mira con desconcierto.
“¿Crees que estoy cometiendo un error?”.
“Si, Jade le va a odiar y detestar el resto de su vida, porque la empujará a la infelicidad”, Brendan asevera su mirada y esboza una sonrisa.
“¿Y dónde está su felicidad, al lado de un hombre que no le puede dar la vida que está acostumbrada? ¿Vivir con penurias? ¿En una casa que se eche a pedazos? Gideon, no hagas que pierda la fe que tengo en ti”, advierte con dureza.
“Su felicidad está con el hombre que ella ame, independientemente de su estatus social y económico, porque el hombre que ella elija le dará el cielo si es posible, hasta bajará al infierno a negociar con el diablo”, declaro sin importarme su amenaza sabiendo lo que hago y cómo hago pagar a quiénes me retan.
“No le tengo miedo, Señor Harrison, le tengo respeto y eso nunca cambiará”, reitero. Brendan me observa unos segundos.
“No se puede romper el compromiso”.
“Si se puede, usted lo puede hacer. Es el Jefe de la mafia, el superior”, insisto.
“¿Cuál es la verdad de tu insistencia? ¿Acaso amas a mi hija?”, entorna los ojos en mí.
Paso saliva, pues no creía que llegaría este momento.
“Daría mi vida por ella, se lo aseguro”, manifiesto con dureza.
Él se queda en silencio y camina hacia el auto, Se detiene en la puerta para mirarme.
“Gideon Ford, no me hagas querer matarte y que pierda a uno de mis mejores hombres”, espeta subiéndose al auto. Dejándome frío con su amenaza y rechazo total.
Pov Vladimir.
Actualidad…
Encaro a Dmitry, quien se encuentra sentado en una mesa junto a una máquina que detecta si está mintiendo o no y los abogados, mientras el policía le hace las preguntas debidas y graba las confesiones.
“¡Ya te dije lo que sé!”, exclama nuevamente.
“Las pruebas pueden encontrarlas en mi departamento, ahí nos reunimos una vez con Hannah hubiera sido Valeria, además de que se quedó con el dinero robado, para la empresa que tiene junto con su padre…”, manifiesta insistiendo,
“Verdadero”, anuncia la persona que controla el polígrafo.
“¿Hay documentos?”, cuestiono golpeando mis palmas de la mesa para encararlo.
“Si, donde pruebo que nunca vendí mis acciones, ella me las robó, realizó un maldito documento que pensé era parte del plan y resultó no ser así… nada de eso está legalizado, mientras me pudro en esa p%ta celda ella está disfrutando del dinero”, acota.
“Alice Morat y Fer Morat”, repite casando.
Miro al oficial quien me da un asentimiento.
“Busquen esos documentos, por favor”, ordeno, necesitamos las pruebas. Los abogados de ambas partes se levantan y recogen sus cosas.
“¿Fui de ayuda, hermano?”, espeta Dmitry provocándome.
“Llegas a intentar uno de tus trucos y juro que…”.
“No será necesario, estoy diciendo la verdad”, interrumpe.
“Mi condena depende de esto, Vladimir”, agrega.
“Más te vale, porque el que hayas intentado hacerle daño a Valeria, es suficiente razón para destruirte por completo”, gruño entre dientes.
Camino hacia la puerta.
“Deberías de preguntarle también al amiguito Doctor que tienes, él sabe cosas…”, dice, haciéndome detener los pasos, arrugo mi cejo
“Sí; Doctor Tom Gray, el mismo que ha operado a tu hija con el trasplante que consiguió Hannah. Estoy seguro que debe de saber más de lo que tú crees”, agrega con un tono sardónico y no deja de sonreír, dejándome desconcertado.
Pov Valeria.
Termino de decorar el pastel junto con Anastasia y Ofelia se la lleva para su siesta, además de que los medicamentos la tienen somnolienta. Miro a Jade quien decidió quedarse hasta el final. Se mira pensativa jugando con un cucharón.
“¿Qué te tiene pensativa?”, cuestiono y sus ojos se alzan hacia mí.
Suelta el aire.
“No sé cómo haré, seguramente si le digo a mi padre lo que ocurre… no sé qué hará, siento que le desconozco ahora que sé de dónde viene todo el dinero”, expresa preocupada. Suelto las cosas en el lavadero y me acerco a ella negando con mi cabeza.
“Hagas lo que hagas y lo que decidas decirle a tu padre, él lo aceptará. Te ama sobre todas las cosas, por algo te ha protegido tanto, mira lo que ocurrió con Hannah, él no querrá verte triste y si le toca aceptar a Gideon, pues lo hará”, digo convenciéndola de que no se dé tantas vueltas.
“Comenzarás una etapa muy linda, debes de estar feliz”, reitero y ella asiente con su cabeza.
“Creo que le debería de decir a Gideon todo esto”, murmura bajándose del taburete.
“Estaré aquí ocurra lo que ocurra”, digo y una sonrisa aparece en sus comisuras. Me abraza y acaricio su espalda.
“Todo estará bien, Jade”.
“Lo estará”, afirma con los ojos humedecidos.
“Mi%rda, tengo que dejar de llorar. Parezco una loca, que hace un rato lloró porque cortaste las fresas”, dice y soltamos a reír.
Beso su mejilla y la acompaño a la salida.
“Quiero ser tan buena madre como tú
“menciona deteniéndose.
“Serás mejor”, digo y suelta el aire retenido.
“Bien, creo que debería de quitarme esta peluca horrenda o Gideon huirá de mí”, declara caminando hacia su auto. Le lanzo un beso en el aire en cuanto se sube en él y desaparece de mi perímetro.
Corro de regreso a la cocina para colocar el pastel en el refrigerador; es de crema blanca de vainilla junto con fresas cortadas de decoración.
Esbozo una sonrisa y termino de limpiar todo lo que puedo para tomar las llaves de mi auto.
“¿Señora ya se va?”, pregunta Teodora.
“Si… ¿Podrías pasar a buscar a Zayn? Por favor, es que tengo una consulta con la terapeuta”.
“Por supuesto”, acepta con una sonrisa.
“Gracias, Teodora”, digo apresurándome para bajar los escalones y subirme a mi auto aparcado.
Hago rugir el motor y lo coloco en curso.
Llego al edificio pactado y veo la hora en mi celular, arrugo el cejo por la tardanza de Vladimir, pues él, es muy puntual. Comienzo a mover mi rodilla de arriba abajo mientras estoy sentada en el recibidor de espera del consultorio, paso saliva apretando el folleto que me han entregado y los minutos transcurren.
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