Después de la tormenta -
Capítulo 35
Capítulo 35:
“Alex…”, murmura con la voz entrecortada y el dolor es evidente en su tono.
“Te mentí”.
Frunzo el ceño, confundido por lo que está diciendo.
No entiendo a qué se refiere cuando dice que me ha mentido.
“Te dije que no iba a poder soportar ver pasar a un hijo mío por la muerte otra vez, pero en realidad, no iba a poder soportar ver morir a alguien a quien amo”.
Rompe en llanto y se lleva las manos al rostro, dejándome ver el llavero que sostiene entre sus palmas y al cual se aferra como algo de mucho valor:
Es una figurita de Aquaman.
“No puedo más, Alexander, no lo soporto”, farfulla en medio de sollozos y quejidos de sufrimiento.
“¿Por qué él? ¿Por qué tenía que morir Cristhian?”
El llanto no la deja continuar hablando.
Se deshace en un torrente de lágrimas y dolor y lo único que puedo hacer es tratar de abrazarla, pero cuando la rodeo con mis brazos, enfurece y me empuja con fuerza.
“¡Tú tienes la culpa!”, exclama con rabia, mientras me golpea una y otra vez.
“¡Es por tu culpa que Cristhian está muerto! Si tú… Si tú…”
“Lo siento, Anna”, me disculpo, sintiéndome completamente avergonzado.
“Yo debí llegar antes. Yo debí conducir más rápido…”
“No por eso”, masculla.
“Si tú no te hubieras interpuesto aquella vez… si tú me hubieras dejado matarla, nada de esto hubiese pasado. Tú tienes la culpa. Tú eres el único culpable”.
Sus palabras son como un fuerte golpe en mi rostro.
“¡Perdóname! ¡Por favor, perdóname!”, me pide, abalanzándose en mis brazos, sin dejar de llorar.
“No quise decir eso. Tú no tienes la culpa, Alexander. Por favor, perdóname”.
La abrazo con fuerza y lloro junto a ella. Puedo sentir su dolor, porque también es mi dolor. Un dolor que me abraza y arde en lo más profundo de mi alma.
“Estoy sucumbiendo ante la locura, Alexander. Este dolor me está desquiciando por completo y ya no lo quiero sentir. Por favor, haz algo. Sácame este dolor del corazón. Ya no lo quiero sentir”.
Quisiera tener magia y poder hacerlo.
Arrancarle el dolor del alma o regresar en el tiempo y poder hacer algo para que nada de esto hubiese pasado.
Para poder salvarlo y que él estuviese junto a nosotros, diciéndonos alguna de sus tonterías.
Pero no puedo hacer ninguna de esas cosas.
Lo único que me resta por hacer es abrazarla.
Abrazarla con fuerza y arrullarla entre mis brazos, hasta que el llanto se le convierte en sollozos; los sollozos en una leve respiración entrecortada, hasta terminar quedándose dormida entre mis brazos.
Le quito la ropa y la acomodo en la cama como a una bebé.
Luego, me quito mi ropa y me acuesto junto a ella, a velar sus sueños y a acariciarla, hasta que yo me quedo dormido a su lado.
Anna Kalthoff se despierta por las pesadillas.
Ha dormido poco y mal. Ha soñado con él, lo ha visto morir una y otra vez frente a ella.
Ha revivido el mismo momento y ha tenido que despertar para no continuar sufriendo.
Alex duerme a su lado, luciendo cansado y habiendo llorado.
Las lágrimas se le han cristalizado en los párpados y mejillas. Acaricia su rostro y le da un beso en la mejilla.
Ha sido demasiado dura con él.
Ha incumplido su palabra y lo ha culpado por lo que ha pasado. Ha vuelto a traer a su mente el pasado y dijeron que jamás lo iban a recordar. Pero su dolor la ha hecho hablar de más, la ha enloquecido, y no lo duda, se ha vuelto loca.
Desde hace tiempo lo viene sospechando. Ya no es dueña de su cordura y la verdad es que le importa muy poco.
Frente a ella, hay un solo objetivo, y es encontrar a Miranda y acabar con ella. Se levanta de la cama y se viste en silencio.
No quiere despertarlo.
No quiero darle explicaciones o tener que discutir con él. Lo he decidido y no voy a cambiar de parecer.
Me voy a alejar de él, voy a mantenerlo a salvo de ella y no voy a permitir que se le acerque. Ya no más. Iré a buscarla yo misma y hoy será el día en que todo esto acabe. El dolor va a acabar. Miranda va a morir…
Cueste lo que cueste.
POV ANNA KALTHOFF
“¡Encuéntrala! ¡Encuéntrala, Klaus! No me importa lo que tengas que hacer, búscala hasta por debajo de las piedras si es necesario. Quema la ciudad, haz lo que sea, pero tráeme a esa desgraciada”
“Anna, lo siento. Hemos hecho todo lo posible, pero no hemos podido encontrarla”
Sus excusas me tienen harta.
Más de una semana y su incompetencia no nos ha llevado a ninguna parte.
Trato de calmarme, pero mi cordura y la razón las estoy perdiendo poco a poco. Me estoy convirtiendo en una tirana, lo sé. Klaus hace todo lo posible por cumplir mis peticiones, pero no es suficiente.
“Lo siento, Klaus”, musito avergonzada.
“Perdóname, por favor. No sé qué me está pasando”
“No tienes que disculparte, Anna. Te entiendo perfectamente. Estás desesperada y solamente quieres acabar con esa mujer que te ha hecho sufrir tanto”
“Gracias, Klaus”, susurro.
Él siempre es tan comprensivo y amable conmigo.
“Te prometo que pondré más empeño en esto y pronto encontraremos a esa mujer”
Corto la llamada sintiéndome agotada, exaltada y muy agobiada.
El teléfono vibra nuevamente en mi mano y veo en la pantalla que es él, llamándome por enésima vez.
No quiero contestar. No quiero hacerle daño con mi actitud o mis palabras y no quiero arruinarnos de nuevo.
Después de ignorar su llamada, Hans me contacta en una videollamada, y al desbloquearla, veo el rostro de Mia, mi pequeña luz en medio de la oscuridad.
“Hola, mami. ¿Dónde estás?”
Su voz de niña me enternece, pero también me duele. Le miento diciéndole que estoy haciendo algo importante, pero cuando menciona a mi tío, el dolor me invade de nuevo.
“Mia, mamá tiene que irse. Te prometo que pronto estaremos juntas otra vez” Le digo, tratando de ocultar mi dolor.
Le pido que le pase el teléfono a su tío Hans y antes de que lo haga, le aseguro que la amo.
“También ti amo, mami. Mucho ti amo”, responde ella con una sonrisa.
Es de madrugada y conduzco por las calles de Nueva York, intentando despejar mi mente y buscando alguna pista que me lleve a ella.
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