Después de la tormenta -
Capítulo 25
Capítulo 25:
Después del entrenamiento, me siento exhausto y me recuesto en una banca del jardín, sintiendo el dolor en mis pantorrillas.
Aunque he mejorado mucho, todavía me falta para estar completamente recuperado.
“Gracias por hacer esto, Klaus”, expreso, sintiéndome un poco conmocionado.
Inspiro profundamente y luego suelto el aire muy lentamente.
“No tienes idea de cuánto agradezco que estés haciendo esto”.
“No tener que agradecer”, me da unas palmadas en el hombro y sonríe.
“Tú no tener idea de lo feliz que yo estar, de que tú querer proteger a tu familia. Eso yo valorarlo mucho”.
Le sonrío y voy a decir algo más, pero somos interrumpidos por el idiota de mi hermano, que aparece en el lugar, hablando con esa despreocupación y elocuencia que siempre lo han caracterizado.
“Y, ¿Entonces?”, vocifera, sentándose a mi lado en la banca y apoyando su brazo sobre mi hombro.
“¿Lo hiciste bien o fuiste el pendejo que se mató en la primera oportunidad?”
Giro mi cabeza para verlo y le esbozo una sonrisa llena de ironía.
“Tu sonrisa lo dice todo”, musita con burla.
“Has sido un pendejo, y te has matado”.
“Imbécil”, mascullo, tratando de ignorarlo.
“Solo fue una vez”.
“¡Sabía que eras bastante pendejo!”, se mofa, muerto de la risa y aplaudiendo como si fuera una foca.
“Tú también fallaste”, le retruca Klaus, riendo, mientras mantiene los brazos cruzados sobre el pecho.
La risa de Cristhian desaparece, y su expresión se torna seria.
“Únicamente fueron tres veces”, murmura.
“Ja, yo nada más fallé una vez”, exclamo en tono burlón.
“¿Quién es más pendejo?”
Me da un golpe en la cabeza y chasquea la lengua.
“Pues tú”, me replica.
“Yo siempre he sido el más inteligente, aparte de que también soy el más guapo”.
Cierra el puño y se da un golpecito en la mandíbula, sonriendo como un pendejo petulante.
“¡No me jodas y déjate de pendejadas!”, le retruco.
“Mañana, ¿Vendrás a entrenar con nosotros?”
Se queda en silencio y nos observa, como buscando las palabras que empleará para hablar.
“¿Mañana? No lo creo”, responde, finalmente.
“No entrenarán ni siquiera ustedes dos”.
“¿Por qué no?”, pregunto, confundido.
“El doctor ha hablado con Anna”, declara.
“Hoy te darán el alta y ella quiere que mañana mismo nos regresemos a Austria”.
Escuchar lo que Cristhian ha dicho me deja desconcertado.
Creí que faltaría mucho más tiempo para que me dieran el alta, pero parece que las cosas no han salido como yo pensaba.
He hecho un trato con Anna y le he dado mi palabra de que nos iríamos tan pronto como me dieran el alta.
No quiero problemas entre nosotros, eso ya pasó y ya no estamos para eso.
Es tiempo de que nos mantengamos lo más unidos posibles y, si esto nos mantiene en paz, eso es lo que haré sin rechistar.
Pero el entrenamiento seguirá en pie. Porque estoy más que convencido de que tarde o temprano será necesario poner todo esto en práctica.
POV ALEXANDER THOMPSON
“Mia será la más feliz”, comenta Anna con una enorme sonrisa en el rostro, mientras subimos al jet.
“No tienes idea de cuánto desea conocerte y mi pequeña se llevará una gran sorpresa cuando te vea”
No puedo negarlo, no deseo irme.
Lo que quiero es ir a buscar a esos hijos de p%ta y poder matarlos, uno por uno, para que podamos ser felices de verdad.
Pero la idea de conocer a mi princesa y cumplir su deseo de conocerme, es lo que me emociona y me anima a desistir de la venganza.
No es que no haya deseado conocerla todo este tiempo.
Es lo que más quiero: tenerla entre mis brazos, jugar con ella, ser feliz con su sonrisa, escucharla llamarme papi y que me cuente sus historias fantasiosas.
¿Qué padre no desearía eso?
Y aunque deseo proteger a mi familia y brindarles la felicidad que merecen, por ahora, disfrutaré de este momento.
Voy a hacer feliz a esa pequeña y a que ella me haga el papá más dichoso del mundo.
Voy a llenarla de besos y abrazos que no he podido darle en tres años.
El entrenamiento seguirá, Anna lo sabe, y cuando sea necesario, iré a buscar a esos miserables y haré que paguen por el daño causado.
“Yo también deseo conocerla”, le digo a Anna.
“Aunque no lo creas, no hay nada que anhele más en este mundo que poder abrazarla y llenarla de besos”
Anna sonríe y asiente, sabiendo que deseo que los tres estemos juntos finalmente.
“¡Los cuatro!”, interrumpe Cristhian con su típica actitud.
“O, ¿Acaso se han olvidado del tío favorito de Mia?” Ironizo sobre cómo puede ser el favorito si es el único tío que tiene.
Anna nos regaña por comportarnos como niños, y Cristhian bromea diciendo que ella sigue siendo la misma gruñona de siempre.
Nos reímos y disfrutamos del momento, como si todo hubiera vuelto a la normalidad y como si no existieran enemigos acechando.
Llegamos a Múnich y somos recibidos en la mansión de Hans.
Anna corre hacia su hija, Mia, que la espera con ansias. Se abrazan con emoción y puedo ver la alegría en sus ojos por estar juntas de nuevo.
Cuando Mia saluda a su ‘tío favorito’ y pregunta por un regalo, todos ríen, pero yo me quedo observándola, asombrado por su belleza y por la familiaridad que siento hacia ella.
Anna le dice que le hemos traído algo mucho mejor que una muñeca y le pregunta si recuerda lo que más deseaba.
Mia grita emocionada al pensar que podría ser su padre y Anna me invita a acercarme.
Con paso lento y apoyado en el bastón, me acerco a ellas.
Mi corazón se acelera y Mia me observa con curiosidad, recorriendo con su mirada desde mis pies hasta mi rostro.
“Mami, ¿Él es mi papito?”, susurra a Anna, y ella confirma que sí, soy su padre.
Me arrodillo frente a Mia y la saludo, abrumado por los nervios y las emociones.
“¿Eres mi papito?”, pregunta con timidez.
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