Después de la tormenta -
Capítulo 19
Capítulo 19:
“No me importa”, le contesto.
“Ha sido demasiado tiempo, el que has estado lejos de mí y no quiero dejar pasar más tiempo. Te necesito, Alexander. No tienes ni la más mínima idea de cuánto te he necesitado”.
“Lo sé, mi vida. Lo sé”, susurra él.
“Yo también quiero verte y conocer a nuestra hija, pero por favor, no la traigas contigo”.
“No”, le digo.
“Ella se quedará con Hans y su esposa. Estará segura con ellos”.
“Bien”, responde él.
“Me parece bien”.
“Alex… espérame”, susurro, casi suplicante, temiendo que algo más suceda y nos separe de nuevo.
“Pronto estaré contigo”.
“No temas”, me dice él.
“Aquí voy a esperarte y ya nada podrá separarnos otra vez”.
No hablamos mucho más.
No quiero seguir perdiendo tiempo al teléfono cuando lo único que deseo con todo mi ser es verlo, abrazarlo y sentir que es real, que no es solo un producto de mi imaginación.
Me levanto de la cama, camino hacia el armario, busco una maleta y comienzo a organizar mis cosas para regresar a Nueva York.
Me muevo de un lado a otro buscando ropa, dinero, documentos importantes y todo lo que pueda necesitar.
Estoy nerviosa, ansiosa, asustada, feliz, preocupada…
Son demasiadas emociones y temo perder la cordura.
“Mami, ¿Irás a buscar a mi papito?”.
Inquiere mi pequeña, que ha estado observando cada uno de mis movimientos.
Me siento en la orilla de la cama y la atraigo hacia mí, pasando mis manos por su cabello, tratando de acomodar los mechones sueltos.
“Sabes que tengo que ir a buscar a tu papito, ¿Verdad?”, le pregunto.
“¿Mi papito ya ha despertado del hechizo, verdad, mami?”
“Sí, mi princesa. Por fin ha logrado despertar del hechizo y pronto podrás conocerlo y abrazarlo”.
“¿De verdad, mami?”, pregunta emocionada.
“Sí, princesa. Pronto los tres estaremos juntos y ya nada podrá separarnos”, le aseguro, acariciando su mejilla.
“Pero antes de eso, debes prometerme una cosa”.
“¿Qué quieres que te prometa, mamita?”, pregunta con ojos llenos de curiosidad.
“No podrás ir conmigo porque el lugar donde está tu papito está lleno de seres malvados que pueden hacerte daño, y sabes que yo no podría soportarlo si te pasara algo malo”.
Asiente con la cabeza, sus ojos azules me observan atentamente.
“Mia, te llevaré con tu tío Hans”, le indico.
“Y quiero que, por favor, te portes muy bien y me prometas que no te vas a sentir triste estando lejos de mí”.
“¿Cuánto tiempo te vas a ir, mami?”
“No lo sé, mi amor”, la tomo por la cintura y la siento en mis piernas.
“No sé cuánto tiempo me tomará poder traer a tu papá. Dependerá de lo que las hadas mágicas, que lo cuidaban, digan. Si ya está completamente bien, pronto estará a tu lado, llenándote de muchos besos y abrazos”.
Ella sonríe, sus ojos brillan de alegría.
“Mami, ¿crees que mi papito me va a querer cuando me conozca?”
“Él no necesita conocerte para quererte, mi princesa. Tu papito te ama con todo su corazón”, le digo, envolviéndola en un abrazo y besándola en la frente.
“Te ha amado desde que estabas en mi v!entre”.
Nos quedamos abrazadas un momento, luego termino de empacar mis cosas y nos dirigimos a su habitación para preparar su maleta.
De repente, la voz de Cristhian me sobresalta, sacándome de mis pensamientos.
“Anna, ¿Qué está pasando aquí?”, pregunta Cristhian.
Mi emoción ha sido tan grande que me había olvidado de él. Lo miro parado en el umbral de la puerta, confundido.
“¿A dónde vas?”, demanda.
“Veo que has hecho tus maletas y ahora estás haciendo las de Mia”.
Dejo lo que estoy haciendo y me acerco a él.
Sonrío y lo abrazo con fuerza. Él me mira intrigado, sin moverse, tratando de entender qué está sucediendo.
“Cristhian, ¡Él ya ha despertado!”, exclamo, temiendo que la emoción me venza y rompa en llanto otra vez.
Él frunce el ceño desconcertado.
Después de unos segundos, abre la boca y pregunta:
“¿Quién? ¿Alexander?”
“¡Sí! Sí…”, murmuro, al borde de las lágrimas.
Él está perplejo, igual que yo, no puede creer lo que oye.
“Anna, ¿Estás segura de eso?”
“He hablado con él”, le confirmo.
Le cuento todo, absolutamente todo lo que ha pasado mientras él no estaba, y también mis planes de ir a buscar a Alexander.
“Pero es peligroso, Anna”, espeta.
“Si Miranda o Edward se enteran de que has vuelto o de que Alexander no está muerto, como les hemos hecho creer a todos, irán tras ustedes”.
“No me importa, Cristhian”, le respondo, soltándolo y sintiéndome frustrada.
“Necesito verlo. Tú más que nadie sabes todo lo que he sufrido estos tres años. No puedo soportar perder más tiempo ahora que sé que él ha despertado”.
Cristhian se ve abatido, luchando con sus pensamientos sobre lo que está bien o está mal.
“Sigo siendo tu Aquaman, Anna. Siempre lo seré, y es por eso que te acompañaré a buscar a mi hermano”, dice finalmente, resignado y protector.
POV ALEXANDER THOMPSON
“Estírela otra vez”
Hago lo que la fisioterapeuta me indica.
Trato de estirar la pierna con suma lentitud.
“Muy bien. Ahora, flexiónela nuevamente”, me indica.
Con dificultad, flexiono la pierna.
Es doloroso, así que tengo que gruñir para lograrlo.
Repito el procedimiento que la fisioterapeuta indica unas cuantas veces más, con el fin de recuperar al cien por ciento mis facultades físicas lo antes posible.
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