Después de la tormenta -
Capítulo 18
Capítulo 18:
“De ahora en adelante, tu papito estará contigo en todos tus cumpleaños y todos los días de tu vida”
“¿De verdad, Santa?”, exclama con emoción, y puedo imaginarla saltando de alegría.
“¿De verdad voy a conocer a mi papito?”
“Sí, mi vida”, susurro, sonriendo a pesar de las lágrimas.
“Pronto me vas a conocer…”
POV ANNA KALTHOFF
“Mia! Mia!”
La llamo en voz alta mientras limpio los restos de nieve en mi ropa y cabello antes de entrar a la casa.
No sé por qué se me ocurrió salir a jugar en la nieve para aliviar la tristeza que tenía. Hace mucho frío y me estoy congelando.
Mia entró a la casa hace rato a buscar su caballo de juguete y aún no ha vuelto.
Conociéndola, seguramente está tramando alguna travesura. Me quito las botas y las dejo en el recibidor.
Abro la puerta y entro.
“¡Mia!”, vuelvo a gritar.
“¿Dónde estás?”
Cristhian ha ido al pueblo y olvidé el teléfono en casa, así que espero que no haya intentado contactarme.
Hemos pasado horas afuera jugando en la nieve, pero ya es suficiente.
Ahora planeo hacer chocolate con malvaviscos y ver películas de Disney, que a ella tanto le gustan.
“¡Mia!”, la llamo nuevamente al ver que no responde.
Subo las escaleras y no la encuentro en su habitación. Camino hacia la mía, abro la puerta y ahí está ella.
“Mia, ¿Qué haces?”, le pregunto.
Ella ha sacado algunas pertenencias de Alexander que guardaba y las ha puesto sobre la cama.
“Mami, estoy preparando la ropa de mi papito para cuando venga”, responde, arreglando su cabello suelto.
“Mia…”, murmuro con tristeza. Pensé que con los juegos en la nieve se le habría olvidado, pero veo que no.
“¿Qué hablamos, Mia?”, le pregunto, sentándome a su lado y atrayéndola hacia mí para hablar seriamente.
“Me dijiste que papito no vendría”, responde con tristeza.
“Pero él prometió que pronto vendrá”.
Pestañeo desconcertada.
“¿De qué hablas, Mia?”, pregunto con una punzada en el pecho y el corazón acelerado. Debe ser parte de su imaginación.
“Eso, mami”, dice ofuscada.
“Papito me dijo que pronto vendrá y estará con nosotras en todas mis fiestas de cumpleaños”.
Comienzo a llorar, incapaz de soportar que diga esas cosas.
No puede seguir esperando algo que quizás nunca suceda.
“Mia, deja de decir eso”, exclamo alterada.
“Debes entender que papá no vendrá”.
Sé que estoy reaccionando mal, es solo una niña, pero ya no puedo más.
Estoy harta y perturbada, sintiendo el mismo dolor de Mia, deseando que se haga realidad.
“¡Basta, Mia!”, demando entre lágrimas.
“No, mami”, me replica furiosa.
“Hablé con él y dijo que quiere que lo llames. Está esperando tu llamada”.
La miro confundida.
No quiero creerle ni seguir su juego.
“Mia, por favor”, susurro, llorando.
“Sí, mami, llama a papito”, insiste Mia.
Se libera de mi agarre y va hacia el tocador, toma el teléfono y me lo trae, colocándolo en mis manos.
“Llama a papito, mami. Él quiere hablar contigo”.
Con el corazón acelerado y llorando, desbloqueo el teléfono y veo la lista de llamadas.
Hay muchas llamadas perdidas y mensajes de Klaus.
Pero una llamada en particular captura mi atención: alguien contestó y habló durante 10 minutos.
Abatida por el llanto y las emociones, marco el número de Klaus y pongo el teléfono en mi oído, llena de esperanza…
El teléfono suena una vez y entonces lo oigo.
Lo que he anhelado por más de tres años:
Su voz…
POV ANNA KALTHOFF
“Anna”, susurra él, y mi reacción es inmediata.
Rompo en llanto.
El pecho se me oprime, la vista se nubla por las lágrimas, la respiración me falla y las palabras se quedan atoradas en la garganta.
Él también llora.
Puedo escuchar su llanto ahogado a través del teléfono.
No puedo decir nada.
Estoy abrumada por las miles de emociones que se arremolinan en mi interior. Todo me parece irreal, hasta la vocecita de Mia que me pide que no llore.
“¿Es… esto real?”, pregunto con la voz entrecortada por los sollozos.
“Por favor, Alexander, dime que esto no es un sueño”.
Temo despertar en cualquier momento y enfrentarme a la realidad de que Alexander sigue en su profundo sueño.
“Es real, mi vida”, responde entre risas y lloro.
“Por fin he despertado y ya no tendrás que sufrir más”.
Necesito varios minutos para recomponerme y calmar la inmensa emoción que siento.
“Lo siento, mi amor”, susurra él una y otra vez.
“Siento tanto que hayas tenido que sufrir tantas cosas por mi culpa”.
“Tú no tienes la culpa de nada. Tú has sido otra víctima de ellos, amor”.
“Pero…”, intenta replicar, pero lo interrumpo.
“No digas más”, le pido.
“Quiero verte. Necesito verte. Ahora mismo salgo para allá”, le digo determinada.
“Es demasiado peligroso, Anna”, responde preocupado.
“Ellos aún te buscan”.
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