Desafiando el corazón -
Capítulo 8
Capítulo 8:
‘¡Cielos! ¡¿Qué me está pasando?!’, se preguntó mientras su espalda se arqueaba, pegando su cuerpo al de su jefe.
Rainer respondió a su pregunta con un beso profundo que hizo temblar el cuerpo de Carina.
Sus labios la absorbían y su lengua se debatía por entrar en su boca, robándole el aire y consumiéndola en un fuego lujurioso del cual sentía que no podía escapar.
Se abrazó al cuello de ese hombre ansioso y este de una sola intención la cargó, haciendo que sus piernas se enrollaran en su cintura mientras la presionaba contra la pared.
Sus manos acariciaban la tersa piel que su falda había revelado, mostrando sus muslos.
Carina estaba perdiendo el control de su cuerpo, cediéndoselo a Rainer. El calor la aturdía y la boca de su amante la ahogaba en deseo.
Era el hombre que más odiaba en su vida y justo en ese momento, quería llegar hasta las últimas consecuencias de su encuentro.
‘¡Ya! ¡Qué pase lo que tenga que pasar! ¡No me importa! ¡Llévame a donde sea y hazme tuya!’, pensó Carina desesperada por arrancarle la ropa a su maldito jefe, quería llevar su lucha de orgullos a la cama, dominarlo y sentirse dominada, pero de pronto Rainer la liberó de su presión y se alejó lo suficiente para verla contra la pared, respirando entrecortada, ruborizada y temblorosa.
“Ebria no me sirves…”, dijo haciendo uso de toda su fuerza de voluntad.
Estaba más que dispuesto a llevarse a Carina consigo a su departamento, pero en esas circunstancias solo podía esperar cuidar de una alcohólica que se la pasaría vomitando en el baño.
Tomó a Carina del brazo y la acercó al lavabo, echándole agua directo en el rostro, haciéndola despertar de ese sueño lujurioso y bajando su temperatura.
“Me debes más que una noche entre tus piernas, Carina Gibrand, y me lo voy a cobrar, quieras o no”.
“Detrás de ella, la tomó del mentón, haciendo que fijara su mirada en él a través del espejo. Incluso en esas circunstancias, parecía encantadora”.
“¿Cari? ¿Todo bien?”, preguntó Álvaro preocupado y tocó a la puerta.
“¿Cari?”
“¿Quién es?”, inquirió Rainer acariciando con la punta de su nariz la mejilla de Carina.
“Un amigo…”, contestó Carina mientras su cuerpo temblaba por el tacto de su jefe.
“¿Un amigo?”
Rainer sonrió divertido.
“Tendrás que hacerte a la idea de que tus «amigos» se terminaron. Las cosas van a cambiar mucho de ahora en adelante, Carina”
Retrocedió lentamente, renuente a soltarla.
Se recargó sobre la puerta de uno de los cubículos y sin quitarle la mirada de encima, con un movimiento de cabeza la motivó a que saliera del baño.
“Ve, no querrás que se preocupe y entre… se desilusionará de verte con un hombre en el baño”, dijo Rainer divertido, pero su mirada era intensa y cargada de lujuria que hacía un gran esfuerzo por contener.
“Lo que sea que estés pensando… no pasará”, dijo Carina volteando hacia él.
Ese momento de pasión había diluido el alcohol de su sangre y ahora se sentía arrepentida por lo que casi ocurría.
“¿Me estás retando? Porque amo los retos”, contestó Rainer haciendo su sonrisa más grande.
“Púdrete…”, respondió Carina antes de caminar aprisa hacia la puerta.
En cuanto salió del baño, Rainer acarició sus labios con las yemas de sus dedos, recordando la boca de su secretaria con placer.
Había algo en Carina que lo volvía loco, tal vez su rebeldía, tal vez su belleza o una combinación de ambas, pero el instinto de poseer lo que consideraba difícil o inalcanzable estaba haciendo mella en él.
Ahora debía de descubrir que tan profundos eran sus deseos por ella.
¿Solo quería tenerla una noche en su cama y después olvidarla o deseaba conservarla por más tiempo?
“De algo estoy seguro…”, dijo viéndose al espejo y sonrió.
“No se trata de amor”.
Salió del baño ante la mirada sorprendida de un par de chicas que iban a entrar, y vio a Carina corriendo, arrastrando fuera del bar a dos hombres aparentemente confundidos por su comportamiento errático.
Por primera vez tenía curiosidad por saber quién era Carina Gibrand. ¿Solo una estudiante de mecatrónica con una vida mediocre enamorada de un idiota, o algo más?
“¿Por qué vamos hacia la casa de campo?”, preguntó Carina asomándose por la ventana mientras luchaba con la jaqueca producto de la resaca.
“¿Te olvidaste de la fiesta de cumpleaños de tu abuelo?”, preguntó Álvaro revisando su celular.
“¿Cuántos años cumple? ¿Cien?”, inquirió Carina con el ceño fruncido.
“Los Gibrand son muy longevos…”
“Cuando el señor Benjamín se sienta cerca de la muerte se someterá a criogenia para seguir influyendo en la vida de sus descendientes, incluso mil años después”, dijo James divertido y la única que se carcajeó con él fue Carina.
…
La casa de campo era tan hermosa como la recordaba, la primera en salir a recibirla fue Emma con la pequeña Anette en brazos, la Gibrand más joven.
Carina tomó a su sobrina y la llenó de besos.
“No querrás entrar a la casa…”, dijo Emma divertida y apretó sus labios conteniendo sus palabras.
“¿Por qué?”, preguntó Carina preocupada.
“Tu abuelo y tu padre discuten”, contestó William acercándose con Alejandro y Tim.
“Al parecer el futuro de la alianza entre el Corporativo Gibrand y la empresa BlackGold depende de ti.
“Qué triste que se vayan a separar, ¿No?”, dijo Carina dejando en claro que no daría su brazo a torcer.
“La hija de Román Gibrand…”. dijo Rainer pensativo mientras veía los documentos que había llevado Walter.
“¿Qué hace aquí, pagando la mitad de la renta de un departamento tan deplorable, sin auto, sin lujos, trabajando para mí como secretaria sin quejarse con papito?
“No lo sé señor… pero los rumores dicen que es la prometida de Noah Smith, heredero de la Empresa BlackGold, principal aliada del Corporativo Gibrand”, respondió Walter.
La noticia atravesó a Rainer como un relámpago partiendo su cuerpo por la mitad.
Buscó la información referente a la empresa y cuando encontró la foto de Noah, lo vio con desprecio.
‘¿Por qué estabas interesada en Fred si ya estabas prometida?’, se preguntó confundido.
‘¿Querías un poco de libertad y diversión antes de casarte con tu amado Noah?’.
Rompió la foto con coraje, recordando esos labios que había degustado en el bar y rabiando por saber que tenían dueño.
“¿Dónde está?”, preguntó levantando la mirada hacia su ayudante.
“¡Quiero ir de inmediato a donde sea que esté! ¡Prepara el viaje!”
“Sí, señor…”, contestó Walter antes de salir de la oficina.
…
Como cada año, la fiesta de cumpleaños del Señor Benjamín era motivo de reunión entre los Gibrand, nadie podía asegurar si el siguiente año habría fiesta, así que tenían que presentarse con la esperanza de que el anciano cambiara de último momento su testamento. Aunque el Corporativo era por completo de Román, aún había más propiedades y dinero que podrían cambiar de dueño.
“¿Cómo te sientes?”, preguntó Lorena asomándose por la puerta mientras Carina cepillaba su cabello.
“Es raro no compartir la habitación con Emma”; respondió Carina nostálgica.
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