Capítulo 7:

“¿Cómo lograste convencerme?”

“El Señor Román no se enterará…”, agregó James orgulloso, y volteó hacia Cari que estaba absorta, viendo su trago.

“Carina, así es el amor… tú eres un hermoso diamante, si esperas que un montón de lodo te valore, estás jodida”.

“Fascinante moraleja, ahora entiendo por qué solo eres el chofer”, agregó Álvaro al notar que Cari no mejoraba su humor.

“¡Hablo en serio! Solo quien entienda su verdadero valor merece estar a su lado, si ese tipo no tuvo la valentía para luchar por ella, entonces no la merece, así de sencillo. Alguien con una mentalidad mediocre nunca podrá alcanzar a alguien del nivel de Carina”.

“Basta con tus analogías… deberíamos ir al aeropuerto y regresar de inmediato”, exigió Álvaro.

“¡No! Necesito un poco más de alcohol”, indicó Carina y se bebió su trago de una sola intención para pedir otro a la mesera.

“Si la niña vomita en el avión, será tu culpa”, advirtió Álvaro preocupado.

“¿Qué prefieres? ¿Qué vomite en el avión o que llore todo el camino?”

Es antes de beberse su trago.

Después de un rato, Carina se sentía más desinhibida, situación que no fue fácil para Álvaro y James, quienes la veían cantar a todo pulmón encima de la mesa, mientras pensaban en lo que les haría Román si se enterara.

Curar el mal de amores era más complicado de lo que creían.

De pronto Carina bajó de la mesa de un solo brinco, Álvaro tuvo que precipitarse hacia ella y tomarla por los brazos para que no cayera entre risas y tambaleos.

“Esto tiene que acabar ahora”, dijo Álvaro horrorizado.

“¡Está bien! ¡Está bien!”, exclamó Carina arrastrando la voz.

“Solo… iré al baño y… ya”.

“¿Quieres que te acompañe?” preguntó Álvaro preocupado.

“¡No! ¡Estoy super bien! ¡Mírame! ¡Soy toda una ingeniera y puedo ir sola al baño!”, exclamó Carina mientras buscaba no perder el equilibrio.

“Ah… no lo sé…”, respondió James angustiado, pero Cari lo silenció poniendo torpemente su dedo en sus labios.

“Shhh… no tardo…”, agregó Carina y le dio una palmada en la mejilla antes de ir en busca del baño.

“Propongo que esperemos diez minutos antes de perder la cabeza… démosle el beneficio de la duda”, dijo James temeroso de que Carina no lograra ni siquiera llegar al baño.

Carina había visto a lo lejos el símbolo del baño de mujeres, pero entre tantas cabezas moviéndose a su alrededor y las luces estroboscópicas alumbrando la pista de baile, se mareó y decidió orillarse a tomar aire.

Cuando recuperó el equilibrio, escuchó una voz que se le hizo conocida.

“Eso es lo que te ofrezco… en caso de aceptar, nos casaremos en un mes y tendrás un año para darme un hijo…”, dijo Rainer viendo del otro lado de la mesa a una mujer rubia de ojos castaños, tan parecida a Lena que podría ser su hermana.

“¿Inseminación o será natural?”, preguntó la mujer con picardía.

“De la forma que tu gustes”, respondió Rainer entrando en su juego.

“Me agradan sus términos, Señor Winter… y estaré dichosa de firmar con una sola condición”

“¿Cuál?”

“Nada de infidelidades. Mientras estemos casados usted será únicamente mío, así como yo seré solo suya. Si me traiciona con cualquier mujer, esto se acaba y usted me indemniza”

Era una negociante feroz.

“Me parece justo”, contestó Rainer.

No era un hombre que tuviera amoríos.

Dedicaba su vida a los negocios y consideraba a las mujeres meras distracciones, no le costaría mucho acatar los términos impuestos por su futura esposa.

“Bueno, si es así entonces… ¿Me permite una pluma?”

Rainer sacó la pluma del interior de su saco y vio como la mujer agregaba sus términos al contrato.

Revisó su reloj a modo de distracción y cuando la mujer se disponía a firmar, alguien cayó sobre sus piernas, tomándolo por sorpresa.

“¡Mi vida! ¡Pensé que no vendrías!”, exclamó Carina abrazándose al cuello de Rainer.

“¿Gibrand?”, preguntó el CEO sorprendido e iracundo, su aliento alcohólico le avisaba que no estaba en sus cinco sentidos.

“¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?!”

“Te extrañé tanto”, agregó Cari y lo besó con pasión, devorando su boca como una amante sedienta.

Seducido por la intensidad que Carina desbordaba, se encontró a él mismo sometido por ella, posando sus manos sobre las tersas piernas de su secretaria, en el borde donde su falda le ocultaba la parte más tierna de sus muslos.

“¡Señor Winter! ¡¿Quién es esta mujer?! ¡¿Qué está pasando?!”, exclamó la mujer poniéndose de pie.

“Soy su secretaria, pero también su amante… solo que nos gusta vernos en estos bares o dentro de su oficina, donde nadie nos vea ni nos escuche”, contestó Carina con esa voz arrastrada y le guiñó un ojo a la mujer, haciéndola disgustar más.

“¡Suficiente! ¡Esto es una burla! ¡Me largo!”, exclamó iracunda y rompió el contrato por la mitad antes de alejarse.

“Ahora sí, ya estamos a mano, Señor Winter”, dijo Carina divertida y le dio otro beso, silenciando sus quejas y robándole el alma con ese movimiento suave de sus labios.

Cuando se levantó de su regazo, Rainer estaba desconcertado, aún no procesaba lo que había ocurrido y su boca sabía a alcohol, la saliva de Carina lo había drogado y se sentía ansioso, necesitaba más de ella.

La buscó con la mirada, viendo su cuerpo tambaleante acercándose al baño de mujeres y se decidió por alcanzarla, sin saber lo que haría cuando la atrapara.

En cuanto Carina entró al tocador, Rainer entró detrás de ella, ahuyentando al resto de las mujeres que retocaban su maquillaje en el espejo.

Tomó a Carina del brazo haciéndola girar hacia él.

“¿Qué se supone que estás haciendo, Gibrand?”, preguntó entre dientes mientras presionaba el cuerpo de Carina contra la pared, apresándolo con el suyo.

Su corazón latía ansioso y la adrenalina en su sangre le gritaba que la hiciera suya en ese momento.

“Todo es tu culpa…”, dijo con los ojos llorosos y golpeó el pecho de Rainer.

“¡Si no fueras un maldito hijo de p%ta yo nunca me hubiera acercado a Lena! ¡Ella jamás hubiera entrado en nuestras vidas y no me hubiera robado el corazón de Fred!”

Rainer comenzó a reír divertido y como un depredador hambriento recogió las lágrimas de Carina con los labios mientras inhalaba su aroma y la temperatura de su cuerpo aumentaba.

“¿Fred se enamoró de Lena? A eso le llamo karma, tú me quitaste a Lena, ahora Lena te quita a Fred. ¿No crees que es justo?”, preguntó Rainer acariciando con sus labios el suave cuello de Carina, haciendo que las lágrimas cesaran.

“No lo es… yo amaba a Fred mientras tú solo querías a Lena como un medio para un fin…”

“Efectivamente, Lena era un negocio, mi negocio y tú me saboteaste, Carina”, dijo Rainer viendo fijamente a la mujer entre sus brazos.

No era tan fuerte ni arrogante como en la oficina, el alcohol la había debilitado y el desamor la hacía vulnerable.

“Van dos negocios que arruinas y no dejaré que te vayas de aquí sin compensarme de alguna forma”

“¿Compensarte?”, preguntó aturdida.

Las manos de Rainer se sentían calientes en su cintura y de pronto se encontraba deseosa de sentirlas por debajo de su ropa.

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