Desafiando el corazón -
Capítulo 6
Capítulo 6:
“¡Cari! ¡¿Cómo te fue?! ¡¿Tienes hambre?!”, preguntó ansiosa por entrar en la cocina.
“Hice, Knódel con un poco de Chucrut”
Lena estaba apenada y nerviosa, pero Carina no le prestaba atención, solo tenía ojos para Fred, que mantenía una actitud de culpabilidad y pena.
“No es necesario… solo vine de rápido por unas cosas…”, dijo Carina dirigiéndose a su habitación con Fred pisándole los talones.
Tomó una maleta pequeña y comenzó a guardar ropa al azar, su mente estaba sufriendo los estragos que le generaba un corazón roto y metía ropa y abrigos por igual, sin sentido ni objetivo.
“¿Qué haces? ¿A dónde vas?”, preguntó Fred acercándose con curiosidad y puso su mano en el hombro de Carina, pero esta brincó, alejándose de él como si su tacto ardiera.
“Iré una semana con mi familia…”, respondió Carina apretando los dientes y agachando la mirada, haciendo un esfuerzo titánico por no llorar frente a él.
“¿Te dio permiso Rainer?”
“No”, respondió Carina y continuó guardando sus cosas.
“Si haces eso… te despedirá…”
“Entonces, me quedaré en mi casa…”
Tal vez era lo mejor, no solo para desintoxicarse de su jefe, sino de ese amor no correspondido que la estaba matando.
“¿Quieres abandonar todo? Has luchado mucho”
“Y seguiré luchando, en otro lado… Fred entendía la molestia de Carina, sabía que el problema no era su trabajo, ni siquiera Rainer, sabía que ese beso no solo había causado estragos en Lena y él, sino también en su mejor amiga”.
“Carina…”
“Me alegra”, lo interrumpió.
“Lena es una chica muy linda y creo que… es bueno que…”
“Es muy noble y dulce… ha pasado por mucho y necesita de mí”
“¿Lo haces porque te necesita? ¿Por eso estás con ella? ¿Eso es lo que querías, una mujer vulnerable a la cual defender?”
“Solo quiero una mujer alcanzable…”
“¿Alcanzable?”, preguntó Carina indignada y dolida.
“Sí, una mujer que mi dinero y los lujos que yo le pueda dar sean suficientes… ¿Cómo podría impresionar a una mujer que lo tiene todo y que lo poco que yo tengo nunca será suficiente?”
“¿Qué?”
Carina no comprendía y eso dolía.
“Soy un hombre normal y común que tiene que luchar mucho para poder tener un estatus como el que tú tienes. Sé que puedes adaptarte a vivir así, en un departamento pequeño, comiendo en restaurantes baratos o puestos callejeros, pero al final del día, regresarás a casa, vestirás ropa fina, comerás caviar y beberás vino, mientras yo seguiré en este departamento”.
“¿Lo sabías? ¿Sabías lo que yo sentía… por ti?”, preguntó Carina con tristeza, no quería escuchar la respuesta.
“Sí, contestó Fred con una sonrisa triste y estiró su mano para acariciar la mejilla de Carina, pero esta retrocedió como un animal herido y desconfiado.
“Yo también lo sentí. Yo también me enamoré”.
“¿Me ignoraste por mi familia y por quién soy?”
Quiso reír, pero las lágrimas se le agolparon en la garganta.
“¿Es en serio?”
“¿Crees que tuve que sincerarme y pedirte que fueras mi mujer? Supongo que eso sería lo obvio”.
Hace una pausa.
“¿Quién desaprovecharía la oportunidad de casarse con una mujer de buena familia? Significaría tener la vida solucionada, podría pedirle a tu padre que me consiguiera un buen trabajo sin necesidad de tener la escuela terminada… pero… la verdad es que yo no encajo en una familia así”.
“Teníamos tantas cosas en común… nos llevábamos tan bien… pensé que…”
Carina se sentía confundida y herida, no pudo contener más su dolor.
“Lena logró en unos días lo que yo no pude en un año”.
“Carina… Nunca dejarás de ser mi mejor amiga… pero no me pidas que seamos algo más”, dijo Fred tomando el rostro de Carina entre sus manos.
“Eres una mujer hermosa, inteligente, valiente, pero yo no puedo pertenecer a tu mundo, no puedo enfrentarme a tu familia y a tu estilo de vida cuando ni siquiera soy capaz de conseguir empleo”
Las lágrimas calientes de Carina mojaron las manos de Fred y enternecido por ver qué tan profundo se había clavado en el corazón de su mejor amiga, se inclinó hacia ella con intención de apoderarse de su boca.
Quería probar lo que se sentiría besarla, por lo menos una vez en la vida, pero la tristeza en el corazón de Carina se reflejaba en sus labios entumecidos.
“Como sea… me tengo que ir”, dijo Carina empujando a Fred y tomando su maleta.
“Cuando regreses, hablaremos con más calma…”, dijo Fred suspirando melancolía.
“¿Puedes empacar el resto de mis cosas? Cuando regrese me iré de este departamento para que puedas estar a solas con Lena y no haya nadie que los interrumpa”, respondió Carina con frialdad, asfixiando su corazón y mostrándose fuerte y orgullosa.
“Carina… no quiero que nuestra amistad termine así, eres muy importante en mi vida”, dijo Fred sorprendido.
No quería perderla.
“Sí, como sea…”, contestó Carina con esa máscara de arrogancia.
Tomó al Señor Orejas y salió de la habitación.
Lena, que había escuchado todo desde la sala, permaneció en silencio, temerosa de sufrir el rechazo de Carina.
“Si quieres puedes usar mi habitación, ya no la necesito”, dijo Carina volteando hacia ella.
“Aunque supongo que dormirás con Fred y no será necesario”.
“Cari…”, Lena se levantó con la actitud de un cachorro regañado y tomó de la mano a su amiga como si no quisiera que se fuera, pero esta se sacudió de su agarre.
“Yo no sabía…”
“Basta… no tengo tiempo para esto”
Carina siguió con su camino y cuando Lena quiso detenerla, Fred la tomó de los hombros, sabiendo que no lograría nada.
…
Salió del departamento tan rápido como llegó y justo al bajar el último escalón, corrió hacia el auto y se refugió dentro del asiento, abrazando a su peluche, ante la mirada desconcertada de Álvaro y James.
“¿Todo bien?”, preguntó Álvaro, pues la había visto salir fuerte y confiada y regresó rota.
“No… nada está bien…”, contestó Carina llorando desconsolada.
“Me enamoré de un hombre que no me quiere por ser quién soy… nadie en este maldito país sabía la verdad y él, a quien le conté todo, me rechazó”
Se abrazó a Álvaro, quien de inmediato se tensó y alzó los brazos sin saber qué hacer.
“¡Abrázala, animal!”, exclamó James viendo todo por el retrovisor.
Álvaro, de manera robótica, estrechó a Cari haciendo que su llanto fuera más profuso.
“No funciona, se puso peor…”, dijo ansioso.
“Hubiera sido mejor que viniera Lorena, ella sabría qué hacer”
“¡Yo sé qué hacer!”, exclamó James en cuanto pasaron por fuera de un bar.
“Quien diga que el alcohol no es una solución, no sabe nada de química”.
“Pésima idea, el Señor Román nos va a matar”, dijo Álvaro en la mesa, viendo las luces neón y los tragos coloridos.
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