Capítulo 5:

Ni siquiera sentía que recibiera los suficientes créditos por su hazaña o tal vez ese era el resultado de meterse en problemas que no eran suyos.

No ser reconocida y perder al hombre del que estaba enamorada.

“¡Vamos! Es tu día de descanso”, insistió Fred dándole esa encantadora sonrisa que hacía latir su corazón con fuerza.

“Además, Lena canta hermoso, creo que a la gente le encantará. Ese pequeño instante de ilusión se fue a la m!erda en cuanto Fred habló de las cualidades de Lena, desmoralizando aún más a Carina. ¿Lena la había reemplazado también en el dueto que hacía con Fred?”

“No creo que sea buena idea… En verdad tengo que darme prisa”, insistió cabizbaja, controlando sus ganas de llorar frente a ellos.

Era demasiada la presión que sentía como para completar su miseria con un golpe directo al corazón.

“Por favor, salgamos los tres… te hace falta despejarte”, dijo Lena con ternura.

¿Había manera de reclamarle algo?

Lena era tan dulce que Carina no podía desconfiar de ella. La relación que estaba naciendo entre ellos era sincera, sin malas intenciones y ambos parecían felices.

“No insistas, Lena…”, contestó Cari y le ofreció una sonrisa dolorosa.

“Ve con Fred y diviértanse”.

“Cuando Carina se propone algo es imposible que cambie de parecer”, dijo Fred y por un momento se vieron con tristeza, como si Carina y él supieran justo lo que estaba pasando y no tuvieran la voz para poder hablarlo.

“Bien… entiendo…”, contestó Lena cabizbaja.

“¡Te traeremos algo rico para desayunar!”

Como si fuera un cachorro, Lena abrazó con ternura a Cari antes de salir del departamento acompañada de Fred.

Era tanto el dolor de Carina en su pecho, que tuvo que poner su mano sobre su corazón y hacer presión, como si intentara detener una hemorragia, pero solo era agonía, frustración y celos, todo combinado de manera tóxica y dando como resultado, arrepentimiento.

Terminó escondida en su cuarto abrazando al señor Orejas, ese viejo elefante, protector de sus sueños y consuelo de su infancia.

Llegó antes de su hora de entrada al trabajo, se sentía aliviada por cambiar de dolor, mientras Enel departamento sufría de ver a Lena y Fred juntos, en el trabajo solo tenía que tolerar los malos tratos de Rainer, pero eso era lo de menos, hasta cierto punto era de consuelo, pues con él podía pelear.

Ese día entró a la oficina de Rainer y se plantó frente al escritorio sin muchos ánimos, pero ansiosa por pedir sus vacaciones.

“¿Señor Winter?…”

“No”.

“¿No? Ni siquiera le he dicho lo que quiero…”

“Sé lo que quieres… se acercan las vacaciones de la universidad y mi respuesta es no, hay mucho trabajo y no permitiré que te tomes ni un solo día para holgazanear”; dijo Rainer viéndola con molestia.

“Apenas vas a hacer siete meses y vienes solo medio día. ¿Crees que te lo mereces?”

Para Carina, la idea de quedarse todas las vacaciones en Alemania era una tortura, quería huir, salir corriendo y buscar refugio en los brazos de su padre.

Se podía imaginar acusando a Rainer con Román, sabiendo que este haría hasta lo imposible por darle una lección a ese CEO que había torturado a su princesita.

‘Odio ser adulta y tener que aparentar madurez y autocontrol’, pensó Carina con desesperación.

“He hecho un gran trabajo como su secretaria y como ingeniera… y…”

“Dije que no”, respondió Rainer molesto.

“¿Creías que tu castigo se acabaría con tu nuevo cargo? Por alguna extraña razón que desconozco, mi padre desea que te conserve en la empresa y tengo prohibido correrte, pero no dijo nada acerca de que tú renuncies por iniciativa propia. ¿Quieres vacaciones? ¿Quieres liberarte de esta humillación? Renuncia”.

Esas palabras solo molestaban al orgullo de Cari que siempre se encendía, iracundo y descontrolado, frente a Rainer. “

“Se nota que es un hombre que le gusta luchar por lo que quiere”, dijo Carina con media sonrisa.

“Así que… no haré que esto sea fácil. No pienso renunciar. ¿Quiere que me vaya? Tenga el valor de enfrentarse a su padre y despídame… ¿No puede? Ese no es mi problema”.

Rainer inhaló profundamente queriendo contener su odio y lo logró, pues el dulce aroma del perfume de Carina cosquilleó en su nariz, una combinación dulce y a cítricos que se volvía un tónico para su mal humor y al mismo tiempo el motivo de su enojo, pues era frustrante sentir un freno invisible que lo limitaba a ser más hiriente y brutal con esa mujer testaruda.

Esa tarde Rainer salió temprano, había quedado de verse con una mujer en un bar cercano.

La chica no era como Lena, no había una forma de dominarla ni chantajearla y la única salida que le quedaba era la negociación.

Carina esperó paciente a que llegara su hora de salida mientras aún se debatía si irse del país, aunque Rainer no le hubiera dado permiso.

Cuando salió por fin del edificio, vio a un trajeado con rostro de pocos amigos que se le hacía muy familiar.

Su rostro se convirtió en una gran sonrisa.

“¿Álvaro?”, preguntó avanzando lo más rápido que los tacones se lo permitían.

“Carina, qué gusto verte”M respondió el abogado sin poder ocultar la felicidad que le daba ver a la pequeña Gibrand como toda una mujer adulta, pero el gusto le duró poco, pues de inmediato Carina se echó a correr, ansiosa por abrazarlo.

Al sentir que caería por culpa de los tacones se le lanzó eufórica. Álvaro tuvo que extender sus brazos hacia ella para sostenerla, su peso había hecho que chocaran con el auto y James saliera molesto a reclamarle.

“Es rentado! ¡Cuidado!”, exclamó el chofer levantando una ceja.

“¡James!”, gritó Carina emocionada, asustándolo y haciendo que se escondiera de nuevo dentro del auto.

“¿Qué hacen aquí?”

“Tu padre nos envió, no quería que te fueras de nuevo en viaje comercial y mandó el avión privado”, contestó Álvaro abriendo la puerta para ella.

“¿Los ingenieros en este país suelen ir tan bien vestidos siempre?”

Carina torció los ojos, no se animaba a decirle la verdad.

“Sí, son más estrictos”, contestó ocultando su molestia.

“Conseguiste la semana libre en tu trabajo, ¿Cierto?”, preguntó Álvaro, sospechando lo peor con cada segundo de silencio que Carina dejaba pasar.

“Sí, la conseguí”, mintió.

Después se encargaría de lidiar con el mal humor de él, Carina subió los escalones de dos en dos mientras Álvaro y James la esperaban afuera del edificio donde vivía.

Abrió la puerta de su departamento, con una enorme sonrisa, pues regresaría a casa, pero pronto todo su ánimo terminó por los suelos.

Fred y Lena estaban en la sala, viendo una película romántica y besándose tiernamente.

La sensación que se apoderó de Carina fue como si una mano invisible se hubiera hundido en su pecho y le arrancara el corazón. Lo que tanto había temido ahora era realidad.

No quería interrumpirlos, ni enfrentarse a ese incómodo momento de explicaciones, pero tampoco quería salir de ahí sin sus cosas.

De pronto el beso terminó y los enamorados se vieron por un momento a los ojos, escépticos de lo que había pasado.

La primera en descubrir la presencia de Carina fue Lena, quien de un brinco se levantó del sillón y se acercó fingiendo que no había pasado nada.

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