Desafiando el corazón -
Capítulo 54
Capítulo 54:
Los niños estaban en la escuela, William se había llevado a Anette al despacho y Rose fue de compras, algo no andaba bien.
Vio de reojo su celular en la mesa de noche, estaba vibrando, era su papá quien llamaba.
“Bueno, niños… activemos el modo serio”, dijo antes de tomar su celular y contestar.
Era el momento de la acción.
No podía perder.
…
Alpha forzó la cerradura.
La casa estaba completamente sola, así que no les fue difícil entrar.
Escucharon el ruido de los bebés en la planta de arriba, habían comenzado a llorar en cuanto su Tía Emma dejó de hacerles mimos.
Alpha fue por delante y cortó cartucho antes de entrar por la puerta, viendo la cunita con ambos niños dentro, bajó su mano armada y cuando estaba dispuesta a llamar a Candy para que entrara, recibió un golpe tan fuerte que le hizo tirar el arma al suelo.
Detrás de la puerta abierta se encontraba Emma, quien se había quitado sus tacones y los portaba como armas.
La mano de Alpha sangraba profusamente, el tacón de aguja de Emma había desgarrado su piel como si fuera papel.
Antes de poder responder al ataque, Emma la tomó del cabello al mismo tiempo que cerraba la puerta, chocándola con su cabeza un par de veces antes de que cayera inconsciente.
Candy, al ver como Alpha caía al piso, con medio cuerpo dentro de la habitación, retrocedió lentamente, horrorizada. Emma salió llena de confianza, girando su zapato en la mano con habilidad.
“¿Candy? Mucho gusto… me han platicado de ti…”, dijo emocionada por ver a la chica aterrada.
Esta se precipitó hacia las escaleras, ansiosa por salir de ahí.
Emma corrió detrás de ella y para no gastar más energías, la empujó justo cuando iba a poner el primer pie en las escaleras.
El cuerpo de Candy rodó escalón por escalón hasta llegar al piso.
“¿Has visto pelear a Carina? No soy tan buena como ella…”, dijo Emma haciendo girar su tacón en la mano como si fuera un revólver.
“Ella hace cosas más artísticas, derribos y fanfarronea mucho. Yo soy más práctica…”
Candy quiso levantarse, pero Emma le arrojó el zapato, golpeándola justo en la cabeza.
“Molestaste a mi hermanita… ¿Crees que te dejaré ir?”, dijo tomándola por el cabello, obligándola a levantar la cabeza.
“Te metiste con la familia equivocada. Tú y la p$rra de allá arriba rogarán porque alguien llame a la policía y las meta a la cárcel, lejos de mis garras. Lo juro. ¡Con la Familia Gibrand, no se juega!”
Con una bofetada terminó de desquitar su furia.
…
William llegó rápidamente a la casa en cuanto recibió la llamada de Román.
Había dejado a los niños al cuidado de Gina. No sabía qué esperar, dudaba si sería prudente llamar a la policía.
La puerta de la residencia Harper estaba abierta, la empujó con su mano protegida por un pañuelo, no quería alterar alguna huella que fuera necesaria.
Cuando se decidía en levantar la voz para llamar a su mujer, vio a Rose saliendo de la cocina con un par de botellas de leche.
“Bienvenido a casa, Señor Harper”, dijo Rose con una amplia sonrisa.
“Si busca a su esposa, está en el cobertizo”.
“¿Todo bien?”, preguntó William sin saber qué pensar.
“No, la leche que dejó la Señora Carina se ha acabado…”
Agregó Rose preocupada.
“Hay que comprar un bote de fórmula nuevo, si va a tardar en regresar”.
“Ah… Cómpralo… No hay problema…”, respondió entrecerrando los ojos. Esperaba ver la escena del crimen en el recibidor, pero no había nada.
“Iré a buscar a Emma”.
“Sí, señor”, respondió Rose subiendo las escaleras.
William recorrió el jardín hasta esa pequeña bodega donde guardaban toda la herramienta, y abrió lentamente la puerta.
El único foco llenaba todo de una luz ambarina y encontró a dos mujeres amarradas a un par de sillas.
“Bien… Intentemos de nuevo… ¿En qué número estoy pensando?”, preguntó Emma caminando frente a las mujeres mientras mecía un cinturón de cuero en su mano.
“¿Emma?”, preguntó William sin ocultar su preocupación.
“¡Error! ¡Cinco!”, dijo Emma y le dio un par de cinturonazos a las mujeres que g!motearon asustadas.
“Amor, creo que para que un interrogatorio funcione, deberías quitarles la mordaza de la boca”, dijo William suspirando aliviado por ver a su esposa bien.
“¡Will!”, exclamó Emma alegre y se acercó para estrecharlo con cariño.
“Llegaste del trabajo. ¿Cómo te fue? ¿Pasaste por los niños?”
“Sí, pero los dejé con Gina… pensé que estarías ocupada…”, dijo Will mientras Candy, entre lloriqueos, suplicaba su auxilio.
“Algo… estoy entreteniendo a las invitadas hasta que llegue Álvaro, James y Lorena… me dijo mi papá que ellos se encargarán” respondió Emma inocentemente.
“Qué manera tan interesante de… entretenerlas”, dijo William.
“¿Entiendes que puedes incurrir en ilegalidades al tener secuestradas a dos mujeres de nacionalidad alemana en la bodega? Sin mencionar que las estás golpeando”.
“Ya sé…”
Agregó Emma haciendo puchero.
“Pero estaban molestando a mi hermana y venían por mis sobrinos. No iba a permitir que se los llevaran. Además… me has enseñado que sin evidencia no hay sentencia”.
Esa sonrisa pícara y llena de confianza llenaba de ternura el corazón de William y, olvidando por un momento la escena, no pudo evitar besarla.
“Esa es mi chica”
Agregó abrazándola con cariño ante la mirada sorprendida de las mujeres amordazadas.
De pronto se escuchó el timbre y supieron que los refuerzos habían llegado.
…
Habían pasado tres meses desde el incidente en la bodega, y dos desde que encontraron los cuerpos de Alpha y Candy.
Aaron Winter había perdido todo, la empresa se fue a la bancarrota con la ausencia de Rainer, y el dinero comenzaba a escasear en su constante búsqueda de protección.
Se había aislado de la sociedad y solo cambiaba de casas de seguridad, fuertemente custodiadas, mientras veía cómo el mundo comenzaba a olvidarse de él.
Hasta que una noche, cuando creyó que estaba cerca de poder retomar su vida, algo ocurrió que lo heló.
Las cámaras de seguridad comenzaron a fallar, los hombres que custodiaban la residencia empezaron a desaparecer y su jefe de seguridad no encontraba explicación.
Winter se mantuvo cerca de la chimenea, esperando pacientemente, pues el silencio lo estaba matando, ni un solo disparo se escuchó.
Aunque le suplicó a su jefe de seguridad que no lo dejara solo en esa enorme habitación, este decidió salir a enfrentar la situación, haciendo que los minutos en soledad se volvieran insoportables.
Winter buscó en su cajón ese viejo revólver que había conservado a su lado para protegerse, pero se sentía incapaz de poderse enfrentar a quien estuviera del otro lado de la puerta.
Bebió a tragos grandes su botella de bourbon, se hincó delante de la chimenea y apoyó el cañón en su sien.
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