Desafiando el corazón -
Capítulo 53
Capítulo 53:
Ver ese cañón apuntando hacia su esposa lo hizo perder la paciencia.
“Con mi mujer, no”, dijo en el momento que apoyó su cañón en la sien de Walter y sin perder tiempo, jaló el gatillo.
De pronto Rainer entró corriendo a la bodega, después de golpear con su bastón al asesino que Lorena había comenzado a atacar, y haciendo uso de su fuerza, tolerando el dolor de sus huesos y su carne aún lastimada por aquella explosión.
Al ver a Carina entre sangre y fuego, el corazón le bombeó más aprisa, recordando a su madre y esas pesadillas tortuosas donde la perdía.
“¡Carina!”, gritó alarmado, perdiendo la cabeza.
Corrió hacia ella y revisó las heridas de sus muslos.
“Rainer… tu padre…”
Carina no sabía cómo explicarse.
“Lo sé… “, dijo iracundo.
“Lo primero es sacarte de aquí”
…
Mientras Lorena y Johan remataban a los asesinos que habían custodiado la bodega, Marco buscaba alguna herramienta con la cual poder cortar las esposas, pues claramente la llave se la había llevado el Señor Winter.
Rainer, detrás de Carina, acarició sus manos lastimadas, conteniendo la calma mientras el fuego consumía el lugar y el humo se hacía espeso, irrespirable. Johan tuvo que pedirle a Lorena que saliera, pues cada vez era más peligroso estar dentro y, contra su voluntad, la sirvienta salió, esperando con ansias a los bomberos o a los policías, pero estos no parecían estar dispuestos a llegar.
Johan hizo un par de tiras con su camisa y aplicó torniquetes a ambas piernas de Carina, pues la pérdida de sangre la estaba haciendo palidecer. Si no moría por el fuego, moriría por la hemorragia.
“Carina, despierta… mantente conmigo…”, dijo Rainer en su oído mientras sujetaba uno de sus pulgares, envolviéndolo con su mano.
Al no encontrar otra manera de liberarla, dislocó su dedo.
El tronido hizo que de nuevo Carina recuperara la consciencia que estaba perdiendo.
Con mayor facilidad, Rainer pudo pasar a través de las esposas la mano de Carina, liberándola de esa columna.
Marco la cubrió con su saco y cuando quiso tomarla en brazos, Rainer interfirió, era su mujer y deseaba ser él quien la sacara de ahí.
Lograron salir antes de que un par de vigas cayeran envueltas en llamas, ocluyendo la entrada.
Frente a la bodega, Rainer cayó hincado, cansado y adolorido, pero aferrándose al cuerpo de la mujer que amaba.
“Ahora todo estará bien, mi amor…”, dijo en su oído mientras Carina caía en un sueño profundo, producto de la pérdida de sangre y respirar el humo del incendio.
“Te amo, mantente conmigo…”, dijo.
“Quédate a mi lado”.
“Todo se fue a la m!erda”, dijo Winter en cuanto Candy contestó.
“Olvídate de esos niños, no tiene sentido ir por ellos, mejor busca un lugar donde esconderte mientras todo se tranquiliza”.
Candy escuchó atenta, pero no le agradó.
No quería desistir, si lo único que podría obtener de Rainer eran esos niños, los tomaría.
Haría que él sufriera un poco de lo que ella había sufrido y al mismo tiempo, se los llevaría como consuelo, viendo en ellos a los hijos que nunca podría tener con él y amándolos como solo ella creía que podría hacerlo.
“¿Qué dijo el jefe?”, preguntó Alpha con curiosidad.
“Tenemos que ir por los niños en cuanto el avión aterrice…”, dijo Candy guardando su teléfono en el bolsillo.
…
Esta vez era Carina quien descansaba en la cama del hospital.
Pese a su estado de salud, Rainer decidió no volver a su habitación y quedarse al lado de su mujer.
En cuestión de horas llegaron Román y Frida, quienes no pudieron esperar de brazos cruzados en su hogar.
Entraron a la habitación cuando ella aún permanecía completamente dormida. Rainer ni siquiera levantó la mirada hacia ellos, estaba concentrado en el rostro de Carina, mientras acariciaba su mano con dulzura.
“Mi padre casi me arrebata a mi mujer…”, dijo cargado de odio.
“Ya tengo gente buscándolo, es cuestión de tiempo para atraparlo y que sea procesado…”, contestó Román notando el odio en la mirada de Rainer.
“No… no quiero que solo entre a la cárcel…”
Agregó entre dientes.
“Pude perderla como perdí a mi madre… no se merece solo ser procesado”.
Frida, quien estaba al lado de su hija acariciando su cabello con preocupación, parecía sorprendida por la intensidad de las palabras de Rainer, y volteó hacia Román, notando la complicidad implícita en cuanto él sonrió de medio lado, comprendiendo perfectamente lo que su futuro yerno deseaba.
“En ese caso… enviaré a un equipo diferente para encontrarlo”, dijo satisfecho.
Sacó su teléfono y llamó directamente a Álvaro.
“Necesito que busques al señor Aaron Winter, que te acompañe James y Lorena, coordínate con ellos”
“Entendido, señor”, respondió Álvaro.
De pronto los ojos de Carina se abrieron.
Sobresaltada, se sentó en la cama, su corazón agitado y un dolor fuerte en el estómago la atormentó.
Aún podía sentir el calor de las brasas y el olor de la gasolina se aferraba a su nariz.
“¡Mis bebés!”, exclamó desesperada, aferrándose a las sábanas.
Rainer tuvo que abrazarla para contenerla sin lastimarla.
“Tranquila, mi amor… todo está bien”, dijo Frida acariciando el rostro de Carina.
“Mariel y Luke están con Emma. Están a salvo”.
“No… no están a salvo… Candy fue, acompañada de una asesina, por ellos”
Agregó con el estómago revuelto y aferrándose al brazo de Rainer.
“¿Qué?”
Rainer no pudo ocultar su horror.
“Tenle un poco de fe a tu hermana”, dijo Román con media sonrisa.
“Te llamaré para que esté bajo aviso”
…
“¿Quiénes son unos bebés hermosos?”, preguntaba Emma haciéndoles caras graciosas a los mellizos.
“¿Quiénes están hechos con tecnología alemana? ¿Quiénes escuchan a Rammstein como canciones de cuna? ¡A ver! ¿Quiénes?”
Emma estaba fascinada por esos pequeños querubines.
No entendía cómo habían salido tan bonitos considerando a su hermana menor un patito feo.
“Su mamá es poco agraciada, pero su papá es rubio y de ojos azules, su genética los ampara”
Agregó Emma conteniendo sus risas, aprovechando que los pequeños aún no sabían hablar y no la acusarían con su mama.
“Bien, iré por un par de botellas de leche para la dama y el caballero, ¿Quieren otra cosa?”
De pronto se escucharon ruidos que la pusieron alerta.
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