Desafiando el corazón
Capítulo 48

Capítulo 48:

“Ella se lo buscó”, respondió Aaron y, movido por la desesperación, embistió a Rainer, haciendo que cayera dentro de la habitación, retorciéndose de dolor.

Cuando el segundo hombre fue en busca de Rainer, notando la puerta de la habitación cerrada y a Candy en el piso, Carina regresó sobre sus pasos y se lanzó hacia él, derribándolo y peleando por su arma.

Recibió un puñetazo en el costado antes de que su atacante la tomara por el cuello, encajando sus dedos en su suave carne, aun así, tuvo la audacia de golpearlo con la rodilla en la ingle, suavizando así su agarre.

“He peleado con cosas más feas que tú”, dijo Carina y tomó el arma por el cañón para golpear a su enemigo con la cacha.

Sabía lo complicado que sería detonar el arma contra él.

Los golpes abrieron la carne de su atacante y el dolor lo hizo torpe y débil.

Carina lo sometió, haciéndole una llave con la cual comenzó a asfixiarlo. Todo iba bien, solo necesitaba que perdiera la conciencia para poder dar la pelea por terminada, pero no era el último en realizar un atentado ese día en el hospital.

Una mujer, disgustada y arrogante, se levantó de la banca donde esperaba, viendo a sus secuaces como un par de idiotas.

“¡Me dan pena!”, exclamó iracunda y sacó su arma, apuntando directamente hacia Carina.

“Suéltalo antes de que te vuele la cabeza”

“Juro que le romperé el cuello…”, dijo Carina haciendo más presión.

No se sentía segura de arrancarle la vida a alguien con sus propias manos, pero cuando se trataba de sobrevivencia, todo era posible.

“Lo dudo, no tienes las agallas”

Agregó la mujer entre dientes, apoyando su dedo en el gatillo.

“Suéltalo y vete. No tienes por qué intervenir. No eres tú a quien queremos”.

“No sabes lo que soy capaz de hacer por él…”, respondió Carina llena de decisión.

“Pobre mujer enamorada… ¡Estúpida!”

Cuando la mujer estaba a punto de disparar, algo la golpeó en la cabeza con fuerza, haciendo que cayera de rodillas y perdiera el arma de la mano.

Carina dejó inconsciente al hombre y rápidamente se acercó a la asesina hincada en el suelo, pateando su rostro, profundizando su inconsciencia.

Cuando levantó la mirada para ver a su salvador, se encontró con una mujer de la edad de su madre, con ojos grandes y cabellos rubios que sostenía el extintor y sonreía nerviosa.

“¿Estás bien?”, preguntó Carina notando que las manos de la mujer temblaban.

“Eso creo… ¿Tú estás bien?”

Inquirió la mujer antes de dejar el extintor en su lugar.

“Lo estoy, gracias a ti…”, respondió Carina agradecida.

Su salvadora solo levantó los hombros de manera casual y con una sonrisa tímida.

Cuando volteó hacia atrás, se dio cuenta que Candy estaba escondida entre los asientos, y la puerta de la habitación se abrió mostrando a padre e hijo peleando.

“¿Carina?”, preguntó Rainer agotado y angustiado.

“¿Estás bien?”

“Lo estoy”, respondió dedicándole una sonrisa tierna y cuando buscó a su nueva amiga, esta había desaparecido.

Era una lástima, no había podido preguntarle su nombre.

“Eres un cobarde…”, dijo Rainer a su padre mientras una enfermera auscultaba su corazón.

“Cuida tus palabras, Rainer…”

“Si no querías que yo me arriesgara, ¿Qué te costaba ayudarla?”

Agregó Rainer decepcionado.

“Lo que hizo fue una estupidez. ¿Quién se enfrenta a hombres armados de esa forma? ¿Qué clase de formación le dio su padre? ¡Solo crio a una matona!”

“Pues esa matona nos salvó la vida, pese a lo torpes y patéticos que nos vimos enfrentando la situación. Esa matona es la mujer que amo y que casi pierdo… esa matona es la madre de mis hijos y mi futura esposa, te guste o no”.

“¡Estás loco si crees que lo toleraré!”

“¡No te estoy pidiendo permiso! ¡Te estoy avisando lo que pasará!”, exclamó Rainer.

“¡Largo de mi habitación y de mi vida! ¡Te aborrezco, padre! ¡Eres un cobarde! ¡No fuiste capaz de proteger a mi madre y ahora esperas que yo sea tan inútil como tú al no querer cuidar de mi mujer!”

“¡Mide tus palabras, Rainer!”

“Vete a la m!erda… no me interesa seguir en esto, ya me cansé de que creas que me puedes manipular, prefiero suplicarle por un empleo de intendente al Señor Gibrand que pasar un día más como CEO de tu amada empresa…”

“¿Crees que esa familia te acogerá después de todo lo que ha ocurrido?”

“Sí, eso harán”, dijo Carina entrando a la habitación, viendo con inmenso odio a Aaron.

“Y si no lo hicieran, me tiene a mi. Yo nunca lo dejaré, no importa que empecemos de cero, no me importa renunciar a todo por él. Incluso si se trata de mi propia vida”.

Pasó por un lado y se sentó junto a Rainer, quien de inmediato la envolvió con un brazo de manera protectora.

Ambos conscientes de que, si se tenían el uno al otro, no hacía falta más.

“¿De dónde salió la escolta que custodia mi habitación?”, preguntó Rainer divertido, recostado en su cama mientras Carina acariciaba sus cabellos rubios con ternura.

“Mi papá contrató hombres para que eviten otra situación igual. Se irán en cuanto lleguen Lorena y Johan, así como yo también me iré, tengo que regresar a casa y ver a mis bebés, aunque Emma los está cuidando, necesito verlos y saber que están bien”.

“Tengo que regresar yo también…”

“Lo sé, mi papá está viendo la posibilidad de movilizarte. Ante todo, está tu salud, cuando estés más estable, terminarás tu recuperación en casa”

Agregó Carina con ternura.

“Yo te cuidaré”

“Me siento patético…”, dijo Rainer negando con la cabeza.

“Yo soy quien debería de ver por ti, no al revés. Además, no me gusta sentirme en deuda con el gran Señor Gibrand”

“Cuando necesites que alguien te cuide, yo lo haré…”

Agregó Carina acariciando la mejilla de Rainer con ternura.

“Ya demostré que soy capaz de recibir una bala por ti”.

“Sí, lo sé… pero no me agradó”

Añadió Rainer recordando su preocupación.

“Aun así, lo haré sin dudar… porque te amo”, respondió Carina y besó tiernamente a Rainer.

“Quédate esta noche conmigo…”

Suplicó viéndola directo a los ojos.

“¿Tienes miedo de que regresen los malos?”, preguntó Carina acomodándose en la cama, a un lado de él, tratándolo como si fuera un bebé.

“No te preocupes, yo te protejo”.

Rainer estrechó a Carina con cariño y escondió su nariz entre sus cabellos, inhalando su aroma.

Esa era la forma en la que él deseaba pasar el resto de sus días.

Con ella entre sus brazos, cerca de su corazón.

“Mi heroína…”, dijo antes de caer profundamente dormido.

Estaba contento.

Estaba feliz.

Ahora podía dormir tranquilo.

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