Desafiando el corazón
Capítulo 47

Capítulo 47:

“¿Vienes a romperme el corazón?”, preguntó Noah con una sonrisa insípida y la mirada perdida.

“Noah… Lo que te dije sigue en pie. Te regresaré la empresa tal cual está y te asesoraré para que esta se mantenga funcional…”

“¿Crees que eso es suficiente?”, preguntó melancólico.

“Lo siento, Noah… te mereces el cariño y el amor de una mujer que te corresponda y esa no soy yo”.

“No puedes decir que llegué tarde”, dijo intentando reír, pero el dolor no se lo permitía.

“Yo te conocí primero que Rainer, yo estuve en tu vida antes… ¿Lo recuerdas?”

“Apenas había cumplido dieciséis y te querías casar con Emma… No fue una buena forma de conocernos”, dijo Carina sentándose a su lado.

“Cometí muchos errores… me dejé llevar por la avaricia. Si me hubiera tomado cinco minutos para revalorar mis decisiones y echar un vistazo a quien me rodeaba, sé que me habría dado cuenta de esa niña de ojos celestes, rebelde y malhumorada, la hubiera esperado y llenado de regalos y cariño. Me hubiera casado con ella en cuanto fuera posible y ahora las cosas serían muy diferentes”.

“Pero no pasó así…”

Añadió Carina en voz baja, apenada por romper sus sueños.

“Tenemos que seguir adelante”

“No te cuesta decirlo, porque tú conseguiste tu final feliz…”

“Tú también lo conseguirás… encontrarás a la indicada”.

“La cual, al parecer, no eres tú…”

“Lo siento…”, dijo Carina agachando la mirada.

“No me tengas lástima…”

Agregó Noah antes de salir de la habitación, conteniendo su molestia, dejando a Carina sintiéndose culpable por su corazón roto.

En cuanto cerró la puerta detrás de él, sacó su teléfono y marcó.

“No terminaron con el trabajo…”, dijo entre dientes.

“Señor, no creí que…”

“¡No me importa lo que creen o no creen! ¡Terminen con el trabajo que pagué tan bien!, exclamó Noah furioso antes de colgar.

“El contrato sigue abierto…”, dijo el contacto de Johan en cuanto este contestó la llamada.

“Lo sé… sigue vivo…”

Añadió pensativo.

“¿Te interesa?”

“No, pero tampoco quiero que lo maten. ¿Hay forma de arreglarlo? Déjame hablar con el comprador…”

“No, pidió privacidad exclusiva… si quieres hacer algo, tendrás que ingeniártelas tú solo..”

El hombre colgó, sintiendo la presión de Noah por terminar el trabajo y sin poder ayudar más a su antiguo amigo.

“Oscar Sierra… ¿Quién eres, Oscar Sierra?”, se preguntó a sí mismo y en cuanto vio la mirada confundida de su esposa resopló.

“Tienes que hablar con Carina, los asesinos que iban a matar a Rainer van a seguir intentándolo hasta conseguirlo”.

“¿Iremos a Alemania?”, preguntó Lorena mientras buscaba el número de Carina en su celular.

“Si, iremos a Alemania…”

“¿Por qué no puedo hablar con él?!”, exclamó Carina furiosa.

“¿Crees que no eres la primera sospechosa?”, preguntó el Señor Winter haciéndole frente.

“Estoy seguro de que tú fuiste quien mandó a poner el explosivo en el despacho de mi hijo, ¿Querías desquitar la pérdida de tu abuelo con él?”

“Señor Winter, está levantándome falsos y si más no recuerdo, usted tiene mucha cola que le pisen”, dijo Carina conteniendo su odio y manteniéndose ecuánime.

“Así que no me amenace en vano si no planea revivir esta guerra hasta llegar a las últimas consecuencias, yo no me detendré como lo hizo mi abuelo… yo sí acabaré el trabajo”.

El Señor Winter se quedó congelado ante la mirada fija de Carina. Aunque había hecho a un lado su proyecto de venganza, eso no significaba que la sangre de Román calmara sus ansias cada vez que era provocada.

Era un infierno que se mantenía apacible hasta que alguien osaba retarla.

“¡No! ¡Rainer! ¡Por favor, detente!”, exclamó Candy mientras intentaba regresarlo al interior de la habitación, pero este no estaba dispuesto a ceder.

“¡Padre!”, gritó con fuerza.

“¡Deja de meterte en mi vida!”

“Rainer, regresa a tu habitación, yo me encargo”, dijo Aaron conservando la calma.

“¡No! ¡Yo me encargo! ¡Ella es mi mujer y no puedes negar que me vea!”, exclamó iracundo.

“¡Ella no es tu mujer! ¡Ella está casada con otro hombre! ¡Deja de hacerte el tonto, Rainer!”

“Es mi mujer, la madre de mis hijos… digas lo que digas…”

Rainer levantó la mirada hacia Carina.

Era suya.

Su corazón se lo decía.

No importaba quien fuera su esposo, él era el dueño de su amor.

“Rainer… si no controlas tu comportamiento… juro que…”

“¿Qué, padre? ¿Qué harás?”, preguntó con toda la intención de retarlo.

De pronto el teléfono de Carina comenzó a sonar.

Se sorprendió de ver que se trataba de Lorena y no tardó en contestar.

“Escúchame bien”, dijo Lorena con ese tono serio que solo auguraba algo malo.

“La cabeza de Rainer aún tiene precio. Así que pon atención a tu entorno y evita cualquier conflicto. Son asesinos del nivel de Johan, no te arriesgues, no hagas locuras, solo… previene cualquier enfrentamiento y mantente segura junto con Rainer. ¿Ok?”

Carina volteó en todas direcciones, paseando la mirada en cada persona, mientras las voces de Rainer y su padre se volvían lejanas.

Para el cerebro de Carina, era más importante detectar cualquier amenaza.

En ese momento, vio acercarse un hombre de negro, la seriedad con la que se movía, su cabeza rasurada y esa actitud molesta, pero fría, le erizó la piel de los brazos.

En cuanto los ojos castaños de ese desconocido se levantaron hacia Rainer, fue como ver a un águila enfocándose en su presa.

Rebuscó entre su saco, estaba a punto de sacar algo.

“¡No!”, gritó Carina tomando a todos por sorpresa.

Se acercó con determinación al hombre, que apenas pudo sacar media arma, cuando lo tomó de la muñeca y lo golpeó con el puño en el rostro, haciéndolo trastabillar.

“¡Carina!”, exclamó Rainer al ver la situación.

El arma se ondeaba como bandera hasta que ella logró arrebatársela al desconocido, después de golpearlo con el codo en el abdomen y en el esternón.

“¿Qué demonios?”

La voz escueta de Candy resonó en el silencio.

La gente había huido del lugar en busca de protección mientras Carina desarmaba la pistola y dejaba caer cada parte al suelo.

“¿Quién te envió? ¿Quién eres?”, preguntó Carina y un movimiento la distrajo.

Otro hombre acompañaba al primero y no tardó en acercarse para intentar defender a su compañero.

Carina corrió hacia una esquina, mientras que Aaron Winter empujaba a su hijo de regreso a la habitación, preocupado por recibir alguna bala perdida.

“¡Suéltame!”, exclamó Rainer furioso y adolorido, estaba desesperado por ayudar a su mujer.

“¡La van a lastimar!”

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