Desafiando el corazón -
Capítulo 45
Capítulo 45:
Cuando la enfermera los dejó solos, Carina no era capaz de moverse, estaba congelada y con el corazón ardiendo dentro del pecho.
“Será mejor que nos vayamos… si nos ve el señor Winter puede molestarse y hacer que nos prohíban el acceso al hospital…”, dijo Noah volteando en todas direcciones, queriendo asegurarse de que aún no eran descubiertos, hasta que de pronto se turbó por el silencio de Carina.
“¿Lo perdí?”, preguntó Carina y las lágrimas se juntaron en el borde de sus párpados.
“Lo perdí…”
Se sentía nostálgica y arrepentida, pero, sobre todo, miserable.
Sus piernas no se movían y su mente estaba vacía y al mismo tiempo hecha un caos.
Había perdido el control de ella misma.
“Carina…”
Noah se acercó y la tomó por la barbilla para poder ver sus ojos que parecían perdidos.
“¿Lo perdí? ¿Perdí a Rainer para siempre? ¿Se acabó? ¿Se fue?”
Su voz se hacía cada vez más débil conforme sus ojos se enturbiaban por las lágrimas.
“¡Prometiste luchar por mi!”
Carina volteó hacia el interior del hospital, sabiendo que ahí estaba Rainer, en alguna parte, a punto de irse para siempre.
“Tengo que verlo… tengo que…”
La palabra despedirse se quedó atorada en su garganta.
Se rehusaba a pensar de esa forma.
“Tengo que estar con él…”
Sin pensarlo dos veces se metió corriendo, ante la mirada sorprendida de los guardias e incluso de Noah.
Avanzó por los pasillos y, con habilidad, esquivaba a todos los que intentaban detenerla.
Leyó los letreros sobre su cabeza, buscando a ciegas, siguiendo su corazón y el anhelo que emanaba de él.
Como una señal divina que la motivaba a seguir, vio fuera de una habitación al Señor Winter y a Candy discutiendo.
Corrió con todas sus fuerzas e ignoró la mirada sorprendida del Señor Winter así como los gritos horrorizados de Candy que suplicaba que alguien la detuviera.
Entró al cuarto y cerró la puerta, atorándola con la silla, consiguiendo unos minutos de privacidad.
Giró hacia la cama y ahí vio a Rainer, inconsciente, con lesiones moradas y verdes que adornaban su rostro.
Su boca comenzó a temblar y sus lágrimas nublaban su vista.
Con paso tambaleante llegó al lado de su cama mientras los golpes en la puerta y los gritos se escuchaban cada vez más lejanos.
“Rainer…”, pronunció con la voz rota y acarició su frente.
“Mi amor…”
Se inclinó y besó sus mejillas con cariño mientras lloraba, abrazada a él.
“Despierta, por favor… Mariel y Luke te esperan en casa…”
Cada palabra salía de su garganta como un vidrio afilado que la desgarraba.
No podía contener su dolor.
“Por favor, Rainer… no me dejes, no te vayas sin antes haberme perdonado. Por favor, Rainer… te amo con todo mi corazón y… yo… lamento lo que dije, me arrepiento, si te hubiera conservado a mi lado, no te habría pasado nada de esto, es mi culpa, perdóname…”
Cada palabra salía interrumpida por sollozos y besos. Carina se subió a la cama y se abrazó a Rainer, acomodando su oído sobre su pecho, atenta a los latidos de su corazón que la reconfortaban.
“No me dejes Rainer, me vas a matar del dolor. No te vayas… no me hagas esto, por favor… ¿Cómo podría seguir con mi vida si tú no estás? No es justo, Rainer… ¡No lo es!”
Gritó desesperada y se montó encima de Rainer, mientras este permanecía profundamente dormido.
Golpeó su pecho con fuerza, llena de frustración.
“¡No tienes derecho a irte así! ¡No puedes dejarme! ¡Prometiste luchar por mí cada día! ¡No te rindas! ¡Cumple tus promesas, maldito cobarde!”
Golpeó con más fuerza su pecho, desesperada por traerlo de vuelta.
“¡Vamos! ¡Lo prometiste! ¡Eso hiciste la última vez que nos vimos y ahora, ¿Te vas así?! ¡Cobarde! ¡Egoísta! ¡Regresa!… Regresa… Por favor…”
Le quitó la mascarilla de oxígeno y lo besó con sus labios salados por las lágrimas que cubrían su rostro, para después caer rendida sobre él, escondiéndose contra su cuello.
“No me dejes, Rainer… maldito alemán… no me abandones…”
Agregó entre sollozos con ese nudo en la garganta asfixiándola dolorosamente y las lágrimas escurriendo hasta acariciar la piel del cuello de Rainer.
En ese momento la puerta se abrió con brusquedad, era la seguridad del hospital que iban por Carina.
Esta se abrazó a Rainer con todas sus fuerzas.
“No dejes que me lleven, Rainer… no lo permitas, juraste protegerme… ¡Hazlo, carajo! ¡Vamos! ¡Te necesito! ¡Por favor, no lo permitas! ¡No!”
Uno de los oficiales la tomó por la cintura y tiró de ella, pero no logró separarla de Rainer.
“Señorita, suelte al paciente, ¿No ve que puede lastimarlo?”, dijo el policía preocupado por no saber cómo quitarla.
“No lo soltaré… solo muerta”, dijo Carina escondiendo el rostro en el pecho de Rainer.
“Eso se puede solucionar”
Agregó Candy llena de odio.
“¡Dispárenle! ¡Hagan algo! ¡Esa loca está lastimando a mi novio!”
“Ya quisieras que fuera tu novio, ¡P%rra engreída!”, respondió Carina.
“¡Él me ama a mí! ¡Lo sé!”
“¡Mientes!”, exclamó Candy dispuesta a quitar a Carina con sus propias manos.
“No miento… dile Rainer, dile que me amas solo a mí… díselo…”, suplicó Carina derramando más lágrimas, sabiendo que nada saldría de la boca de su amado.
“Carina… es suficiente…”, dijo Noah acercándose con el corazón roto.
No sabía que le dolía más, ver de esa forma a Carina o saber que nunca lo amaría con tanta intensidad como amaba a Rainer.
No era contrincante para él y se daba cuenta de eso.
“Ya basta”.
Extendió su mano hacia ella, quien le dedicó la mirada más rota y deprimente que alguien le había mostrado alguna vez.
Era una mujer destrozada, sin esperanzas, consumida en dolor.
Temblorosa, extendió su mano hacia Noah. Aunque quería quedarse con Rainer, comprendía que su tiempo ya había terminado y que posiblemente jamás volvería a verlo.
Solo le quedaba conservar ese recuerdo y amar a sus hijos, apoyarse en ellos para no perder la razón.
“Te amo… y siempre te amaré… eres y fuiste el amor de mi vida”, dijo Carina con un susurro en su oído.
“Nunca nadie podrá hacerme sentir lo que tú me hiciste sentir… siempre fuiste tú y siempre lo serás. Nadie podrá ocupar tu lugar nunca”.
Besó la mejilla de Rainer antes de agarrar valor para bajar de la cama.
Cuando se enderezó para intentar poner el primer pie en el piso, ocurrió el milagro, uno que dejó a todos con la boca abierta.
Los brazos de Rainer se habían levantado y rodeado la cintura de Carina, evitando que esta pudiera levantarse.
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