Desafiando el corazón -
Capítulo 44
Capítulo 44:
“Te dije que lo intentaría, que haría mi mejor esfuerzo por ganarme tu corazón, por estar atu lado. Si esto es lo que quieres hacer entonces yo te apoyo. No me importa que se trate de Rainer…”
Carina sintió una clase de calidez en su corazón, Noah parecía sincero y, aunque su mirada revelaba que la idea de viajar a Alemania para saber cómo estaba Rainer no era de su agrado, el esfuerzo que estaba haciendo por ella era enternecedor.
“Gracias…”, dijo Carina antes de abrazarlo, aún desconcertada.
“Lamento llegar de esta forma…”
Carina estaba ante la puerta del departamento de Fred.
Después de conseguir alojamiento en uno de los hoteles más cercanos, Carina había deseado visitar a su viejo amigo, que de inmediato mostró incomodidad al conocer a Noah.
Por fin había aceptado que Carina amaba a Rainer y de pronto conocer a un hombre diferente que era su esposo, lo hacía todo más complicado.
“No te preocupes… ¿Cómo has estado?”, preguntó Fred sin saber que tan conveniente era hablar de Rainer delante de Noah.
“¿Has sabido algo?”, preguntó Carina ansiosa y Fred desvió la mirada hacia Noah, quien parecía restarle importancia.
“Sí… él sigue vivo, pero malherido. Está en el Hospital General”, respondió sin quitarle la mirada de encima a Noah.
“¿Irás a verlo?”
“Es el padre de mis hijos, por supuesto que lo haré…”, respondió Carina ansiosa.
“El pronóstico es reservado, la explosión provocó un estado de coma por el daño que recibió su cerebro. No puedo asegurar que esto sea reversible y en caso de que lo sea, no sabríamos cuáles son las posibles complicaciones o secuelas hasta que despierte”, dijo el doctor mientras el Señor Winter veía fijamente a su hijo en cama.
“Haga lo que sea por él…”, contestó el Señor Winter con el corazón roto.
“Eso haremos, pero… sería bueno que…”
El doctor no sabía cómo decirlo.
“Esté consciente de que posiblemente no regrese”
Aaron cerró sus ojos, conteniendo su dolor y miedo.
No quería perder a su hijo, era lo único que le quedaba, el último regalo de su esposa y sin él, se quedaría solo para siempre.
Un padre no tenía que enterrar a un hijo, esa era la peor condena y castigo que podía recibir una persona.
En cuanto salió el doctor, Candy entró a la habitación, con esa imagen deplorable y sumida en el dolor.
Ver a Rainer condenado a una cama e inconsciente era una tortura y más cuando recordaba al hombre fuerte e imponente que era.
“Puedo jurar que fueron los Gibrand… ¡Ellos tuvieron que hacer esto! ¡¿Quién más?!”, exclamó Winter furioso, apretando la mano de Rainer entre las suyas.
“¿Cómo pudieron hacer algo así sabiendo que es el padre de esos niños? ¿No tienen misericordia?”
“Así son esas personas… no piensan en otra cosa que cobrar venganza”.
“¿Nos quedaremos así?”, preguntó Candy entre lágrimas y apretando los dientes con impotencia.
“Candy, lo único que me importa es cuidar de mi hijo, estar a su lado hasta que todo termine”, respondió Winter entre lágrimas.
“Antes quería tener nietos, pensando que sería lindo conocer a su descendencia, pero ahora, esos niños son lo único que me queda de él para recordarlo y sentirlo cerca”.
“No tenemos que depender de esos niños que jamás serán de la familia, aunque lleven el apellido Winter”, dijo Candy en cuanto le llegó la idea a la mente.
“¿De qué hablas?”, preguntó Aaron confundido.
“Yo puedo traer a los hijos de Rainer al mundo, yo puedo darle esos nietos que tanto anhela y quedarnos con un pedacito de él, aunque se vaya para siempre”, contestó con la mirada cargada de esperanza.
“¿Cómo? ¿No lo estás viendo? Es imposible que puedas quedar gestante… está en coma”.
“Inseminación artificial…”
Agregó Candy emocionada, pero Aaron parecía debatirse entre el desagrado y las ansias por cumplir con su capricho
“¿No le gustaría tener un nieto de Rainer? ¿Poder ver a su hijo en él y no extrañarlo tanto?”
“Es demasiado, Candy… no sé…”
“En lo personal… yo estaría dichosa de poder ser la madre del hijo de Rainer, me sentiría honrada, no como la ingrata de Carina que solo supo menospreciarlo y rechazarlo. Yo amaría a Rainer hasta su último suspiro y llevaría a su hijo en mi v!entre con gusto. Haría de ese niño la criatura más feliz y lo protegería con mi vida…”
“Candy… Creo que es algo que debemos de pensar”
Agregó Winter viendo a Rainer respirando con dificultad.
“No tenemos tanto tiempo para pensarlo…”
Agregó Candy con temor de que, de un momento a otro, Rainer pudiera fallecer.
Temiendo que el Señor Winter no ocupara la oportunidad de una inseminación artificial, Candy preguntó en el hospital por el procedimiento, iniciando con el protocolo indicado, empezando por pruebas de fertilidad.
Cuando los resultados estaban listos, no aguantó la emoción y abrió el sobre antes de poder llegar con la doctora.
En medio del pasillo su alma se desmoronó, todo apuntaba a que ella era estéril, sus óvulos no eran viables.
Su garganta se cerró y comenzó a llorar desconsolada.
Su oportunidad de quedarse con un pedazo de Rainer no existía y no podía tolerar pensar en un futuro sin él y sin nada con qué recordarlo.
No habría un pequeño niño o niña que le traería esos recuerdos a flote cada vez que lo viera a los ojos.
Estaba destrozada.
“Pero… usted, ¿Quién es?”, preguntó la enfermera viendo con desconfianza a Carina.
“Soy la exesposa del Señor Rainer y la madre de sus hijos, por favor… necesito saber cómo se encuentra…”
Suplicó Carina sin ocultar su desesperación.
“Lo siento, pero si no es familiar directo del señor Winter, no puedo decirle nada”, contestó la enfermera apenada.
“Solo queremos saber cómo se encuentra, eso es todo”, dijo Noah acercándose a la mujer con esa apariencia coqueta y ojos profundos, además de un par de billetes de alta denominación que la uniformada tomó disimuladamente.
“El Señor Winter sufrió de una contusión craneoencefálica por la explosión, además de varias lesiones en la piel y un par de costillas rotas. Está en coma, pero posiblemente no salga de este… su cerebro está muy inflamado y puede que incluso respirar se vuelva difícil sin un respirador”.
Carina escuchaba atenta y con cada palabra que decía la enfermera, su alma se partía como un cristal antes de hacerse añicos.
Rainer estaba a punto de dejar de existir, no lo volvería a ver, para el mundo sería como si jamás hubiera existido, pero para ella sería una ausencia que pesaría el resto de su vida en su corazón.
Sería ese amor que tuvo la oportunidad de disfrutar y despreció, y de nuevo todos los hubiera abordaban su mente.
¿Qué hubiera pasado si ese día en el registro civil lo hubiera aceptado y hubiera impedido que se fuera?
¿Qué hubiera pasado si el día del parto le hubiera abierto el corazón?
Ahora jamás lo sabría y solo le quedaba torturarse todos los días con esas preguntas.
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