Desafiando el corazón -
Capítulo 41
Capítulo 41:
“¿Quieres hacer las cosas bien? Entonces… hagamos las cosas bien”.
“Noah…”
“Dejaré esta vida atrás, se acabaron las fiestas y los bares, se acabó el alcohol y las mujeres… solo tú y siempre tú, Carina…”
Se acercó lentamente hasta que estuvo frente a ella.
“Solo déjame intentarlo”
La miro a los ojos.
“Quiero una vida tranquila, quiero tener paz, un trabajo seguro, regresar a casa y cenar con mi esposa mientras escucho las hazañas de mis hijos con atención. Quiero dormir en una misma cama cada noche y tener el cálido cuerpo de la misma mujer cada día. Ya me cansé de amores fugaces que solo se mantienen a mi lado por lo que les pueda ofrecer…”
“¿Qué estás diciendo?”, Carina había pasado de la tristeza al miedo.
“¿Crees que no te he visto, que solo he sido una sombra vagando por esta casa? He notado cómo has trabajado para el Corporativo, como la gente te sigue y te admira. Eres una mujer inteligente, trabajadora y fuerte… eres diferente, incluso de tu hermana Emma, que, aunque también era decidida, guardaba esa esencia de princesita de papá, tú no… tú luchas sola y te llenan esas victorias que has logrado con tu propio sudor y sangre…”
La mirada de Noah era profunda e intimidante.
Carina notó que no había ni una sola gota de alcohol en su sistema por la forma en la que la veía y como contenía el equilibrio con facilidad.
“¿Desde hace cuánto que no tomas?”, preguntó confundida a lo que Noah solo sonrió apenado.
“Llevo bastante tiempo… De hecho, desde hace nueve meses”; respondió volteando hacia los bebés.
“¿Por qué?”
De nuevo hizo el intento de alejarse de Noah, pero ya no había espacio detrás de ella.
“Porque… si quiero estar a la altura de mi esposa, tenía que hacer algunos cambios…”
“Noah… no lo hagas….”, dijo Carina sintiendo que el corazón se le retorcía.
No podía aceptarlo cuando cada pensamiento iba dirigido a Rainer.
“Solo te pido una oportunidad, Carina… Ya no quiero seguir con esta relación de perros y gatos. Solo quiero por primera vez tener algo bueno en mi vida”
Noah se inclinó hacia ella, tomándola por sorpresa y la besó con una dulzura tan profunda que le retorció el corazón a Carina.
…
Desde hacía nueve meses, Noah seguía asistiendo a los clubes nocturnos, pero su aspecto era sombrío, ya no participaba en las fiestas y sus tragos se habían reducido a bebidas sin alcohol.
Entre más observaba a Carina, más se daba cuenta de que sus deseos por ella aumentaban, además…
Esa apariencia que tenía, como una embarazada rozagante y ansiosa de conocer a sus bebés le enternecía.
Tenía todo para ser feliz, una casa enorme, una mujer hermosa y un par de niños que, aunque no eran suyos, llevarían su apellido.
La vida le había dado en charola de plata todo lo que un hombre añoraba y lo estaba rechazando.
El día del parto quiso entrar al hospital, quería enmendarse, buscar a Carina y sostener su mano, prometerse a él mismo que ese era el camino que deseaba y dejar de fingir que tenía una familia perfecta y comenzar a creérselo, pero justo cuando se disponía a atravesar las puertas del hospital, vio a Marco entrar con Rainer, entendiendo lo que iba a suceder: el verdadero padre estaba ahí para reclamar a sus hijos y posiblemente a su mujer.
Lo único que le trajo consuelo después de ver esa escena, fue organizar una fiesta en la casa.
Estaba dispuesto a participar, echar a la basura el esfuerzo que había hecho esos meses y seguir con la mentira, pero no pudo, aunque las mujeres que había invitado eran muy parecidas a Carina, no eran ella y los deseos de Noah por su esposa se volvieron un capricho que nubló las ganas de tocar otra piel o saborear otros labios.
Ahora la tenía frente a él, por fin podía probar su boca sin fingir, sin esperar a que alguien los estuviera viendo como motivo para hacerlo.
Los labios de Carina eran torpes, pero a él no le importo, se deleitó con su boca, ansioso por probar cada vez más hasta que Carina terminó con el beso y retrocedió, poniendo distancia entre ambos.
“Noah… No hagas esto”, dijo cubriendo su boca con una mano.
“Yo…”
“Amas a ese maldito alemán, lo sé… se nota”, dijo Noah herido.
“Pero no necesito esforzarme, él está cavando su propia tumba con sus acciones. Te lastimó una vez, te volverá a lastimar… y yo estaré ahí, esperando a que te fijes en mí y me des una oportunidad. Tú decides cuánto estás dispuesta a tolerar antes de que me dejes entrar a tu corazón”.
Noah retrocedió sin despegar su mirada de esos hermosos ojos azules que se habían vuelto material para sus más dulces sueños, y salió de la habitación, dejando sola a la madre con sus hijos.
…
En el registro civil, no tardaron mucho tiempo en registrar a los pequeños: Mariel y Luke Winter.
El padre parecía orgulloso y no podía parar de abrazarlos y cargarlos.
Sabía que quería ser parte de sus vidas y no separarse de ellos, pero también quería compartir esa experiencia con la mujer que amaba, aunque parecía muy renuente a aceptarlo.
Sin dejar de pensar en lo que su padre había dicho y sabiendo que, ahora que él también era papá, no podía perder lo que por tantos años había forjado, supo que tenía que regresar a Alemania y arreglar esa situación, no podía perder la empresa.
“Regresaré a Alemania para arreglar unas cosas…”, dijo Rainer sin muchos ánimos de soltar a su pequeño Luke.
“La empresa te necesita…”, contestó Carina tomando al bebé en sus brazos y acomodándolo junto a su hermanita en la pequeña carriola.
“Carina… no sé cuánto tiempo esté lejos, pero depositaré en esta cuenta dinero semanalmente para los niños y para ti”
Agregó entregándole un par de tarjetas.
“Si necesitas más dinero, te dejaré una tarjeta sin límite de crédito. Puedes ocupar cuanto necesites”.
“Te equivocas, Rainer… no necesito ni un solo centavo…”, dijo Carina rechazando ambas tarjetas.
“Pronto me sentiré apta para regresar al trabajo, no necesito tu dinero para cuidar de mis hijos”.
“Nuestros hijos”
Corrigió Rainer frunciendo el ceño.
“Déjame hacerme cargo de ellos, soy su padre y es mi obligación ver por ustedes…”
Carina vio con recelo las tarjetas, no quería tomarlas.
“Por favor, no seas necia”, insistió Rainer y aunque Carina las agarró, estaba seguro de que no había certeza de que tocaría su dinero.
“Regresaré lo antes posible”.
“Rainer, no hagas esto. Los niños ya tienen tu apellido, ¿Qué más quieres? Podrás venir a verlos, no te voy a negar en sus vidas, pero no actúes como si en verdad te urgiera regresar. No es necesario que quieras darme alguna clase de consuelo”.
“Si estoy diciendo que regresaré, no es por querer darte consuelo, lo digo porque quiero hacerlo, quiero ver crecer a mis hijos y quiero estar contigo. No dejaré de esforzarme por recuperar tu corazón…”
“¡Ya basta! ¡Ya déjalo! ¡Deja de luchar por una causa sin sentido! ¡Se acabó, Rainer! Lo único que nos une son nuestros hijos, pero yo no quiero nada de ti y tampoco dejaré que obtengas más de mí”, respondió Carina desesperada.
Sabía que lo más doloroso de la esperanza era cuando te dabas cuenta de que esta no existía y no estaba dispuesta a volver a probar suerte con él.
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