Desafiando el corazón
Capítulo 38

Capítulo 38:

“Cuando he sido yo quién ha estado a tu lado cuando ella te dejó, cuando entró a tu despacho y te gritó, cuando declaró odiarte y te amenazó incluso de muerte”, dijo con los ojos llorosos.

“No me lo merezco”.

Rainer suspiró con melancolía.

Candy era la única que lo había apoyado todo ese tiempo donde se sumió en la miseria.

¿Era justo tratarla así?

“Candy, te agradezco lo que has hecho por mí, has estado en mis noches más oscuras y has hecho un eran esfuerzo por evitar que me desmorone y espero que, ahora que soy padre, entiendas mi situación y te mantengas a raya…”

“¿La vas a recuperar?”, preguntó sintiendo el corazón en la garganta.

“Lo intentaré…”

“¿Después de lo que hizo?”

“Cometimos errores… yo también la lastimé…”

“Ella está casada”.

“No por mucho tiempo”

Agregó Rainer con una amplia y maliciosa sonrisa.

“Iré por la doctora para avisarle que ya estás lista”, dijo Emma emocionada, mientras veía a su hermanita sentada sobre la cama, con ese vaporoso vestido que la hacía ver delicada y hermosa, pero con esa mirada vacía, torturada.

“¿Estás bien?”

“Sí, no te preocupes…”, respondió Carina con media sonrisa.

Estaba ansiosa por ir a ver a sus bebés.

Emma salió de la habitación con algo de duda.

No quería dejar sola a Carina, pero debía de avisar a la doctora o por lo menos a alguna enfermera, que ya estaba lista.

Carina se recargó sobre las palmas de sus manos, estaba cansada y contrariada, no dejaba de pensar en sus bebés y en Rainer.

Lo que sintió al volverlo a ver.

Sosteniendo su mano, apoyándola durante el parto, le llenó el corazón de ilusión, pero ahora se sentía perdida.

Él no era su esposo y tampoco el hombre con el que debería de estar.

Solo es el padre de esos encantadores niños y ahora que él lo sabía, tendría que compartirlos, tendría que verlo seguido por ellos.

No sabía si podría tolerarlo.

Abrió los ojos después de buscar algo de paz en su interior y entonces se quedó sin palabras, en el marco de la puerta estaba Rainer, viéndola fijamente con atención, como quien aprecia una obra de arte.

Cuando se percató de que esos ojos azules estaban sobre él, su sonrisa se hizo más grande y con pasos lentos, pero llenos de decisión se acercó a ella.

“Rainer…”

“¿Por qué mantuviste oculto tu embarazo de mí?”, preguntó algo enojado.

“¿Por qué no me dijiste que esos niños eran míos?”

“¿Qué sentido tiene? Ya no estamos juntos y ni siquiera vivimos cerca… Creí que lo mejor sería que nunca lo supieras”.

“¿Cómo puedes decirme algo tan hiriente después de lo que hemos pasado?”, preguntó Rainer con la mano en el pecho.

Era como si estuviera a punto de sufrir un infarto.

“¿Lo que hemos pasado? ¡¿Qué hemos pasado?!”, exclamó Carina furiosa.

“¡Nos odiamos desde el primer momento en que nos vimos! ¡Me tratabas como basura! ¡Nunca te hubieras fijado en mí de esta forma si no hubiera intervenido en tus intentos de casarte con jovencitas tontas y vulnerables!”

“¿Dirás que no sentiste nada por mí, a parte de odio?”, preguntó Rainer apoyándose con ambas manos sobre la cama, una a cada lado de las caderas de Carina, acercando peligrosamente su rostro al de ella.

“Cuando pude sentir algo de amor por ti… lo echaste todo a perder…”, dijo Carina con los ojos llenos de lágrimas.

“Creí que me habías perdonado…”

“Te perdoné, pero no significa que haya dejado de doler. Sé que habrá días en los que me lamente por no haber estado ahí para mi abuelo… y pensaré en ti con rencor”.

“Era egoísta e interesado. Te veía como una moneda de cambio. Sé que hice mal y estoy arrepentido, pero… ¿Una persona como él merece que me odies tanto?”, preguntó Rainer buscando en el fondo de las pupilas de Carina.

“¿Tú no eres egoísta e interesado? ¿Tú no veías a las mujeres como moneda de cambio?”, dijo Carina llena de rabia.

“No… eras peor, tú las veías como un mero accesorio que te daría la libertad que tanto ansiabas”

“Eso querías ¿No?, que solo te dieran un hijo y permanecieran calladas en un rincón de tu casa. No te importaba el niño que te pudieran dar, solo desprenderte por fin de tu padre. Entonces… ¿Qué haces aquí, haciéndote la víctima y apenado porque esos niños que tú jamás quisiste nacieron sin que estuvieras enterado? No solo eres egoísta, eres hipócrita”.

Cada palabra dolió tan profundo en el corazón de Rainer que se quedó en silencio, viendo fijamente a Carina, buscando en su rostro algún atisbo de remordimiento, pero solo encontró a un animal herido, mordiendo la mano de quien lo lastimó.

Rainer deseaba regresar el tiempo hasta el momento en que tomó el celular de Carina mientras ella dormía, quería cambiar lo que había hecho y llevarla hasta la cama de su abuelo moribundo, tal vez las cosas serían muy diferentes.

“Dime… Carina, ¿Me amaste?”, preguntó tomándola por sorpresa.

“¿Cómo?”

“En algún momento… ¿Me amaste? ¿Estuviste perdidamente enamorada de mí?.”

Volvió a preguntar, esta vez agachando el rostro, temeroso de escuchar una respuesta que solo lo hiriera.

“Lo hice…”

Respondió Carina con un nudo en la garganta.

“Más de lo que jamás creí amara alguien”.

Rainer levantó el rostro hacia ella.

Se sintió miserable al ver esas pesadas lágrimas cayendo por sus mejillas.

“¿Aún me sigues amando? ¿Aún hay algo que rescatar de ese sentimiento?”

Sus ojos ansiosos por una pizca de esperanza se clavaron en el alma de Carina.

“¿Cómo hacerlo con el corazón roto?”, preguntó herida y cerró los ojos, sabía que, de seguir viendo ese rostro, terminaría hecha pedazos.

De pronto sintió los cálidos labios de Rainer besando cada lágrima, recogiéndola con ternura mientras Carina se abrazaba a sí misma, sin la fuerza para rechazarlo, pero sin el valor para aceptar de nuevo sus besos.

Rainer pegó su frente contra la de ella e inhaló profundamente su aroma.

“Entonces lo curaré…”, respondió después de un profundo suspiro.

“Ya no puedes…”

“¿Por qué?”

“Rainer, hice mi vida, estoy casada… si crees que puede haber algo entre nosotros, no te hagas ilusiones…”

“Mientras haya algo que rescatar dentro de tu corazón, me haré ilusiones…”

“Terminarás con el corazón roto… solo… aléjate de mi”.

“¿No hay nada en tu corazón para mí?”

Insistió acercando sus labios a los de Carina.

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