Desafiando el corazón -
Capítulo 37
Capítulo 37:
“Es por eso que podrás vivir aquí, tranquila, sin que nadie te perturbe, pero no esperes que me confíe y te de libertad…”, soltó una pequeña risa.
“Ahora tendrás que pasar el resto de tu vida viendo por encima de tu hombro, sabiendo que hay alguien vigilándote para mí y que en cuanto cometas un error o quieras pasarte de lista, entonces tendré que tomar las medidas necesarias para que nadie de mi familia sufra tu estupidez”.
“¡Eres una maldita infeliz!”, exclamó Aida iracunda, ocultando su miedo.
“¿Cómo dijiste aquella vez? ¡Cállate, es tu envidia la que habla!”
Frida golpeó en el rostro a Aida, haciendo que esta escondiera el rostro entre sus manos, privada por el dolor.
“Pero tienes razón en algo, yo no sé cuidar a un hombre, porque aprendí que un hombre, cuando te ama, no tienes que estarlo cuidando, se queda a tu lado hasta el final”.
Dio media vuelta, dejando a la que alguna vez fue su amiga, en el piso, respirando con dolor junto a su hija.
“Fue un gusto conocerte, Aida…”, dijo Román y dio media vuelta, en busca de su esposa.
“Les daré un consejo… no se acerquen a los Winter”, dijo Emma retrocediendo, viendo a ambas mujeres con odio.
“Si ellos caen, ustedes caerán también y no les va a gustar”.
Ese día, Aida dejó de llamar a Aaron.
Tiró su teléfono a la basura y dejó de referirse a sí misma como: la Señora Winter.
Con el cariño de su familia y desconectándose del exterior, Carina se tomó un descanso de la empresa, volviéndose esta a las manos de Román mientras ella pasaba su embarazo en calma.
El informe médico no mentía, no solo había un bebé en camino, eran dos creciendo saludablemente dentro de ella.
La emoción llegó a cada miembro de la familia, pero no rebasó las puertas de la residencia.
En su momento, cuando no pudieron seguir ocultando el v!entre abultado de Carina, se llegó a un acuerdo, Noah aceptaría a esos niños como suyos.
Román y William fueron asertivos y, acompañados de ese viejo caballo negro, convencieron a Noah de que lo aceptara sin decir ni una sola palabra a su familia.
Pocos días después, las fotografías llegaron a la prensa.
La CEO del Corporativo Gibrand justificaba su ausencia con su embarazo y el feliz padre parecía completamente dichoso.
“Embarazada…”, dijo Rainer al ver la noticia en su teléfono.
“Imposible… su cabeza comenzó a dar vueltas y su corazón ardía”.
No podía imaginarse a Noah besando los labios de Carina o tocando su cuerpo.
Debía de haber un error.
De pronto su teléfono comenzó a sonar, era Candy.
“Vi las noticias y quise saber cómo estabas…”, dijo en cuanto Rainer contestó.
“¿Cómo debería de estar? La mujer que amo está embarazada de un idiota”.
“Si ella ha continuado con su vida y ahora será mamá… ¿Por qué te cuesta tanto seguir adelante? Rainer… eras un hombre fuerte, determinado, nunca necesitaste de nada ni de nadie… ¿Por qué ella te obsesiona?”
“No lo entenderías…”, respondió cabizbajo, recordando la última vez en sus brazos a Carina.
…
“Cuando dijiste que le traías un regalo a los niños, esperaba una sonaja o ropita”, dijo Román caminando de un lado para otro como león enjaulado.
“¡No al maldito de su padre!”
“Oye… baja la voz, estamos en un hospital…”, dijo Marco tranquilamente.
“Eres un…”
Román avanzó amenazante y tomó a Marco por el cuello de la camisa.
Mientras los hermanos discutían, Frida veía con atención al hombre frente a los cuneros. Rainer sonreía con ternura y apoyaba su mano sobre el cristal que mostraba a los bebés.
Sino fuera por la distancia, estaría segura de que ese hombre atemorizante y soberbio, estaba al borde de las lágrimas por la emoción.
Se levantó, alisó su falda y posó su mano sobre el brazo de su esposo, haciendo que este relajara la tensión de su cuerpo y detuviera sus intenciones de golpear a Marco en el rostro.
“Ningún padre debería perderse el nacimiento de sus hijos…”, dijo Frida viendo fijamente a los ojos a Román.
“¿No te sentiste impotente cuando Carina nació y estábamos lejos de ti? ¿Qué hubieras hecho si un desconocido te hubiera dado la oportunidad de encontrarme en el momento justo?”
“Las circunstancias son diferentes, Frida”, dijo Román liberando a Marco.
“Carina está casada con Noah y este ya aceptó hacerse pasar por el padre de esos niños”.
“¿Crees que funcionará?”, preguntó Marco divertido acomodándose la corbata.
“¿Qué harás cuando la prensa se dé cuenta de que el padre es castaño al igual que la madre y tuvieron a un par de niños rubios y de ojos azules? ¿Cómo es que Noah pudo aportar esa genética?”
“¿Crees que con Rainer aquí, las cosas mejorarán?”, exclamó Román iracundo.
“Sí… porque no solo lo traje como un acto caritativo para ganarme el cielo”, respondió Marco torciendo los ojos.
“En verdad, Román, siempre presumías de ser un hombre inteligente y agudo, pero desde que te casaste con esta mujer, parece que solo hay mariposas y corazoncitos explotando en tu cabeza.
“Sino lo trajiste en un intento porque un padre no se perdiera el nacimiento de sus hijos…”
“¿Entonces…?”
Frida intervino, notando el descontento en Román y buscando evitar una pelea que perturbara el hospital.
“Les salvaré el trasero, principalmente a tu hija”, respondió Marco.
“Esos niños crecerán y la prensa descubrirá que claramente no son de Noah… ¿Qué creen que ocurra después?”, le preguntó.
“Todos acusarán con el dedo a Carina por haber tenido hijos de otro hombre y verán a Noah como la víctima en todo esto. Si Rainer reconoce su paternidad y desde un principio las cosas quedan claras, aplaudirán el estoicismo de Noah sin convertirlo en un mártir y no serán tan duros al criticar a la pequeña Gibrand y a sus hijos fuera del matrimonio. Apuesto a que no contabas con eso”.
Román apretó los labios.
Entendiendo que había cometido un error: no contemplar que los niños podrían parecerse a su padre.
“Son hermosos…”, dijo Candy al verlos a través del vidrio.
Eran dos criaturas con algodoncillo rubio cubriendo su cabeza y enormes ojos.
“Se parecen mucho a ti”.
“Niño y niña… Tengo tantos nombres en mente…”, dijo Rainer emocionado, quería volver a tenerlos entre sus brazos.
“¿Cómo está Carina?”, preguntó Candy ocultando su inconformidad.
“Recuperándose… su hermana le está ayudando a tomar un baño”, dijo Rainer con seriedad.
Él conocía a la perfección el cuerpo de Carina y era el padre de los niños, ¿No era su obligación cuidar también de ella?, pero Emma no lo permitió y Carina no hizo nada por corregirla.
“Iré a verla y darle mis felicitaciones”, dijo Candy, pero no fue capaz de dar un solo paso cuando Rainer la detuvo, tomándola de la muñeca.
“Seré claro y conciso contigo… escúchame claramente…”
Se plantó frente a Candy y su mirada azul se oscureció.
“Tienes prohibido acercarte a ella”
Candy se zafó, sorprendida.
Él siempre había sido dulce y comprensivo con ella, y ahora la hacía sentir como a una del montón a la que no le importaba mostrar su desprecio y prepotencia.
“Me tratas como si yo fuera la mala en todo esto…”, soltó un suspiro.
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