Desafiando el corazón
Capítulo 35

Capítulo 35:

Era la chica de la foto que encontró en el viejo cuarto de Rainer.

Esa con la que, una versión más joven de él, sonreía feliz y enamorado.

“¿Novia?”

Rainer no parecía entender lo que Carina decía, hasta que de pronto volteó hacia Candy.

Cuando regresó su atención hacia Carina, buscando las palabras indicadas para explicarse, esta había corrido hacia la avenida y subió a un taxi.

Rainer trotó hasta ella, queriendo detenerla, pero el auto se alejó presuroso, con la chica llorando desconsolada en su asiento trasero, queriendo volver a unir los trozos de su corazón.

“¡Carina!”, exclamó desesperado, como si ella pudiera escucharlo a la distancia y fuera suficiente para detenerla.

“Lo siento…”, dijo Candy detrás de él, apenada.

“No creí que ella estuviera aquí y me dejé llevar…”

“Tampoco yo sabía que ella estaba aquí”, respondió Rainer con el corazón roto, viendo la avenida, justo en la misma dirección que el auto tomó.

“¿No es preocupante? Después de las amenazas que te hizo, dudo que viniera de vacaciones”, dijo

Candy y entonces Rainer recordó la llamada de Greta.

Cuando el taxista pidió una dirección, ella respondió como si estuviera programada, sin pensar bien en sus palabras.

Una vez que el auto se detuvo, se dio cuenta de que no era el hotel donde se estaba alojando.

Era ese viejo edificio de departamentos donde había vivido.

Con paso tembloroso, subió las escaleras y abrió la puerta del departamento con esa vieja llave que nunca quitó de su llavero.

El lugar era el mismo, nada había cambiado desde la última vez que estuvo ahí.

Se sentó en la sala y sacó la prueba de embarazo.

Dos rayas rosas le avisaban que un bebé iba en camino.

El hijo de Rainer crecía en su v!entre.

Ahora estaba desesperada y la imagen de su exesposo con otra mujer entre sus brazos la hizo romper a llorar.

“¿Carina?”

Rápidamente secó sus lágrimas al escuchar su nombre y volteó. De la cocina, Fred salió con un vaso de limonada.

Estaba desconcertado, giró hacia la puerta principal y regresó su atención hacia ella, intentando comprender cómo es que había entrado.

“Sabía que tenía que cambiar la chapa”

Suspiró cansado y con los hombros caídos.

“¿Limonada?”

“Como en los viejos tiempos…”

Carina le contó todo lo que la atormentaba.

Le mostró la prueba de embarazo y se aferró a su vaso de limonada mientras veía a Fred reflexionar cada palabra que había dicho.

“No sé qué hacer… mi venganza tardará más tiempo. No puedo comenzar un negocio aquí y cuidarme de los Winter mientras lidio con un embarazo. Además, no me imagino lo que hará Rainer si se entera que es su hijo, ¿Qué haré si me lo intenta quitar?”

“Suena muy difícil eso de ser mamá al mismo tiempo que llevas a cabo una venganza”, dijo Fred recargado sobre el respaldo del sillón y viendo a Carina con infinita tristeza.

“¿Cuáles son tus opciones?”

Carina puso sus manos en su v!entre y su mirada se perdió en el infinito.

Las lágrimas volvieron a caer por sus mejillas.

Estaba harta de llorar en ese día.

“Una opción es… no tenerlo…”

Al pronunciar esas palabras su corazón se rompió por la mitad.

“Claro, desquítate con alguien que no se puede defender”.

“¡¿Entonces qué hago?! No sé cuánto tiempo me tome llevar a la bancarrota a los Winter. No puedo hacer lo que tengo que hacer, si voy a ser mamá…”

“¿Es tan necesario vengarse?”

“¿Qué?”

“Digo… creo que todo esto solo es el resultado de un grupo de personas con poca tolerancia a la frustración y, ¿A dónde los ha llevado? Parece un cuento que nunca va a acabar. ¿Eso quieres? ¿En serio? ¿Quieres llegar a la misma edad que el viejo Benjamín, con cargos de conciencia y el temor de que las siguientes generaciones tengan que pagar por tus acciones?”

Carina se quedó petrificada y en silencio.

“Creo que solo es probabilidad… ¿Sabes? Si el abuelo de Rainer, el Señor Benjamín y el papá de Rainer tomaron la misma decisión y se equivocaron. ¿Por qué tú sigues el mismo patrón? Ya sabes cómo terminará todo: con más dolor, más tragedias, y no te asegura que todo terminará, por el contrario, serás un eslabón más. ¿Eso quieres?”

“Pero si no lo hago…”

“¡A ver! ¿Qué pasará si no lo haces? ¿Quieres que yo te lo diga?”

Miró a su antigua compañera.

Parecía un ratón asustado con la cabeza revuelta.

“Tendrás a un encantador niño que crecerá lejos del dolor. Serás una buena madre que le enseñará a ser un buen ciudadano y su corazón no estará lleno de venganzas y frustraciones”, soltó un suspiro.

“Tú posiblemente regreses a la escuela, termines una carrera y comandes el Corporativo con tal habilidad que seas recordada como una de las mejores CEOs, no por tu capacidad de mando ni por tu frialdad o crueldad, sino porque en verdad hiciste algo por esa empresa más allá de imponer miedo, como tus antecesores”, negó.

“Tu corazón sanará, te olvidarás de Rainer y tendrás un final feliz sin él. Porque no necesitamos de alguien más para ser felices. Solo tenemos que estar bien con nosotros mismos, es más que suficiente”.

Carina cubrió su rostro y lloró con desconsuelo.

Todo ese coraje, toda esa rabia que la motivó a emprender su venganza, solo la había consumido y nada de lo que logró la hacía sentir mejor.

La satisfacción de ver sufrir a los que creía culpables solo la reconfortaba por un par de minutos, para volver a sentirse miserable el resto del día.

¿En verdad valía la pena tanto esfuerzo?

“Regresa a casa… llora lo que tengas que llorar, apóyate en tu familia y libérate de ese dolor”, le explico.

“Despídete de Benjamín, dile todo lo que quieras decirle y déjalo ir. Levántate y vuelve a comenzar…”

Era difícil.

“Da miedo, pero después te das cuenta de que es divertido y te da cierta sensación de libertad”, dijo Fred acariciando la espalda de su amiga.

Apoyándose en el pecho de Fred, Carina siguió llorando hasta que terminó seca y sin aire.

No sabía cuánto tiempo había pasado, la cabeza le punzaba y se sentía mareada, pero su corazón estaba más ligero, como si en cada lágrima hubiera liberado un poco de dolor.

Sus extremidades se sentían fuertes y a la vez ligeras, y aunque recordar aún dolía, esa presión en su pecho había desaparecido.

Fred tenía razón, había caído y se había sumido en el fango, pero ahora, al levantarse, se sentía bien, adolorida, pero libre.

“Ven conmigo…”, dijo Carina en la puerta del departamento.

“Te daré trabajo en el Corporativo. Ayúdame…”

“No lo sé… suena complicado. Solo puedo prometerte que lo pensaré”

Fred pellizcó la nariz de Carina con ternura.

“Ve con cuidado y no sigas aferrándote a cosas sin sentido”

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