Desafiando el corazón
Capítulo 34

Capítulo 34:

Quería ser graciosa, pero Rainer no parecía tomarlo así.

“Tú siempre supiste lo complicada que era mi familia, siempre me advertiste sobre Aida y Greta, incluso mi padre te odió por eso. Ahora pago con creces por no haberte hecho caso”.

“Lo que averiguaste fue horrible, no me imagino cómo se sintió ella. Tú perdiste a tu madre, pero ella perdió a sus abuelos y a su bisabuelo. No solo eso, le negaste la oportunidad de despedirse del Señor Benjamín. ¿Te imaginas lo torturada que debe de sentirse? Saber que un ser querido se fue sin que le dieras la oportunidad de descansar en paz, debe ser horrible. Si ponemos las cosas en una balanza, ella la ha pasado peor que tú”.

“¡Lo sé! Fui un idiota. Nunca he sido bueno con los sentimientos. Tenía miedo de que me abandonara y lo eché todo a perder…”, dijo Rainer desesperado, apretando las mandíbulas.

Su labio inferior amenazaba con temblar y sus ojos escocían.

“La perdí por mi culpa”

De pronto su celular comenzó a sonar.

Era Greta quien llamaba.

Pero en vez de contestar, colgó la llamada.

No quería saber nada de ella.

Aida ya había hablado con él de la posibilidad de que Greta fuera su esposa y la idea le horrorizó.

Todos esos años la había visto como a una hermana y no se imaginaba la desagradable sensación de intentar besarla.

“Rainer, el daño está hecho… ¿Qué es lo que quieres hacer?”, preguntó Candy tomándolo por los hombros y recuperando su atención.

“No lo sé. Hay mucho trecho entre lo que quiero y lo que puedo hacer…”, dijo con una sonrisa melancólica.

“La quiero de regreso, quiero tenerla entre mis brazos, quiero que vuelva a verme con ese amor infinito que me dedicaba, pero estoy consciente de que es imposible”.

Candy, triste por las palabras del hombre que alguna vez amó.

Lo abrazó con ternura, queriendo evitar que su corazón siguiera rompiéndose.

Ese camino por el parque se había tornado doloroso, pero Rainer aún tenía fuerza para estrecharla.

Por un breve momento, se vieron directo a el rostro.

Candy tenía que levantar mucho el rostro para poder ver a Rainer a los ojos.

De manera inconsciente, se alzó sobre la punta de sus pies, mientras su corazón latía con fuerza.

Rainer ya no era ese joven intrépido y torpe, se había convertido en un hombre con una presencia magnética y una belleza varonil sorprendente.

Al notar que él no se inclinaba hacia ella, pero tampoco retrocedía, decidió tomar la iniciativa y lo besó.

¿Tenía sentido resistirse?

Carina no solo no iba a volver, sino que había amenazado con destruirlo.

Querer alcanzar su corazón parecía una hazaña imposible.

Tanto Walter como Candy le habían recomendado seguir adelante.

‘Nadie muere por amor. Si ella pudo seguir adelante sin ti, ¿Por qué tú no? Esto es algo que a todos nos pasa en la vida. Personas llegan y se van, amores vienen y nos abandonan porque no eran los indicados’, había dicho Candy.

Rainer profundizó el beso, sus labios tenían el mismo sabor.

A ese momento de adolescencia y libertar, donde no había grandes responsabilidades y creía que Candy sería la mujer con la que compartiría el resto de sus días, pero algo faltaba, se sentía incompleto y no alcanzaba a tocar su corazón.

Suavemente se alejó de los labios de Candy, agradeciendo su intento por consolarlo, pero sabiendo que no era suficiente.

Algo no era como debía de ser, tal vez el hecho de que él no era el mismo jovencito, ni ella aquella chica de la que se enamoró.

Ambos habían cambiado.

Tal vez se tratara del lugar, del clima, o tal vez se tratara de ese par de ojos curiosos que los veía a un par de pasos, con la garganta cerrada y el corazón marchito.

Carina tuvo que cubrir su boca para no emitir ningún quejido.

Había recibido un golpe más al corazón y se sentía desfallecer.

Las lágrimas cayeron por sus mejillas y retrocedió un par de pasos, antes de que las piernas le fallaran.

“Señorita se le cayó… su…”

Un niño que iba pasando recogió la prueba de embarazo sin saber muy bien lo que era.

Se la extendió a Carina en el momento que Rainer y Candy voltearon curiosos.

“Gracias…”, dijo Carina y tomó el objeto con rapidez, guardándolo en su abrigo una vez más.

“¿Carina?”

La voz de Rainer le erizó la piel de la nuca y sus piernas temblaron. Quiso contestar, quiso decirle que se fuera al infierno, quiso gritar cuánto lo odiaba y que sus planes seguían en pie, pero su garganta se cerró y estaba segura de que, de abrir la boca, terminaría llorando patéticamente.

Sin voltear, comenzó a andar, ansiosa por encontrar una salida, pero el llamado de Rainer se repetía incesante:

‘¡¿Carina?! ¡¿Eres tú?! ¡Carina, vuelvel’.

Comenzó a sufrir delirio de persecución, las calles se veían estrechas, el ruido de los autos sobre la avenida la ensordecía y todo le daba vueltas.

Se sentía a punto de desmayarse cuando la fuerte mano de Rainer la tomó del brazo, girándola hacia él.

Fue tanta la fuerza que imprimió, que ella chocó con su pecho y trastabilló hacia atrás. Antes de caer de espaldas, Rainer la aprisionó entre sus brazos.

La sensación era familiar y a la vez dolorosa.

El calor de su cuerpo y el aroma de su loción era agradable y al mismo tiempo desesperante.

“Carina… ¿Qué haces aquí? ¡Mírame!”

Exigió Rainer buscando la mirada de la mujer entre sus brazos.

“¡Suéltame!”, gritó iracunda.

Golpeando el pecho de su antiguo amante.

“¡No me toques!”

Rainer la abrazó, escondiendo su rostro en su cabello.

Inhalando profundamente su aroma, sintiendo su menudo cuerpo.

Frágil y delicado entre sus brazos.

Era su adicción y su necesidad, tenía que sentirla.

Tenía que asegurarse de que era real y que no era ninguna alucinación provocada por su dolor.

“Suéltame…”

Carina suplicó y las lágrimas volvieron a correr por sus mejillas.

Su corazón gritaba dentro de su pecho.

Quería abrazarse a Rainer y permanecer así, dejar que las horas pasaran y no soltarlo.

“Por favor…”

De pronto su mirada turbia por el dolor se posó en Candy, quien veía la escena con incertidumbre.

Después de haber besado a Rainer estaba insegura de querer ayudarlo a recuperar a su esposa, pero no agarraba valor para acercarse y separarlos, solo podía esperar.

Haciendo uso de su poca fuerza, Carina logró empujar a Rainer y alejarlo, limpió sus lágrimas con el dorso de su mano y retrocedió un par de pasos, él aún mantenía los brazos estirados hacia ella, ansiando volver a estrecharla.

“¿Por qué no mejor vas y abrazas a tu novia?”, dijo Carina por fin reconociéndola.

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