Desafiando el corazón -
Capítulo 33
Capítulo 33:
“¡No! ¡Ella aceptó el pago de buena gana! ¡Jamás la amenacé ni chantajeé!”, exclamó el Señor Winter indignado.
“Tenemos que conseguir el video original y evitar que algo le pueda pasar a esa mujer…”, dijo Rainer levantándose de su asiento.
Pronto su ayudante, sin decir ni una sola palabra, le mostró la pantalla de su dispositivo, quería que las noticias hablaran por sí solas.
[Enfermera retirada es encontrada sin vida en su domicilio]
Decía el encabezado y el corazón de Rainer dio un vuelco.
“¡Carajo!”, exclamó Rainer y le mostró la noticia a su padre.
“Si este video llega a las autoridades, estás jodido. Pedirán tu extradición y te juzgarán por homicidio premeditado”.
“Los Gibrand montaron la trampa…”, dijo Walter pensativo, diciendo lo que ninguno de los Winter se animaba a decir.
“Ya empezó… Román Gibrand intentará acabar con nosotros”, dijo Aaron desesperado.
“Él no…”, contestó Rainer con la voz cargada de dolor.
Había seguido de cerca las noticias relacionadas a los Gibrand.
Sabía de la nueva CEO del Corporativo y también de su boda con Noah Smith.
Carina Gibrand.
Ese era su castigo por haberla lastimado, no fue suficiente perderla, ahora ella estaba en brazos de otro hombre y planeando su destrucción.
“¿Greta Winter? Necesito que vengas…”, dijo el Señor Wagner, organizador del desfile de moda, tomando por sorpresa a la mejor de sus modelos.
Todos los ojos se posaron en la mujer que estaba siendo maquillada.
“¿Señor Wagner? ¿Qué ocurre?”, preguntó desconcertada.
Su jefe estaba acompañado por un hombre, aparentemente un abogado, al cual nunca había visto en su vida.
Una vez que estuvieron fuera de los vestidores, William Harper comenzó a hablar:
“Señorita Greta, será detenida por el departamento de migración y regresará a su país de origen, cuanto antes…”, explicó mostrando una serie de papeles que ella no comprendía.
“¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!”
‘Porque así lo quiere Carina’, pensó William, pero sabía que esa no era la respuesta indicada.
“Sus documentos de residencia no son válidos, ha estado viviendo en este país de manera ilegal. Situación que debe de ser corregida cuanto antes”.
“¡No! ¡Eso no es cierto!”, exclamó Greta llena de horror, su estómago estaba tan contraído que tenía ganas de vomitar.
“¡Déjeme hablar con mi padre!”
Suplicó, ya que estaba desperada.
“¡Él arreglará todo! ¡Por favor!”
“Claro, lo hará cuando lleguemos a la comisaría”, agregó William con una amplia sonrisa.
De pronto la puerta del gran salón se abrió.
Un par de oficiales tomaron a Greta de los brazos y la sacaron entre gritos y jaloneos. La prensa que cubría el evento no tardó en comenzar a tomar fotos y grabar.
En la puerta de la patrulla, Carina esperaba con una sonrisa amplia.
En cuanto Greta se percató de ella, se congeló.
“Su carroza la espera…”, dijo Carina abriendo la puerta trasera para ella.
“¡Eres una maldita ¡Todo es tu culpa! ¡Rainer nunca tuvo que estar contigo! ¡Mi mamá y yo sabíamos que eras mala para la familia! ¡P%rra!”
Carina la abofeteó para silenciarla y que los oficiales pudieran meterla al asiento trasero de la patrulla.
“Y tú, pequeña aberración, producto de la traición y la avaricia de tu madre, necesitas que alguien te enseñe a respetar”, dijo Carina asomándose por la ventana.
Después de guiñarle un ojo, dejó que la patrulla se fuera, ante el flash de las cámaras y los reporteros que narraban lo sucedido.
William se plantó al lado de Carina y vio hacia el horizonte.
“¿Satisfecha?”; preguntó con voz neutra.
“¿Ya arrestaron a Aida?”, inquirió Carina de brazos cruzados.
William agachó la mirada hacia su celular y revisó sus mensajes antes de responder.
“Ya…”
“Sí, de momento es suficiente, pero estaré satisfecha hasta que saquen a esas arpías del país”
“Es cuestión de tiempo”
William había hecho uso de los contactos que tenía y con el dinero suficiente logró que los papeles de ambas mujeres fueran tomados como falsos, con un poco más de efectivo podría incriminarlas de algo más, pero Carina quería que regresaran a su territorio, así sería más fácil torturarlas.
“Perfecto… esperaré la noticia entonces”, dijo Carina y apretó los dientes.
Aunque le había dado un breve momento de satisfacción el ver como se llevaban a Greta, no duró mucho, de nuevo se sentía incómoda, vacía, el corazón le dolía y una presión en su pecho la molestaba.
“Si quieres, regresa con Emma, ya hiciste suficiente”.
“No regresaré sin ti. Emma me mataría por no cuidar de nuestra hermanita”, dijo William y posó la mano en su hombro.
“De por sí, está preocupada por ti”.
“¿Por mi?”
“Una jovencita llena de ilusiones y sueños se fue un día a buscar suerte en este país. Era una criatura encantadora, vivaz y alegre, pero la mujer que regresó en su lugar era completamente diferente: cruel, iracunda y podrida… admito que yo también estoy preocupado”
Agregó William viendo con lástima a Carina.
“¿Regresamos al hotel?”
“No, aún quiero dar una vuelta, yo sola”, dijo cabizbaja y comenzó a caminar, alejándose de William.
“No tardaré”
Sus pasos la llevaron a la puerta de la universidad, pero no tuvo valor para entrar, después llegó hasta la empresa y trató de visualizar el último piso donde sabía que Rainer debía estar trabajando.
El dolor fue tal que tuvo que irse de inmediato para evitar llorar.
No quería verlo, su corazón no lo soportaría, sabía que se rompería en pedazos.
Llegó hasta el parque donde cantó tantas veces con Fred y se sentó en una de las bancas, viendo en el horizonte como el sol se escondía.
De pronto el peso de la prueba de embarazo en su bolsillo aumentó.
“Hace años que no me buscabas…”
Esa voz suave y reconfortante inundó los oídos de Rainer.
Había acudido a Candy, su exnovia de la adolescencia, la mujer de la que creyó estar enamorado profundamente hasta que tuvo que hacerse cargo de la empresa y ella abandonó el país buscando un mejor lugar para estudiar.
Sus caminos se separaron y lo aceptaron, conservando los bellos recuerdos que quedaron grabados en su memoria.
Cuando ella regresó a Alemania, las cosas habían cambiado, sus sentimientos maduraron y sin intención, se habían distanciado hasta ese día.
“Estaba desesperado. No sé en quién confiar, no sé con quién hablar”, dijo Rainer.
Había salido de la oficina más temprano e invitó a Candy a tomar un café, para después dar una larga caminata por el parque como solían hacer cuando eran novios.
“Escuché que batiste un récord Guinness por el matrimonio más corto”
Agregó Candy con sarcasmo y una sonrisa apenada.
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