Desafiando el corazón -
Capítulo 32
Capítulo 32:
“¿Por qué tener una aventura con otras mujeres si tengo a una jovencita tan hermosa en mi cama?”, preguntó Noah emocionado por ponerle la mano encima a Carina, pero cuando estaba a punto de lanzarse sobre ella, su zapatilla se apoyó sobre el pecho de su ahora esposo, deteniéndolo.
“Porque no me vas a tocar ni de juego… consíguete a alguien que te satisfaga en secreto, cuantas quieras, no me importa, pero al regresar a casa, serás un esposo ejemplar, caballeroso y educado ante el ojo público. No cometas errores…”
Noah, furioso por el rechazo de Carina la tomó por las corvas, arrastrándola por la cama y aprisionándola con su cuerpo.
“Eres mi mujer… actúa como tal”, dijo Noah tomando con una mano a Carina del mentón, pero su mirada fría y su suspiro cargado de hastío le mostró que no le tenía miedo.
Lo tomó por los hombros y con un cabezazo certero lo hizo a un lado, tirándolo de la cama.
Con elegancia, Carina se puso de pie y alisó su vestido.
“No voy a perder mi tiempo con un idiota como tú. Aprende tu lugar, compórtate como se debe y tendrás una larga vida llena de lujos, pero si colmas mi paciencia, pedazo de imbécil, tendrás los días contados”, dijo entre dientes y notó el desconcierto en el rostro de Noah.
“¿Pensaste que lloraría angustiada en un rincón mientras me tratas como a una bestia? ¿Esperabas que repentinamente nos enamoráramos, pese a tus estúpidos errores, y tuviéramos un final feliz? Eso es basura. No me hagas perder la paciencia”.
Salió furiosa de la habitación y en el pasillo se encontró con Álvaro, quien la siguió directo hacia el bar del hotel.
“Hice lo que me pediste…” dijo con seriedad.
Estaba horrorizado por los resultados de su búsqueda.
“¿Qué encontraste?”
Le había encomendado a Álvaro una exhaustiva investigación de la muerte de su abuelo, no se conformaba con el diagnóstico del doctor.
Quería descartar que los Winter no estuvieran relacionados.
Si era así, entonces la guerra con ellos sería devastadora, de eso se aseguraría.
“Los medicamentos del señor Benjamín, los llevé al laboratorio. No tenían la sustancia activa que marcaba la etiqueta. Al parecer eran placebos. Sin el medicamento correcto, su corazón se deterioró más rápido…”
“¿Cómo llegaron esos placebos a las manos de mi abuelo?”, preguntó Carina con la mirada perdida.
“La encargada de suministrarle los medicamentos era Matilda…”
“¿Alguien más intervenía?”
“No… solo ella era la responsable de conseguirlos y dosificarlos a Benjamín”.
Carina entrecerró los ojos, conteniendo su rabia.
“¿Dónde está Matilda ahora? Tengo ganas de hacerle una visita a esa encantadora enfermera”, dijo Carina con una sonrisa, pero los dientes apretados.
Tres golpes en la puerta sacaron de sus actividades a Matilda.
Dejó sus herramientas de jardinería y sacudiéndose la tierra en los pantalones de mezclilla, llegó hasta la puerta, vio por la mirilla y abrió con una sonrisa enorme.
“¡Carina! ¡Mi niña! ¡¿Qué haces aquí?!”, preguntó emocionada y la abrazó.
“¡Matilda!”, exclamó Carina respondiendo al abrazo con dulzura.
“¡Quería verte! ¡No sabes cuanto te he extrañado!”
“Anda, pasa… ¿Quieres un poco de leche, té o un café?”, preguntó Matilda con una sonrisa mientras cerraba la puerta.
“Me enteré de que ahora eres la CEO del Corporativo y que contrajiste nupcias con Noah Smith”.
“Matilda… te tengo que ser sincera, vine porque estaba preocupada por ti…”
“¿Por mí?”
“Sí, encontré esto…”, dijo Carina con una mirada tan triste que Matilda comenzó a preocuparse incluso antes de revisar los estudios que le ofrecía.
Carina vio como el rostro de la enfermera palideció.
“Sé lo que hiciste, Matilda…”, agregó cambiando ese tono tierno por uno frío y muy lleno de rencor.
“Tengo pruebas de que mataste a mi abuelo”
“¡Carina! ¡¿Cómo te atreves a decir eso?!”, exclamó Matilda retrocediendo asustada.
“Recibiste una fuerte suma de dinero después de su muerte y no me refiero a la que él te dejó”, dijo Carina cruzándose de brazos, decepcionada de esa enfermera malagradecida.
“ECloruro de potasio…”
De pronto la voz de Johan interrumpió la conversación.
Bajaba de las escaleras con el frasco entre sus manos enguantadas.
Mientras Carina había estado perdiendo el tiempo con la enfermera, él entró por la puerta trasera que llevaba al jardín.
La enfermera había cometido un error al dejarla abierta y Johan no tardó en escabullirse y encontrar más evidencia.
“Tengo las pruebas necesarias para meterte a la cárcel por homicidio y también tengo a un abogado muy diestro…”
“No… Carina… eso no es mío… yo…”
“Bueno, revisaremos las huellas del frasco y asunto arreglado…”, dijo Carina con una sonrisa radiante.
“No entiendes, estaba desesperada y…”
“¿Quién te pagó para que lo hicieras? Dame nombres”.
Apretando los dientes y los puños, Matilda quería mantener la boca cerrada, pero la mirada despiadada de Carina le hizo saber que el problema se haría más grande si no hablaba.
“Aaron Winter… ¡Él me contactó! ¡Él me dijo que lo hiciera y que me pagaría para no tener que preocuparme más por trabajar! ¡Perdóname, Carina!”
“No soy tan mala como mi padre y creo que podemos hacer un trato…”, dijo Carina regresando sobre sus pasos hacia la puerta.
En cuanto la abrió, Lorena esperaba del otro lado, con una cámara de video.
“Entenderás que el Señor Winter y yo no estamos en los mejores términos, así que… hazme un favor. Graba tu confesión para mí, acusa al señor Winter de haberte obligado, chantajeado y manipulado. No quiero que tú sufras por lo que ese maldito te pidió”.
“¿Cómo?”
“¿No te parece justo? Su cabeza por la tuya…”
Hace una pausa.
“Descuida, es solo un mensaje personal para él. Mi declaración de guerra”, dijo Carina dejándose controlar por su hambre de venganza.
“Hazlo y te prometo que te llevaré a donde Winter no te pueda encontrar”
…
“El señor Aaron Winter me pagó para cambiar el medicamento del señor Benjamín Gibrand por placebos. Se los di durante un año y cuando cayó en el hospital, por petición del Señor Winter, acabé con la vida del señor Benjamín, usando propofol como anestésico y aplicando una inyección letal de cloruro de potasio, lo cual lo llevó a la muerte. El Señor Winter depositó el pago desde una cuenta externa de un banco en Suiza al día siguiente del deceso del señor Gibrand. Él me amenazó y me chantajeó para que hiciera el trabajo, presumiendo de su poder e influencia. Temí por mi vida y acepté. Ahora me arrepiento profundamente y hago responsable de mi integridad física al Señor Winter, pues ahora temo que quiera deshacerse de mí al ser yo la única testigo de lo ocurrido…”.
En el video, Matilda lloraba desconsolada.
“¿Lo hiciste? ¡¿En verdad lo hiciste?!”, preguntó Rainer en cuanto terminó la reproducción.
Su padre caminaba de un lado a otro, angustiado y mordiéndose las uñas.
“No creí que ella se arrepentiría, parecía desesperada por deshacerse de ese viejo…”, respondió el Señor Winter en un susurro.
“¿Lo que dice es cierto? ¿La chantajeaste?”
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