Desafiando el corazón -
Capítulo 30
Capítulo 30:
“No lo necesito…”, agregó Carina poniéndose de pie.
Rainer caminaba de un lado para otro mientras llamaba insistentemente a Carina desde su oficina.
Walter estaba apenado con su jefe por no haber sido capaz de cuidar de Carina cuando de pronto las puertas se abrieron de par en par, mostrando a una mujer rota, con mirada fría como el hielo, fiel reflejo de su corazón volviéndose piedra.
“¿Carina?”, preguntó Rainer desconcertado y cuando su mirada se posó en Marco, frunció el ceño, víctima de una punzada de celos.
“¿Quién es él?”
“Mi abuelo murió…”, dijo Carina sintiendo como su garganta se desgarraba.
“Él estaba muy enfermo, Emma intentó pedirme que regresara, pero alguien contestó por mi”.
Las lágrimas enturbiaron la vista de Carina, que estaba furiosa, queriéndose arrancar el corazón y pisotearlo, desilusionada de haberse enamorado ciegamente del hombre equivocado.
“Carina… ¿Qué te dijo este hombre?”, preguntó Rainer sabiéndose en aprietos, pero manteniendo la frente en alto.
“¡Me dijo la verdad! ¡Me dijo que mi abuelo me esperaba para pedir perdón e irse en paz! ¡Me dijo que ahora todos creen que les he dado la espalda!”, gritó desesperada y se acercó furiosa hacia Rainer.
Su alma se ahogaba en violencia.
“¡¿Por qué?! ¡Por qué, Rainer! ¡Vi el maldito mensaje! ¡Tú lo enviaste! ¡Fuiste tú!”
“El señor Benjamín no merecía tu perdón… ni el de nadie…”, dijo Rainer conteniendo su ira.
“Es un maldito asesino y debería de estar retorciéndose en el infierno”
Carina no pudo contenerse y abofeteó a Rainer, indignada por sus palabras.
“¡Ese hombre mató a mi madre de la manera más cruel! ¡Me la arrebató cuando era un niño! ¡Se merece morir solo!”, exclamó furioso, haciéndole frente a Carina.
“¿Y yo soy la culpable?”, preguntó entre lágrimas.
“¿Por eso no tenía derecho de despedirme de él?”
“Carina… sé que no fue la forma correcta, pero… no podía permitirlo… No iba a tolerar que el hombre que mató a mi madre siguiera esforzándose por mantenerte lejos de mi…”, dijo Rainer intentando acariciar la mejilla de su esposa, deseaba limpiar esas pesadas lágrimas que humedecían su piel, pero Carina desvió el rostro, evitando que pudiera tocarla.
“Benjamín mató a tu madre y eso no tiene perdón, pero tu abuelo mató a mis abuelos. Saboteó su auto y cuando mi padre era muy pequeño, lo dejó huérfano…”
Al ver el rostro confundido de Rainer.
No pudo evitar sonreír.
“¿No lo sabías? Te atreves a levantar el dedo y juzgar a mi familia cuando la tuya es igual de puerca”.
“Carina, yo no lo sabía… yo…”
“Presumes de ser muy inteligente y astuto… ya veo que no es así…”, respondió Carina.
“¿Cómo ibas a cobrar venganza? ¿Planeaste algo con tu padre para matarme a mí también o solo pensaban alejarme de mi familia para siempre?”
“¡Yo no planeé nada! Solo quiero mantenerte a salvo…”, exclamó furioso.
“¿A salvo de quién? ¿De Benjamín? ¿Y quién me pondrá a salvo de ti?”
Se limpió de nuevo las lágrimas entre risas cargadas de dolor y amargura.
“¡Qué idiota fui al creer en ti! ¡Siempre supe que eras egoísta! ¡Te conocí comprando mujeres como carne y aun así pensé que había logrado obtener tu corazón! ¡Esto es lo que me gano por confiada, a ver si así se me quita lo estúpida!”
“Carina… cálmate y hablemos… yo no quería que Benjamín te chantajeara para alejarte de mí. Tomé una decisión atrabancada… lo sé… pero… yo te amo…”
“¡Mientes! ¡Solo te amas a ti mismo! ¡Si alguien tenía que decidir si visitaba o no a Benjamín, era yo! ¡No tú!”
“Por favor, sé que me equivoqué al quedarme con lo que me dijo Aida… pero…”
Se arrepintió en el segundo que pronunció ese nombre y confirmó su error al ver el rostro cargado de sorpresa de Carina.
“¿Aida? ¿Confiaste en esa mujer? Después de lo ocurrido en la cena, creo que era obvio en quien tenías que apoyarte… te daré una pista: ¡En mí!”
Retrocedió herida y desilusionada.
Bullía odio en sus venas, ardía con tanta intensidad que sentía que se ahogaba en él.
“Felicítala de mi parte, logró su objetivo”.
Carina se quitó aquel anillo tan especial que le dio Rainer y lo dejó en el escritorio, de la misma forma que hacía muchos años Frida había renunciado a su matrimonio con Gonzalo.
Ambas, madre e hija, habían terminado llorando en una oficina mientras veían como la misma mujer arruinaba sus matrimonios.
“Carina… no puedes hacerme esto”, dijo Rainer viendo el anillo con odio. Nadie lo rechazaba y menos la mujer a la que le había entregado el corazón.
“¿No puedo? Pues lo haré de la misma forma que tú le contestaste a Emma, de la misma forma que decidiste enamorarme cuando era obvio que solo me ibas a usar. Espero que la venganza de los Winter quede satisfecha con mi corazón roto y mis pocas ganas de volverme a enamorar… porque si intentan lastimarme a mí o a mi familia, juro que llegaré hasta las últimas consecuencias. No pararé hasta ver al último Winter en la miseria o bajo tierra…”
“Ya te habías tardado en mostrar tu verdadero rostro, Carina Gibrand…”, dijo Rainer sorprendido del odio desmedido que exhalaba su esposa.
“¡Ja! Lo dice el hipócrita que me trató con dulzura mientras me apuñalaba por la espalda…”
Retrocedió hasta llegar a la altura de Marco, quien permanecía incómodamente en silencio.
“Solo recuerda algo, Winter… no te metas conmigo, no toques a ningún Gibrand, porque a mí me sacan de la cárcel, pero a ti no te sacarán de la tumba”.
Con esa última amenaza, Carina dio media vuelta, dejando congelado a Rainer, quien parecía impresionado por la cantidad de odio que se había acumulado en el corazón de la mujer que amaba.
Vio el anillo en el escritorio y entonces fue consciente de que la había perdido.
‘Idéntica a su padre’, pensó Marco mientras caminaba detrás de Carina, escoltándola fuera del edificio.
En el pórtico de la enorme mansión Winter, Rainer esperaba sentado en las escaleras, con la mirada perdida en la arboleda lejana.
En cuanto llegó el auto de su padre, su odio se reencendió.
“¿Rainer? ¿Qué haces ahí?”; preguntó el Señor Winter con media sonrisa, pero el semblante de su hijo lo hizo titubear.
“¿Estás bien?”
“La mujer que amo está abandonando en este momento el país…”
“¿Qué? ¿De qué estás hablando?”
Winter volteó hacia Aida en el momento que esta salía del auto, fingiendo estar confundida, pero en el fondo complacida con la noticia.
“Carina me abandonó, papá…”
“¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!”
“¡Por las malditas mentiras que guarda esta familia de m!erda! ¡Por eso!”
Rainer se puso de pie, dispuesto a enfrentar a su padre.
“¡Por mi negligencia! ¡Por mi culpa y por dejarme influenciar por la arpía de tu esposa!”
“Rainer… Cálmate y mejor dime lo que ocurrió…”
“El Señor Benjamín por fin murió… y con él quiero creer que esta cadena de eventos desafortunados…”
Rainer notó que la noticia no fue de sorpresa para su padre.
“Tú lo hiciste”.
“No sé de qué hablas… ¿Cómo podría hacerlo si estoy aquí?”
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