Desafiando el corazón -
Capítulo 26
Capítulo 26:
“No fue agradable lo que dijo el Señor Benjamín ese día… es normal que se sienta herida”, dijo William queriendo consolar a Emma.
“Pero… ella no sería capaz de decir algo así…”
“Me bloqueó, ni siquiera entra mi llamada”, dijo Frida aún con el teléfono en el oído.
“Iré yo mismo a Alemania, la traeré quiera o no”, dijo Román iracundo y rechinando los dientes.
“Tienes que estar con Benjamín…”
Intervino Frida queriendo calmar a su esposo.
“Matilda fue clara, posiblemente estas sean sus últimas noches con nosotros. Si él fallece y tú estás en Alemania, te arrepentirás de no haber sostenido su mano hasta el final”.
“¿Qué hay de Carina?”, preguntó Lorena cruzada de brazos, contrariada.
Hace unos días le había dicho la receta de la tarta de manzana y parecía feliz.
“¿Pudo haber cambiado tanto en este tiempo?”
Inquirió Emma con ganas de llorar.
“Carina puede ser irascible… como su padre”, dijo Frida con media sonrisa y acarició el brazo de Román.
“Pero hará lo correcto. Sabe que su abuelo está enfermo, es cuestión de tiempo para que llegue al hospital, arrepentida de su arranque de ira”.
“Eso espero…”
Agregó Lorena después de un suspiro apesadumbrado y se abrazó a Johan, quien permanecía en silencio y pensativo.
Algo no le gustaba.
A diferencia de esos días en la casa de campo, donde toda la Familia Gibrand se juntaba para festejar un año más del viejo Benjamín, esa noche en el hospital, solo estaban Román y Frida en la puerta de la habitación, atentos a cualquier emergencia.
En ese momento, como ave de mal agüero colándose en el hospital, entró Marco por la puerta principal, con esa arrogancia y prepotencia que lo caracterizaban.
Él nunca se presentó a ningún festejo, pero estaba ahí, cuando más se le necesitaba.
“¡Mi pareja tóxica favorita!”, exclamó Marco con una amplia sonrisa.
“Viniste…”, contestó Román paseando la mirada en su hermano, como si dudara que fuera real.
“El viejo fue como un padre, ¿Cómo podría simplemente desaparecer cuando peor está?”
Frida acortó la distancia y abrazó a Marco con emoción, y agradecida.
“Qué bueno que estás aquí”, dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
“Frida… contrólate… ya te he dicho que frente a Román no, se ofenderá con nuestro romance secreto”, dijo Marco en el oído de Frida y sin quitarle la mirada de encima a Román que parecía molestarse cada vez más.
“¿Por eso estás aquí? ¿Para medir mi paciencia?”, preguntó Román apretando los dientes.
“Yo solo quiero ver a Benjamín”, dijo Marco levantando las manos, rindiéndose ante la mirada iracunda de su hermano.
“No es mi culpa que Frida siga derritiéndose por mí. Por cierto, sino quieres terminar con el corazón roto, no le hagas una prueba de paternidad a Mateo”.
Le guiñó un ojo a Román, ya extrañaba hacerlo enojar.
Entró al cuarto donde se encontraba Benjamín, el anciano se veía demacrado y agónico. Era cierto lo que decían los rumores, era cuestión de días, tal vez horas.
“El hijo pródigo regresa…”, dijo Benjamín con un hilo de voz y una sonrisa cansada.
“Marco… la oveja negra de la Familia Gibrand, el único ausente en las fiestas, pero presente en las desgracias. La última vez que nos vimos fue en el velorio de Sarah”.
“¿Llegaste a los cien?”
“Casi…”
Benjamín quería reír, pero una lágrima cayó por su mejilla.
“Crees que no tienes miedo a morir, hasta que la muerte toca tu puerta. Crees que ya es hora de irte y que no tienes nada pendiente, hasta que ella te ofrece su mano y te dice que ya se te acabó el tiempo”.
“¿Qué fue lo que te pasó, viejo? Estabas muy bien… más fuerte que un roble…”, dijo Marco acariciando la canosa cabeza de su abuelo.
“Los doctores dicen que es el corazón… ya está cansado igual que yo…”
Benjamin se aferró a la mano de Marco.
“Gracias por venir… gracias por mostrarme que no me odias tanto como me merezco”.
“¿Cómo podría?”
“Por mi culpa te alejaste de Román. Eran inseparables… y…”
“Shhh… ya no digas más…”
“Sino te hubiera pedido que alejaras a la maldita de July de él, jamás hubiera pasado lo que pasó. Me arrepiento de no haberte creído cuando dijiste que Bastián no era tu hijo… todos te aborrecieron creyendo que eras un padre irresponsable y yo preferí abrirle las puertas de la casa a July y correrte a ti”.
Benjamín siempre quiso a Frida para Román desde el día que la vio en el cascanueces.
Ella era una criatura hermosa y vulnerable, hija del poderoso Tiziano Sorrentino.
No solo quería salvarla de su trágico destino en esa familia que solo la veía como un recurso para ganar dinero, quería la petrolera Tizo y un día lo lograría, pero en ese entonces, Román ya era un hombre que planeaba casarse con July.
Para Benjamín no era una mujer confiable y motivó a Marco a meterse en esa relación.
Lamentablemente todo salió de control, Marco fue visto como un destructor de relaciones y el villano de la historia, situación que a Benjamín le comenzó a dejar de importar en cuanto vio la oportunidad de que Román conociera a Frida.
“Intenté separarlos más de una vez. Quise arruinar tus planes a modo de venganza, no contra Román, más bien contra ti. Moría porque vieras a la mujer que querías para él, siendo mía, pero tenías razón… Frida era para Román, estaban destinados…”, respondió Marco levantando los hombros.
“Supongo que no tienes que arrepentirte de ser cómplice del destino, aunque el precio haya sido mi destierro”.
“Antes de morir… Hablaré con él, le diré toda la verdad y…”
“Déjalo… no vale la pena”, dijo Marco con una sonrisa.
“Dejemos que el destino siga su curso. No permitas que te odie en tus últimos días. Deja que se quede con una imagen fuerte y valerosa de quien fuiste y no del embustero que manipuló todo a su alrededor para que se quedara con la mujer que ahora es su adoración”.
“No podré irme de este mundo ileso, Marco…”, dijo Benjamín queriendo reír, pero la tristeza y el miedo se apoderaron de su corazón.
“Tengo tantas deudas que no pagué en vida y parece que ustedes tendrán que pagar por mí”.
“¿De qué hablas?”, preguntó Marco desconcertado.
“Llama a Román… hay algo que tengo que decirles, pues no quiero que queden desprotegidos en la ignorancia”.
Con algo de duda, Marco llamó a Román y una vez que ambos hermanos estaban dentro de la habitación, a puerta cerrada y con la incertidumbre, Benjamín pudo hablar con el corazón en la mano:
“Hace muchos años… cuando le iba a dar la empresa a su padre, él quiso probar suerte en Alemania. Ustedes eran muy pequeños y se quedaron conmigo”.
“Carlo era inteligente y su esposa, Maya, muy astuta. Estaban logrando posicionarse y ganar contratos. Poner una célula del Corporativo en ese país se volvería rentable si lograba el compromiso de cada empresario, pero no contaban con que una empresa dominaba el mercado en muchos ámbitos”.
Los Winter vieron a Carlo como una amenaza.
Poco tiempo después llegó la noticia… Carlo y Maya, de regreso al aeropuerto, tuvieron un accidente que les arrancó la vida a ambos.
Ese día había perdido a mi hijo y mis nietos estaban desconsolados y huérfanos.
¡Los Winter les arrancaron a sus padres sin piedad! ¡Solo por avaricia!
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