Desafiando el corazón -
Capítulo 22
Capítulo 22:
Esta vez Carina no pudo evitar soltarse a reír a carcajadas, pero se cubrió la boca al notar el ambiente tenso.
“No le veo lo gracioso, Carina”, dijo Rainer viéndola por el rabillo del ojo.
“Porque no quieres, pero en realidad, vaya que lo es”, contestó Carina y suspiró sin borrar su sonrisa.
“¡¿Se te hace gracioso?! ¡Deja que te muestre algo verdaderamente gracioso!”, Greta se levantó iracunda y tomó su copa, dispuesta a vaciarla encima de Cari, pero Rainer se levantó al mismo tiempo y la sujetó por la muñeca con fuerza, deteniéndola.
“¡Ya basta, Greta! ¡Basta!”, exclamó iracundo, apretando cada vez más fuerte a su hermanastra.
Los ojos de Greta se llenaron de lágrimas.
Lo veía con desilusión y le dolía que defendiera a Carina.
Se zafó de su agarre y salió corriendo entre sollozos, haciendo que el dolor de cabeza de Rainer aumentara.
“Rainer, no tenías que lastimar a Greta de esa forma…”, dijo Aida levantándose de la mesa, dispuesta a buscar a su hija.
“Entonces edúcala…”, contestó Rainer entre dientes, viendo con odio a su madrastra.
“Respétame, Rainer… se te olvida que soy…”
“La mujer que se aprovechó del dolor de mi padre para meterse en esta familia”, dijo Rainer y tomó a Carina del brazo como si estuviera levantando su maletín.
“Dejas que Greta ofenda a mi mujer como si tú no hubieras hecho hasta lo imposible por meterte en el camino de mi padre. No dices nada cuando tu hija le dice cazafortunas a mi prometida, pero parece que se le olvida que tú eres una cazafortunas de verdad”.
“¡Rainer! ¡No le hables así!” exclamó el Señor Winter.
“No haces nada cuando agreden a mi mujer, pero si las defiendes cuando yo intento defenderla…”
Dirigió su atención de nuevo hacia su madrastra, lleno de coraje.
“¿Crees que Carina es interesada o una cazafortunas? ¿Crees que es igual a ti? ¿Crees que ella se prostituye por lujos y dinero como tú?”
“¡Rainer!”, volvió a exclamar el Señor Winter.
“Nos vamos”, contestó Rainer llevándose casi a rastras a Carina que solo veía con anhelo a ese filete sobre su plato que no pudo tocar.
“¿Esa es la clase de mujer que quieres para tu hijo?”, preguntó Aida una vez que estuvieron solos en su habitación.
“¿De qué estás hablando?”, dijo el Señor Winter tomándose una aspirina.
“Ella ni siquiera dijo algo durante la cena, estaba más ocupada riéndose del espectáculo que tu hija y tú estaban haciendo”.
“¿Espectáculo? Solo tememos que Rainer esté ante una interesada… ¿Es tan malo querer protegerlo?”
“¡Ella no es una interesada!”, exclamó Winter molesto.
“Su familia es casi tan poderosa como la nuestra… ¿Acaso no has oído hablar del Corporativo Gibrand? Ella es hija de Román Gibrand…”
‘Lo sé, y de Frida Sorrentino’, pensó Aida con los dientes apretados, recordando a su vieja amiga, llorando patética en el despacho de Gonzalo.
“¿Se te olvida que yo vengo de ahí? El Señor Gibrand fue quien se encargó de quitarle todo a mi entonces esposo. Lo llevó al suicidio. Tenía miedo de que también me hiciera algo a mi, por eso terminé aquí. ¿Crees que después de mi experiencia me da consuelo saber que Rainer se quiere casar con esa chica?”
“No lo entiendes…”
“Prometiste que, cuando Greta fuera grande, considerarías la opción de que ella fuera la esposa de Rainer…”, dijo Aida acercándose suplicante y coqueta.
“¿Crees que es una opción? El mundo creerá que es una relación incestuosa”
“Pero no son hermanos, pueden estar juntos sin ningún problema, solo tenemos que aclararlo a la prensa cuando se dé la noticia de su compromiso, eso es todo”.
“No, Aida… Eso no sucederá. No mientras mi hijo haya logrado convencer a Carina Gibrand de casarse con él”.
“¿Qué es lo que quieres de los Gibrand?”, preguntó Aida con recelo.
“Es una historia muy larga y vieja, pero si Carina se casa con Rainer, será nuestra protección, Román Gibrand no nos hará nada, pase lo que pase…”, dijo Winter con media sonrisa, el plan estaba saliendo a la perfección.
“¿Por qué Román Gibrand tendría que hacernos algo? ¿Qué me ocultas?”
“Bien, quieres pasar la noche escuchando una vieja historia de venganzas y dolor, que así sea…”
Winter estaba dispuesto a explicarle todo a ella de esa forma conseguía que desistiera de sus intentos por casar a Rainer con Greta.
El trabajo ese día había sido agotador y Rainer le pidió a Carina que regresara temprano a casa.
Desde que estaban viviendo juntos, intentaba cuidar sus horas de sueño, pues sabía que una mujer sana era más fácil de que quedara gestante o esa era la justificación que se daba a él mismo cuando deseaba cuidar de ella.
Le había pedido a Walter que la llevara al departamento y a las pocas horas, él ya había terminado con los pendientes.
Salió cansado del edificio y cuando subió a su auto una llamada de un número desconocido lo tomó por sorpresa.
Por el sistema de sonido escuchó la voz de esa maestra que se le había pegado después del seminario.
“¿Señor Winter?”, preguntó con voz temerosa.
“Maestra Weber, sea breve, estoy manejando…”
La maestra era apenas más grande que Rainer, pero parecía que no era impedimento para intentar buscar una oportunidad con él.
“¡Claro! Es un asunto muy sencillo del cual quería hablarle”, dijo apenada y se escuchaba que estaba hojeando algo.
“Después de saber que la Señorita Carina Gibrand es su prometida, no pude evitar recordar la forma en la que ingresó a la escuela”.
“¿De qué habla?”
“Verá… su desempeño en el examen fue extraordinario, pero la universidad siempre se ha enfocado en alumnos de nacionalidad alemana. En el caso de Carina, el director recibió una petición especial por parte de su padre, el Señor Winter”.
Deseaba que se le diera un lugar a Carina, quitándoselo a otro estudiante…
Por un momento Rainer se quedó en silencio, pensativo, con la mirada paseando entre las luces de la ciudad mientras las cosas conectaban dentro de su cabeza.
“Carina… ¿Es una mala estudiante?”, preguntó.
“¿Cómo? ¡No! ¡Para nada!”
“¿Ha cometido alguna falta que la hiciera merecedora de ser expulsada?”
“No, solo es violenta… pero ha sido por responder a los abusos de otros alumnos”.
“Entonces… ¿Por qué me dice todo esto? ¿Qué es lo que quiere que le diga?”
“Señor Winter, me preocupa que esto sea un caso de nepotismo. Que la señorita Gibrand tenga un lugar que no le corresponde gracias a la intervención de su padre”.
“Y ¿Qué sugiere?”
“¿Qué sugiero?”, preguntó la maestra nerviosa.
“Sí, ¿Procederá legalmente?”
“¡¿Qué?! ¡No! ¡Esa no es mi intención!”
“¿Entonces? Sea clara por favor…”
“Yo… pensé… ¿Qué le parece si le invito un café para hablar con más calma la situación?”, dijo como un último intento por conseguir su objetivo. .
“Claro, diga fecha y hora…”
“¿En serio?”
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