Desafiando el corazón
Capítulo 20

Capítulo 20:

La chica ante sus ojos era encantadora y con un aspecto inocente que lo invitaba a pecar.

“¿Es usted la asistente del Señor Winter?”, preguntó de forma educada disolviendo su disgusto del rostro.

“Señor Palmer, es un gusto”, contestó Carina con gentileza y mientras el hombre se sentaba a su lado, ella acomodaba el contrato frente a él.

“Solo necesito su firma, eso es todo. Aunque supongo que querrá leerlo antes”.

“Creo que sería una gran idea, después de todo tardaron en corregirlo, debo de corroborar que mis intereses sigan intactos”, contestó el hombre entre risas y bajó su mano a la rodilla de Cari.

Lo hizo con tal naturalidad que incluso ella no tuvo tiempo para reaccionar.

Carina se asomó por debajo de la mesa, viendo la mano del hombre, haciendo pequeños círculos con el pulgar en su piel mientras su palma quería recorrerse un poco más arriba.

“¿En serio está haciendo lo que creo que está haciendo?”, le preguntó desconcertada.

Nunca había conocido a un hombre tan temerario, que enfrentara la muerte tan directo.

Rainer salió de la junta y caminó hacia su despacho, revisando unos papeles.

Al llegar al escritorio de Carina se dio cuenta que ella no estaba.

“¿Señor Winter?”

Era la chica que le había entregado el contrato a Carina.

“¡Lo siento! Vine a dejarle el contrato a su asistente. Le advertí de no entregarlo ella misma, pero la estoy buscando desde hace unos minutos y no aparece”.

Rainer se frotó las sienes comprendiendo a la perfección lo ocurrido.

Sabía en qué hotel se alojaba el Señor Palmer y necesitaba llegar antes de que le hiciera algo a su prometida.

“¡Esa niña tonta!”, exclamó furioso al entrar al hotel. Walter lo seguía de cerca y en cuanto llegaron con la recepcionista la notaron distraída, aun así, decidieron abordarla.

“¿Dónde está el Señor Palmer?”, preguntó Rainer molesto.

El Señor Palmer era conocido por ser un viejo rabo verde que se aprovechaba de las jovencitas.

Era el terror de las asistentes y siempre lograba chantajearlas e incluso amenazarlas para obtener lo que quería.

Antes de que Rainer volviera a preguntar, esta vez más furioso, la recepcionista señaló en respuesta.

Cuando Rainer volteó, se dio cuenta que no era el único que veía en la misma dirección. Varios huéspedes y parte del personal parecían asombrados.

“Eso… firme…”, decía Carina torciéndole el brazo a Palmer por detrás de la espalda y con la otra mano manteniendo su rostro contra la mesa, pues lo tenía bien agarrado del poco cabello que le quedaba.

“¡Ya! ¡Ya firmé! ¡Suéltame, maldita loca!”, exclamó Palmer entre quejidos de dolor cuando sus ojos se detuvieron en Rainer, quien se acercó sin saber muy bien a quien debía defender.

“¡Señor Winter! ¡Quíteme a esta mujer de encima!”

“Ups…”, dijo Carina en cuanto vio a Rainer frente a ellos.

“Juro que no es lo que parece…”

“¡Quítamela de encima! ¡Ahhh!”

Palmer se revolvió debajo de Carina quien parecía complacida con su dolor.

Se inclinó sobre él, cargando su peso en su brazo torcido, haciendo que gritara con más fuerza mientras decía en un susurro y cerca de su oído:

“Cada vez que vaya a molestar a una chica que considere indefensa, recuerde esto”

“¡Maldita p$rra! ¡Esto no se quedará así! Te arrepentirás de lo que me hiciste… ¡Lo juro! ¡Te arrastrarás ante mí pidiendo disculpas!”, exclamó Palmer iracundo.

“Yo nunca me arrastro ante nadie, Señor Palmer”, dijo Carina con una frialdad en su voz que lo sorprendió.

“Señor Palmer, le voy a pedir que no vuelva a levantar la voz de esa forma a mi mujer…”, dijo Rainer apretando los dientes y tomando el contrato.

“Quiso propasarse con mi prometida y no solo eso, le dice perra frente a mí…”

“Señor Winter… yo no sabía que…”

Palmer retrocedió horrorizado.

“Podría hacer su vida miserable… podría amenazarlo con presentarle al padre de mi mujer, Román Gibrand, conocerá su nombre por las noticias, comparte conmigo la ambición por el poder y el gusto por los castigos justos y asertivos, pero creo que lo más adecuado sería amenazarlo con cinco minutos a solas con Carina, para que lo golpee con libertad las veces que quiera”, dijo Winter y rompió el contrato frente a los ojos escépticos y cargados de miedo de Palmer.

“Entenderá que no haré negocios con un hombre tan asqueroso y que me ha faltado al respeto de esa forma”.

“¡Como quiera! ¡Si no es usted, será otra empresa! ¡Habrá alguien más en Alemania que quiera hacer negocios con un hombre tan importante como yo!”

“Suerte con eso”, dijo Rainer divertido.

“Puedo asegurar que no encontrará a nadie que le tienda la mano y le recomendaría que saliera del país en las próximas veinticuatro horas. Tómelo como un aviso de cortesía”.

Tomó a Carina de la mano y la sacó del hotel ante la mirada escéptica y sorprendida de todos. Walter les abrió la puerta del auto y juntos regresaron a la empresa.

“Perdón…”

“¿Por qué?”, preguntó Rainer con media sonrisa y viendo a Carina apenada. No comprendía que una criatura tan pequeña y menuda fuera capaz de doblegar a un hombre del doble de su peso.

“Arruiné el negocio… tenía razón esa chica, hubiera esperado a que tú te encargaras…”

“Sí, tuviste que hacerle caso, eso es seguro, pero ahora sé que estás en el puesto incorrecto. Dejarás de ser mi secretaria para ser mi guardaespaldas…”

¿El señor Gibrand se encargó de que sus hijas fueran unas matonas?

¿Quiso que recibieran entrenamiento militar?

Carina comenzó a reír a carcajadas, inundando el auto de alegría, incluso Walter, que siempre mantenía una actitud seria y conservadora, no pudo evitar sonreír.

“Todos mis hermanos y yo recibimos un curso básico de defensa personal y de manejo… pero yo no resulté muy habilidosa detrás del volante, así que le pedí a mi papá que me dejara ahondar más en la defensa personal y estudié toda mi adolescencia Krav Maga, el sistema de defensa personal israelí…”

Lo platicaba con tanta tranquilidad, que no se percató de la sorpresa en el rostro de su prometido hasta que el silencio se alargó más de lo normal.

“¿Qué clase de padre hace eso con sus hijos?”, preguntó Rainer confundido.

“Uno que ha aprendido de sus errores…”, dijo Carina perdiendo la sonrisa.

“Hemos pasado muchas cosas como familia, era normal que se preocupara por sus hijos y quisiera que no vivieran lo mismo, y si se enfrentaban a algo similar, pudieran reaccionar mejor de lo que él y mi madre lo hicieron”.

La Villa Winter era un lugar alejado de la ciudad, con enormes jardines y una calzada encantadora que llegaba hasta el pórtico.

Una mansión rodeada de bosque y vegetación. Carina estaba sorprendida, era hermoso y ahora estaba segura de querer un lugar así para vivir.

Rainer fue el primero en salir del auto y cuando lo rodeó para abrir la puerta de Carina, el Señor Winter lo detuvo.

Parecía alegre y dichoso cuando abrazó a su hijo dándole fuertes palmadas en la espalda.

“¡Por fin! ¡Estoy ansioso de conocer a tu futura esposa!”; exclamó el Señor Winter entre risas que poco a poco se desvanecieron.

“Aunque tu madre no está muy feliz…”

“Como si eso me importara…”, respondió Rainer torciendo los ojos y caminando hacia la puerta.

“Ya sabes cuál era su idea de esposa ideal para ti, pero confío en tus buenos gustos y sé que traes a una mujer encantadora”.

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