Desafiando el corazón
Capítulo 18

Capítulo 18:

El departamento de Rainer era inmenso y parecía tocar el cielo.

De inmediato Carina se pegó al ventanal para ver toda la ciudad, con una sonrisa inocente que conmovió el corazón del frío alemán.

“Recordé cuando visitaba a mi papá al Corporativo… Desde el ventanal de su oficina se podía ver toda la ciudad. De niña… creí que algo fantástico sucedería si veía suficiente tiempo por el cristal…”

De pronto Carina se alejó del ventanal, apenada por haber revelado parte de su infancia a un hombre que claramente no le importa.

“¿Ocurrió?”, preguntó Rainer con la misma seriedad que usaba en una junta de negocios.

“¿Qué ocurrió?”

“Sí, ¿Sucedió algo fantástico?”

Volvió a preguntar Rainer, y giró hacia ella una vez que se sirvió un trago.

“Todos los días en la oficina de mi papá ocurría algo fantástico”, respondió Carina con melancolía.

“¿Por qué decidiste trabajar aquí y no buscar algo allá? También tienen buenas escuelas…”

La melancolía se acentuó en la mirada de Carina.

“Pero bueno… ¡Basta de mí! También sería agradable saber de mi futuro esposo”, dijo Carina sintiéndose vulnerable al abrir su mente y corazón a ese hombre, que aún se veía tan distante de ser ese compañero cálido que ella buscaba.

“Descuida, en unos días comeremos en casa de mis padres y conocerás a mi hermana y… a mi… madre”, dijo Rainer como si una sensación desagradable se atorara en su garganta.

“Ese día me temo que descubrirás muchas cosas de mi”

“¿Tienes problemas familiares? Sería bueno saberlo… por precaución”, dijo Carina preocupada.

“Mi madre, no es mi madre, eso es todo. Es mi madrastra, pero mi padre en su afán de que pudiera superar esa transición, creyó buena idea obligarme a llamarla mamá”.

“Vaya…”, dijo Carina sorprendida.

“¿Dónde está tu mamá?”

Después de lo que parecía una agradable convivencia, Carina se dio cuenta de que el rostro de Rainer volvió a ser esa mueca retorcida por el coraje y la frustración.

Se acabó el trago que tenía en la mano y caminó hacia el ventanal, arrepentido por haber cedido tanto ante ella.

“Perdóname si hice una pregunta que te incomodara”.

“Está muerta”, respondió fríamente.

“La asesinaron cuando yo era niño”.

“Lo siento mucho”, agregó Carina apenada.

“¿Lo sientes? ¿Lamentas su muerte?”, preguntó Rainer con ironía y una sonrisa torcida.

“Nunca la conociste, jamás reíste o lloraste con ella… ¿Qué es lo que sientes? ¿Eh?”

Se plantó frente a ella con los ojos irradiando odio y los dientes apretados.

Volvía a ser esa fiera rencorosa que había conocido Carina la primera vez, pero ya no le tenía miedo, solo sentía lástima, por ese hombre dolido que se cubría con odio.

Acercó sus manos hasta alcanzar sus mejillas y lo vio directo a los ojos.

“Siento mucho que hayas perdido a tu mamá siendo tan joven. Eso es completamente injusto. Lamento que aún duela. Apuesto a que era una mujer maravillosa…”

Si Carina había heredado la altanería y la soberbia de Román, también la empatía y la piedad de Frida.

Solo tenía que aprender el equilibrio.

Se acercó lentamente ante la mirada más calmada de Rainer, y lo abrazó con ternura, queriendo aliviar su dolor.

Tratando de consolar a esa bestia herida que había pasado toda su vida aparentando ser fuerte, forjando desde niño ese escudo, exigiéndose así mismo más de lo que su padre le exigía.

“No tienes la obligación de…”, Rainer estaba completamente rígido, resistiéndose a sentir la compasión de Carina.

La tomó de los brazos sin tener la fuerza para alejarla, y, aunque encajó sus dedos en su suave piel, ella no dejó de abrazarlo con la misma ternura.

“Nos casaremos pronto… ¿Qué clase de esposa sería si no te apoyo en estos momentos?”, dijo Carina con una sonrisa y besó la mejilla de Rainer.

“No creas que mi única función será esperarte en lencería en la habitación”.

Rainer cerró los ojos y estrechó a Carina, dejándose llevar por su calor, inhalando profundamente su aroma y escondiendo su nariz en su cabello castaño.

“Eres una tonta…”, dijo aún mareado por ese cambio tan abrupto entre la rabia y la calma.

Carina leía tranquilamente sus apuntes mientras se llenaba el estómago con café. Tendría examen en unos días y tenía que aprovechar las horas libres.

Todo el mundo estaba emocionado por los seminarios que tendrían lugar en ese momento, pero ella prefería estudiar.

“Carina, ¿No irás al seminario de hoy?”, preguntó uno de sus compañeros de la clase a lo que ella solo levantó su libreta.

“Tengo que aprovechar y estudiar”.

“Puedes ir y preguntarle tus dudas al expositor, así también aprenderás cosas nuevas”.

“¡Bien! Tré… pero si me aburre la conferencia, me voy”

Guardó su cuaderno en la mochila y acompañó al pequeño grupo de chicos.

Carina se acomodó ansiosa en su butaca, impaciente porque el expositor apareciera, no quería perder tiempo así que sacó su libreta y comenzó a estudiar, sin darse cuenta del momento en el que Rainer subió al escenario después de estrechar la mano de algunos profesores.

Cuando todo se silenció, Carina despegó su atención de sus notas y la mandíbula se le desencajó.

Rainer se veía altivo y arrogante, extremadamente guapo con ese traje oscuro. En cuanto sus miradas se encontraron, Carina le dedicó una sonrisa producto de su emoción y alzó sus pulgares, haciendo que Rainer torciera los ojos y negara con la cabeza.

‘Niña tonta’, pensó.

A diferencia de otras veces, Rainer expuso luciéndose aún más. Entre más asombro veía en el rostro de Carina, más se esforzaba.

Al final de su impecable plática, ella fue la primera en ponerse de pie y aplaudir, haciendo que los demás estudiantes y profesores la siguieran.

Todas las miradas estaban en él, pero él solo veía a una persona.

Esa joven de apariencia torpe y desalineada con brillo en la mirada y sonrisa infantil. Se dio cuenta de que su corazón latía más acelerado de lo normal.

Cuando los alumnos comenzaron a desalojar la sala, Rainer se entretuvo con algunos maestros que lo felicitaban y lo recordaban de cuando era alumno, mientras dedicaba miradas fugaces, buscando a su futura esposa entre la gente.

Ella volteaba continuamente para dedicarle sonrisas agradables y despedirse sacudiendo la mano en el aire.

Cuando logró salir del tumulto de gente se percató que todos hablaban de lo maravilloso que había sido Rainer, especialmente las chicas, que halagaban su físico y su actitud imponente.

Era obvio que conquistó el corazón de más de una.

‘Pues es mío, tal vez en contra su voluntad, pero mío’, pensó Carina sin saber qué tan bueno era eso.

“¡¿Carina?!”

Fred se acercaba sorteando cada obstáculo, queriendo acercarse a ella.

“¿Fred?”

“¿Se te olvida que vamos a la misma escuela?”, preguntó herido.

“No… pero no esperaba verte tan pronto”.

“Carina, necesitamos hablar. Te invito un café…”

“No, Fred… lo siento… tengo cosas que hacer”.

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