Desafiando el corazón
Capítulo 12

Capítulo 12:

“¡No apruebo esta unión! ¡No permitiré que te quedes con ese hombre! ¡No necesitamos alemanes de regreso a estas tierras y jamás permitiré que se involucre en asuntos familiares ni de la empresa!

“Abuelo…”

Román quiso detenerlo, pero Benjamín parecía intoxicado con su desesperación y rencor.

No le gustaba que las cosas se salieran de su control.

“Si planeas aferrarte a ese hombre, entonces dejarás de ser mi nieta”, agregó Benjamín dándole la espalda a Carina.

¿Desde cuándo Benjamín se había vuelto caprichoso e infantil?

Años anteriores había demostrado ser agudo de inteligencia y manipulador, conseguía lo que quería con palabras llenas de miel, pero esta vez se mostraba ansioso e inseguro.

¿Era el paso de la edad o se trataba de algo más?

“Abuelo…”

Carina tenía el corazón roto, nunca imaginó que su decisión llegaría a ese punto.

“¡Matilda! ¡Llévame a mi habitación!”, exclamó Benjamín sintiéndose cansado.

“No quiero seguir hablando con esta mujer”.

Los ojos de Carina se le llenaron de lágrimas cuando recordó su infancia llena de amor.

Benjamín era el hombre bonachón y cálido que la defendía de los regaños de sus padres y la consentía cuando estaba castigada. Recibir su rechazo era doloroso.

“¿Sacrificarás todo por ese alemán? ¿Le darás la espalda a tu familia y a tu prometido por él?”, preguntó Noah divertido de verla humillada y cabizbaja, pero a cambio recibió esa mirada cargada de odio.

“¿Mi prometido?”, preguntó Carina con media sonrisa.

“Solo eres el patético títere con el que iba a jugar, deberías de sentirte agradecido de que ya no tienes mi interés… ni siquiera como juguete”.

Le arrojó una mirada de despreció.

“¿Por qué no te vas a llorar a algún rincón dónde nadie te escuche?”

Noah apretó los dientes.

“Él es maravilloso, mamá, te vas a enamorar de él”, dijo Lena emocionada.

Habían dado de alta a su madre, ahora podría cuidar de ella en casa.

Habló con Fred y quería que las acompañara a casa y viviera con ellas. Anhelaba tener una vida a su lado y que fuera parte de la familia.

Sabía que estar en ese departamento le traía recuerdos tristes, lo notó cuando le ayudó a empacar las cosas de Carina.

“Si pagó mi tratamiento y estancia en este hospital, claro que me enamoraré de él”, respondió su mamá con una sonrisa amplia, poniéndola en aprietos.

“Mamá… tengo algo que decirte…”

“¿Qué ocurre? ¿Hay algún problema con el Señor Winter?”, preguntó preocupada y perdió el color.

“No me voy a casar con el Señor Winter…”

“¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!”

Magda había entrado al hospital con temor de que su hija se quedara sola en el mundo.

El Señor Winter se mostró como una esperanza para no solo recuperar su salud, sino para mejorar su calidad de vida.

Cada día se imaginaba la boda de su joven hija, sabiendo que el hombre con el que se casaría era guapo y adinerado, tendrían hijos preciosos mientras ella pasaba el resto de sus años en una casa grande y cómoda, pero ahora sentía que estaba cayendo en desgracia.

“Mamá, yo nunca quise casarme con él. Es un hombre que me aterra…”, contestó Lena apenada.

“Entonces… ¿De dónde conseguiste el dinero? ¿Te lo dio el chico que vino por nosotras?”, preguntó Magda preocupada y notó que Lena se apenaba aún más.

“No mamá, el dinero me lo dio una amiga”.

“¿Una amiga, y qué ha hecho este chico por ti? ¿Qué hay de bueno en él? ¿En qué trabaja?”

Cuando salieron del hospital, Magda vio a Fred recargado en su auto, no era la clase de hombre que ambicionaba para su hija. Entendió que esa relación no le traería los mismos beneficios y no estaba dispuesta a aceptarlo.

La cama de la habitación había sido dividida por una enorme almohada, era la mejor oferta que Carina le pudo ofrecer a Rainer y este, al estar renuente de dormir en el piso, aceptó.

“Creí que éramos novios”, dijo divertido mientras jugueteaba con la almohada.

“¿Los novios no duermen juntos?”

Carina le dio un manazo y volvió a acomodar la barrera, recordando lo que había pasado en el club esa noche.

“Compórtate… solo somos novios mientras mi familia esté presente. ¿Ves a alguien de ellos aquí? No, entonces… mantén tu distancia o lo consideraré acoso laboral”, agregó Carina sin ánimos de levantar la mirada hacia él.

No entendía por qué no podía ser tan altanera y soberbia como lo era con Noah.

Simplemente no podía enfrentarlo con la misma fiereza y eso la hacía sentir frustrada.

De pronto Rainer comenzó a desnudarse, quitándose la camisa lentamente y mostrando sus espaldas anchas y trabajadas, su brazo derecho estaba lleno de tatuajes sin dejar un centímetro de piel al descubierto y algunas cicatrices adornaban su piel, parecían antiguas y profundas.

De un momento a otro Carina se sintió atraída y curiosa, a gatas se acercó en la cama hasta la orilla y alzó su mano, delineando la cicatriz más larga que atravesaba la espalda de Rainer, pero en cuanto este sintió su tacto, la vio de reojo y sonrió de forma pícara, haciéndola regresar a la realidad y recordando su pena.

“Me la hice mientras trabajaba en una empresa petrolera, se me ocurrió meter mis narices en una torre en medio del mar… hubo una fuerte explosión, cosas cayeron de todos lados y un pedazo de acero me abrió la piel, por poco me destruye la columna…”

“Wao…”, dijo Carina asombrada.

Eso era lo que ella quería, mancharse las manos, trabajar rudo.

Le sorprendía que Rainer, pese a su imagen pulcra y altanera, fuera un hombre que hubiera tenido un trabajo tan poco refinado.

“No solo me la paso sentado detrás de un escritorio todo el día”, agregó Rainer volteando por completo hacia Carina, quien se encontró con su abdomen marcado.

Sin camisa tenía ese aspecto de chico malo, con su brazo tatuado y sus cicatrices.

Las mejillas de Carina se colorearon y el calor de la habitación aumentó.

Cuando comenzó a desabrochar sus pantalones, Carina entró en verdadero pánico.

“¡¿Qué se supone que estás haciendo?!”, exclamó mientras se metía debajo de las sábanas, cubriéndose hasta la nariz. Aunque se moría de pena, quería seguir viendo.

“No traje pijama y duermo desnudo cuando hace tanto calor”, respondió Rainer a la ligera.

“¡¿Desnudo?! ¡Pero si está haciendo frío! ¡Está a punto de nevar!”, exclamó Carina señalando por la ventana.

“El clima de aquí es muy cálido a comparación de Alemania y lo sabes”

Se bajó los pantalones y Carina se escondió por completo debajo de las sábanas.

‘No es cierto, mi jefe está desnudo y se dormirá en la misma cama que yo… una almohada en medio de los dos no será suficiente, necesito un muro de concreto y no para evitar que él se sobrepase, sino para que yo no me sobrepase con él’, pensó con una sonrisa pícara.

Lentamente la sábana fue jalada hasta descubrirla, completamente sonrojada y con el cabello revuelto.

Rainer estaba divertido por verla tan nerviosa cuando siempre era una fiera agresiva y necia.

Se inclinó hacia ella, apoyándose en la cama con los puños y besó su hombro, haciendo que su cuerpo temblara.

“Buenas noches, Señorita Gibrand”, dijo con su rostro tan cerca del de Carina que pudo percibir su aliento mentolado.

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