Derribando las barreras de mi CEO -
Capítulo 11
Capítulo 11:
“Con una condición”
La estudiaba con la mirada, sabe que esa chiquilla lo está retando y casi logra sacarlo de sus cabales.
“¿Cuál?”
“Que su majestad me levante el castigo y me permita salir del castillo”
“No te pases con tus ironías, puedes salir, espero que le hayas dado fin a tus encuentros amorosos, de lo contrario te encierro por promiscua”
“En verdad, no estoy para discutir y espero que no sea tarde cuando te des cuenta de lo injusto que eres conmigo. Si no tienes más nada que decir, te puede retirar”
Apartó su vista de Kyle, se recuesta de la cama, abre el libro y comienza a leer.
Kyle quería acercarse a esa niña y darle unas nalgadas por atrevida, se tragó su orgullo, dio media vuelta y cerró la puerta detrás de él.
Lindsey al verlo salir, cerro el libro y se llevó las manos al corazón que galopaba a toda velocidad desde que el hombre entró en la habitación, sus pulsaciones fueron poco a poco volviendo a la normalidad.
Ya ha pasado más de un mes desde que Lindsey volvió al taller, se ha debido a perfeccionar sus creaciones, a veces no se daba cuenta de la hora y tenía que salir corriendo para la parada de autobuses, rogaba no ser vista por el ogro.
Kyle llegaba temprano a la casa, no sabía ¿Por qué razón quería ver a esa niña?
Desde la ventana de su despacho la veía llegar, abría la puerta y la veía cruzar el pasillo y subir las escaleras.
El jueves después de verla desaparecer por las escaleras, se acercó a su sillón, se sentó y recostó la cabeza del espaldar.
En su cabeza siempre rondaba la idea de saber qué hacia esa niña con su vida, trataba de no darle importancia.
Se dispuso a hacer conciliación bancaria, primero revisar sus estados de cuentas y sus tarjetas de créditos, luego revisó las de Catrina y negó con la cabeza.
“Esta mujer no tiene remedio, llevó la tarjeta de crédito a su límite y no es fin de mes, no entiendo en que gasta tanto dinero, me tocara hablar con ella nuevamente”
Se acordó de Lindsey, abrió su estado de cuenta y se quedó reflexivo.
“Esta niña no ha tocado ni un céntimo, no tiene movimientos”
Luego se va a la tarjeta de crédito, está igual en cero consumo. Vuelve a recostar la cabeza del espaldar de la silla, sus ojos azules se tornaron casi negros y rascándose la sien murmuró:
“Será que esa mujer tiene alguien que le da más que yo, voy a averiguar quién está costeando sus gastos”
Se rascaba la cabeza especulando que debía hacer, luego de media hora llama a su asistente.
“Espero que me estés llamando para algo importante”, dijo Freed.
“Mañana no voy a la empresa, encárgate con Rebeca de mi agenda, no quiero que me molesten a menos que sea algo sumamente importante”
“Que el señor adicto al trabajo se tome el día libre, eso sí es preocupante, ¡Cuéntame! ¿Te paso algo?”
“Limítate a tu trabajo y deja de estar preguntando”
Freed suelta una carcajada.
“Qué genio, te recuerdo que estamos fuera del horario de trabajo y como tu amigo me preocupa ese cambio de planes”
“Voy a averiguar mañana en que fechoría anda mi esposa, si la encuentro con su amante, tendré las pruebas en mis manos para anular este matrimonio y hundirla como lo que es”
Freed se preocupa, conoce lo cruel que puede ser su amigo.
“Amigo, no hagas locuras de las que te puedas arrepentir, mejor piensa las cosas antes de hacerla”
Pensó por unos segundos.
“Voy a coordinar con Rebeca para que se encargue de la oficina y te acompaño”
“Voy solo, no necesario guardaespaldas”
“Si cometes una locura, tu abuelo me lleva a la guillotina, así que te acompaño, nos iremos en mi carro para que no note que la seguimos”
“Como quieras, te espero a las seis de la mañana en mi casa, si no llegas a esa hora olvídate de acompañarme”
Cuelga el teléfono al terminar de decir esa última palabra y se retiró a su habitación.
Era viernes, Lindsey salió sin desayunar. Camino hacia la parada de tránsito, agarró su autobús de ruta urbana, después de 30 minutos de recorrido llegó a su destino.
“Amiga llegaste”, comentó Janna al verla bajar del transporte público.
“Sabes cómo son las colas de los carros a esta hora”
Marchó hacia su amiga y le da un abrazo con una amplia sonrisa.
“Vamos a desayunar, hoy va a ser un día especial”, contestó Janna eufórica y se agarró del brazo de su amiga.
Caminaron distraídas hacia un puesto de comida ambulante.
“Bienvenidas jovencitas, ¿Qué les sirvo hoy?”, dijo una señora regordeta, con una sonrisa animada.
“A mí un café con leche grande, con 2 pastelitos, uno de carne y otro de pollo”, apresuró a decir Lindsey.
“A mí un café grande, 3 pastelitos, de carne, pollo y queso, no se olvide la guasacaca, la vez pasada me la negaste”, pidió Janna haciendo ojitos.
“¿Cómo vas a decir eso si dejaste el envase vacío?”, soltó Lindsey rodando los ojos.
“Amiga, es que puso uno para las dos y eso no es justo, además, tienes que apoyarme a protestar”, exclamó haciendo puchero y cruzando los brazos.
La señora y Lindsey se miraron, soltaron una carcajada ruidosa que llamaron la atención de los presentes.
“Está bien querida, ración doble de guasacaca para ti”
Acercándose le susurró bajito:
“No le digas a nadie, porque si no, me dejan sin guasacaca antes del mediodía”
“Gracias Gloria, eres la mejor”
Agradecida, le guiña un ojo.
Sonriendo, las dos amigas se sientan en una mesa al aire libre.
En el otro extremo de la vía, hay un carro Mazda, azul oscuro, con dos hombres vigilando.
“Veo que tu esposa es humilde, venir a desayunar en un lugar así, teniendo una cocinera en tu mansión”
Kyle no sabía qué decir, sólo estaba concentrado en la escena que miraba desde que la vio bajar de ese autobús.
Esa sonrisa que contagia a las personas de su alrededor y él no había tenido el privilegio de verla.
“No sé tú, pero verlas comer, me dio hambre, salí de mi apartamento sin comer, porque mi amigo gruñón se sacó temprano de la cama”
“No te obligué a venir”, contestó tajante sin apartar la vista de su esposa.
Freed gira su cabeza para todos lados, y observó una panadería del lado donde está su carro.
“Allí es donde voy a comprar mi desayuno”, dijo señalando el sitio.
Sin embargo, su amigo no se inmutó a mirar, no apartaba la mirada de su objetivo.
“Está bien, continúa vigilado, yo ya vengo, ¿Quieres algo?”
“Lo que quieras”
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