Del odio al amor
Capítulo 41

Capítulo 41:

Vio el video de nuevo como si fuera la primera vez.

“Esa chica parece operada, no pueden ser reales”, añadió frunciendo el ceño.

“Ya que le vieron los pechos tan de cerca, supongo que me podrán sacar de mi duda.

“Emma…”.

William le arrebató el celular y borró el video antes de azotar el dispositivo contra la mesa

“Eso no responde mi pregunta”.

“Tienes razón, William”, contestó Emma con un resoplido.

“Estaba en la cena en casa de mis padres a la cual tú estabas invitado y jamás te apareciste. Te preguntarás: ¿por qué apenas llegué?, la verdad es que a mi abuelo le dio un infarto y pasé toda la noche cuidando de él. Descuida, Ale estuvo con Lorena, pero todo eso lo sabrías si hubieras contestado tu celular”.

“Jamás llamaste…”, dijo William entre dientes y comenzando a sentir culpabilidad.

Con toda la tranquilidad del mundo, Emma buscó su registro y le mostró las más de veinte llamadas perdidas.

“Ayer mi abuelo casi muere… ayer te necesitaba y tú estabas alcoholizándote, divirtiéndote con esas mujeres… mientras yo permanecía a su lado durante la noche, sosteniendo su mano, llena de miedo por perderlo, tú les invitabas tragos a todas esas interesadas…”.

Emma sonrió de medio lado y se obligó a no soltar ni una sola lágrima.

“Y, por cierto, si crees que borraste el video, tengo una copia guardada en mi correo electrónico, para verlo en el futuro y cuando cometas algo peor, no me sorprenda”.

William se quedó sin palabras y con ese sabor amargo de arrepentimiento y culpabilidad.

“Emma, no deberías de tomártelo a mal”, dijo Noah queriendo intervenir por su amigo

“William no lo sabía, no puedes juzgarlo por algo de lo que no estaba enterado. No seas tan cruel”.

“Dile a tu perra faldera, que deje de ladrar”, le pidió Emma a William antes de dedicarle una mirada fulminante a Noah.

“Su Señoría, terminé”, dijo teatralmente antes de salir del comedor, con el corazón ahogándose de odio y la frente en alto.

Ya llegaría a su habitación y se sentiría con la libertad de llorar.

“¡No fue tu culpa!”, exclamó Noah dentro del auto mientras acompañaba a William al trabajo.

“¡¿Cómo sabrías que su abuelo enfermaría?! No puede culparte por eso. Tu único error fue no llegar a la cena y yo también me acuso culpable, creí que un par de copas te darían valor para convivir con tu intimidante suegro”.

“La dejé sola…”, dijo William como si todo lo que dijo Noah no lo hubiera escuchado.

“La herí”.

“Tienes razón… y tu responsabilidad es pedir perdón y no volverlo a hacer, pero… no permitas que te trate como lo hizo en la mañana, con esa soberbia y arrogancia. Si ella en verdad te ama, no tendría que hablarte de esa forma y menos frente a tus amigos… ¿Dejarás que te siga humillando?”.

“¡Fue enteramente su culpa! Hay cosas que no se deberían de perdonar”, dijo Emily alterada mientras acompañaba a Emma hacia la dirección.

“Creo que deberías de hablar con él sinceramente y decirle que lo que está haciendo no te gusta y te lastima”, dijo Darío rascándose la cabeza.

“Creo que William te ama y solo está perdiendo un poco el rumbo. Su amigo es una mala influencia”.

“¡Por favor! Es un hombre de más de treinta años… ¿En verdad crees que va a hacer las cosas por influencia? Lo hace porque quiere y punto”, dijo Emily perdiendo la paciencia.

“Emma, habla con él… intenta llegar a una solución… y si no funciona, bueno… existe el divorcio, ¿No?”, agregó Darío no muy de acuerdo.

“William ya no es tan orgulloso”, dijo Noah viendo su trago con inapetencia

“Lo poco que hemos avanzado, lo va a retroceder. Planea pedir perdón”.

“Emma lo trastornó”, contestó Edward sobándose las sienes

“No sé si quiere el Corporativo para él o en verdad está enamorado”.

“Me inclino por lo segundo”, agregó Noah.

“El plan se irá a la m”erda, esa mujer es necia y arrogante. ¿Cómo me voy a acercar?”.

“¿Quieres ser el yerno del gran Román Gibrand?”.

“¿Cómo sé que no me vas a poner una trampa como a tu hijo?”, preguntó Noah viéndolo con desconfianza.

“Las cosas no son gratis, Noah… Me ayudarás a recuperar mi firma y me darás acciones del Corporativo, tú puedes quedarte con lo demás, incluyendo a la perra de Emma Gibrand”, agregó Edward con la voz cargada de rencor

“Aunque eres un hombre tan inútil y flojo que no sabrás cómo dirigir una empresa tan grande.

“Puedo dejar que la encantadora Emma la dirija. Se nota que es muy trabajadora, mientras ella se mate en la oficina yo puedo dedicarme a ser la imagen pública”.

“¿Crees que ella se fijará en alguien tan idiota y mantenido como tú?”, preguntó Edward viendo con decepción y asco al chico delante de él

“Si quieres ganarte su corazón debes de parecer un hombre decente que pueda estar a su nivel”.

“Señor Harper, me llamó porque sabe que soy capaz. Las mujeres no necesitan un hombre que demuestre ser bueno, solo uno que sea bueno aparentándolo. ¿Para qué esforzarme siendo recto y trabajador, si puedo invitarla a cenar, darle flores y decirle cosas lindas al oído? Solo necesita un hombre joven, atractivo y adornado de buenas intenciones…”.

Se levantó de su asiento lleno de arrogancia y exceso de confianza

”Emma rogará por besar el suelo que piso”.

Mientras los amigos de Emma se fueron a clases, ella salió de la escuela, decaída, con un dolor en el pecho tan profundo que no la dejaba respirar bien.

Preocupada por su abuelo y aún molesta con William, caminó por las calles en busca de transporte. Su auto lo había dejado en el garaje, como acto de rebeldía.

Después de un par de pasos, escuchó un auto acercarse, al voltear notó que era el Bentley negro que se acababa de comprar William. Torció los ojos y agarrando fuerte las asas de su mochila, siguió caminando, ignorándolo.

“¿Dejarías de comportarte de esa manera tan infantil?”, preguntó William al bajar la ventanilla.

“¡¿Infantil?! ¡¿Me lo dice el hombre que se comporta como adolescente?!”, inquirió indignada

“¿Por qué no vas con tu amigo, el idiota ese, a algún bar y me dejas en paz?”.

Siguió caminando, esta vez más rápido. Justo cuando iba a cruzar la calle, el auto de William aceleró y le bloqueó el paso. William bajó con su arrogancia y altanería, directo hacia Emma.

“Ya basta…”, dijo entre dientes.

“A ver… déjame entender. Me dejas plantada en la cena con mi familia, te vas de libertino mientras yo estoy cuidando de mi abuelo en el hospital… y ¿yo soy la mala? ¿En serio?”.

Aunque Emma sonreía, por dentro estaba furiosa.

“Emma, entra al auto y hablemos…”, pidió William abriendo la puerta para ella, pero esta retrocedió.

“No… no quiero hablar…”, respondió con tristeza

“Me siento mal, me siento decepcionada y si quieres que hablemos de esto en este preciso momento, terminaré diciendo algo que te lastime, y yo a diferencia de ´otros´ pienso mejor las cosas antes de causar daño. Déjame en paz, William…”.

“¿Lo que pasó fue suficiente para que me dejaras de querer?”, preguntó William conteniendo su angustia.

Deseaba meterla al auto y llevársela lejos, como si pudiera pisar el acelerador y dejar atrás los problemas, pero sabía que no era tan fácil.

“William… No es tan sencillo dejar de querer a alguien. Yo no he dejado de hacerlo y es por eso que duele”. Se acercó con esos ojos que parecían un cielo lluvioso.

”Cuando te metiste con Frannie, no me importó en absoluto, eras mi esposo, pero no te amaba, eras un completo desconocido. Justo ahora… cuando te volviste todo para mí, me es difícil ignorar lo que ocurrió. Solo te pido espacio y empatía. ¿Qué hubieras hecho tú si hubiera sido yo quien se divirtiera con hombres en un bar?”.

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