Del odio al amor
Capítulo 42

Capítulo 42:

¿Estarías feliz? ¿Te daría gracia y lo tomarías como una pequeña travesura? Apuesto que no.

“Emma… Por favor, no hagas esto más grande y complicado de lo que ya es”, William insistió, acercándose lentamente a ella como si de un animal silvestre y propenso a escapar se tratara.

“Lo siento, pero no…”.

Suspiró con melancolía y retrocedió

“Nos vemos en casa”.

Dio media vuelta y salió corriendo, subiéndose al primer autobús que vio, desapareciendo de la mirada de William que por más que quiso alcanzarla, no pudo.

´Escapo de mis problemas igual que lo hacía mi madre… ahora la entiendo´, pensó Emma mientras se hundía en su asiento para evitar ser vista por William.

Tomar a Alejandro y salir huyendo como lo hizo alguna vez Frida con Emma, sonaba tentador y liberador. Simplemente dejar todo atrás, fingir que nada había pasado y comenzar en otro lado donde nadie la conociera. ¿William la buscaría con tanto ímpetu como Román buscó a Frida? Emma temía que no fuera así.

Esa noche, William llegó del trabajo directo a la habitación que compartía con Emma. Su aliento delataba que había estado bebiendo. Aunque se había rehusado a ir con Noah a algún bar, satisfizo su necesidad de anestesiar su corazón con alcohol, acabándose esa botella de whisky que guardaba en su oficina.

Al entrar a la habitación, se encontró con la imagen más enternecedora que había visto en su vida.

Emma estaba dormida y protegía entre sus brazos al pequeño Alejandro que había caído rendido sujetando uno de los dedos de su madre, como si fuera su amuleto.

William se lamentó de no haber llegado a tiempo para poder hablar con Emma y después de tomar un baño caliente, se acurrucó a su lado, abrazándose a su cintura y olfateando el aroma a vainilla de su cabello hasta caer completamente dormido.

“¿Y bien? ¿Ya encontraste la forma de arreglar todo? Me estoy desesperando”, dijo el Señor Edward Harper en el balcón principal de su propiedad mientras Noah veía hacia los jardines.

“Llamé al jefe de mi familia, él me ayudará a que Emma se case conmigo…”.

“¿Cómo? Aún no se ha divorciado, no debes de ser muy inteligente para deducirlo”.

“El contrato que firmó Emma para casarse con William especifica que el divorcio se volverá obligatorio en caso de infidelidad, ¿Cierto?”, preguntó Noah viendo como Tina jugaba con el pequeño Tim en el césped.

“Así es, pero no parece que esa mujer le vaya a ser infiel a William. Es terca como una mula, pero bastante leal”.

“No estoy pensando en Emma…”, dijo con una sonrisa divertida y volteó hacia Harper.

“Señor, no nos veremos en algunos días, pero le prometo que cuando nos reencontremos, le presentaré a mi hermosa esposa, Emma Gibrand”.

William despertó solo en la cama y la ausencia de su esposa le dolió profundo en el corazón. Mientras se arreglaba la corbata, bajó hasta el comedor donde se encontró a Emma cargando al pequeño Ale mientras platicaba animadamente con Lorena y Rose.

Se quedó por un momento con la mirada perdida en su sonrisa y sus ojos celestes, recorrió su figura adornada por ese overol tan encantador que le daba una presencia inocente, y de pronto se dio cuenta de que proyectaba una sonrisa tierna y una mirada melancólica producto de su amor y remordimiento que sentía.

Cuando Emma volteó hacia la puerta y se encontró con William, su sonrisa se deslavó un poco.

“Buenos días”, saludó con timidez y acomodó los platos en la mesa.

“Buenos días”, contestó William sintiendo que la indiferencia de su esposa lo mataría.

Emma le sirvió como siempre, pero sin sonreír, tampoco con el ceño fruncido. William recordó la primera vez que vio ´La Mona Lisa´ de Da Vinci.

No parecía enojada, tampoco muy sonriente, era un rostro sin sentimiento y al mismo tiempo agradable. Gentil, pero insensible, como Emma en ese momento.

“Quiero ir a ver a mi abuelo a la casa de campo”, dijo Emma con un resoplido y sin levantar la mirada hacia William.

”Por ende, me llevaré a Alejandro. Quiero que mi abuelo conviva con él, creo que eso lo hará sentir mejor. Espero que no te moleste”.

William se quedó pensativo, picando las verduras sobre su plato.

“¿Cuándo?”.

“Pensaba salir mañana temprano…”.

“¿Qué día regresas?”.

“El domingo”.

William suspiró melancólico y extendió su mano hasta alcanzar la de Emma, la acarició con cariño y la acercó a su boca para dejar pequeños besos en cada dedo antes de recargar su mejilla en su cálida palma.

“Llévame contigo…”, dijo cerrando los ojos, temeroso de sufrir el rechazo de su esposa.

“¿Quieres venir conmigo?”, preguntó Emma enternecida y se acercó para besar su mano con cariño.

“Me encantaría. A mi abuelo le haría muy feliz vernos juntos, como familia”.

“Entonces vayámonos esta noche en cuanto salga del trabajo…”, dijo William sintiendo que volvía a tener la benevolencia de su mujer.

“¿En serio? ¿No estarás muy cansado?”.

“Puedo decirle a Mike que nos lleve… cuanto antes lleguemos, mejor”, contestó William y tomó el rostro de Emma entre sus manos

“Te amo, mi leoncita hermosa y haré lo que sea por verte feliz”.

Emma se levantó de su asiento y se sentó sobre el regazo de su esposo, aún sentía algo de rencor por lo ocurrido, pero verlo tan dócil y arrepentido le hacía creer que era momento de perdonar y avanzar. Después de todo, Noah no estaría siempre en la ciudad.

Ese día William llegó feliz al trabajo y su cordialidad con sus subalternos lo demostraba. El tiempo pasaba lento y deseaba que la hora de terminar con sus responsabilidades llegara, pues no podía concentrarse en sus pendientes.

“¡Mi querido y amado William!”, exclamó Noah al entrar al despacho

“¿Qué haremos esta noche? ¿Tratar de conquistar al mundo?”

“Esta noche salgo con mi mujer. Pasaremos el fin de semana en la casa de campo de su abuelo”, respondió William con una amplia sonrisa.

“Entonces, las cosas entre ella y tú ¿están mejorando?”, preguntó al dejarse caer en el asiento frente a William.

“¡Me alegra! ¡Hacen una linda pareja y esa familia debería de crecer! Creo que una casa de campo es el lugar más romántico para ´hornear´ al próximo hermanito de Alejandro”.

Aunque William reía divertido, Noah no lo estaba tanto, su sonrisa escondía incertidumbre.

“Tendremos nuestro siguiente hijo cuando Emma se sienta lista. Quiere disfrutar de Alejandro y su etapa de bebé, además, desea retomar la escuela. Tendremos al siguiente después de que ella se titule”.

“No hay duda de que tienes a una gran mujer, estudiosa y maternal”.

“Es increíble…”, dijo William en un suspiro y pensó en Emma con ternura.

“La amo como no tienes idea”.

“Bueno, pues… dado que no te veré esta noche, iré a festejar solo”.

“¿Festejar?”.

“Sí, saldré a un viaje de negocios con mi abuelo”, dijo levantando los hombros.

“Supongo que es su intento de que me vuelva responsable, así que festejaré mi último día como alma libre”.

“Me encantaría acompañarte, pero… puedes contar conmigo cuando seas todo un hombre de negocios”, dijo William divertido, sin creer que su dijo Marianne con la mirada perdida en el espectáculo más allá del balcón.

Aunque no había visto a Frida aún, sabía que no venía sola. Frida iba acompañada de William, quien estaba ansioso por saber de Emma. Más allá, en la entrada, Román esperaba acompañado de Álvaro y Mike.

Marianne no saldría de ese lugar sin dar respuestas.

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