Del odio al amor -
Capítulo 39
Capítulo 39:
“Gracias, pero… vayan ustedes, yo tengo que cuidar del niño”, dijo Emma disculpándose.
“Emma tiene razón…”, dijo William desalentado
“Ya no es lo de antes, Noah, ya soy un hombre casado y tengo un hijo que cuidar. No es tan fácil que salga de parranda…”.
´ ¡Exacto! ¡Sabía que no me podías fallar!´, pensó Emma con emoción y le dedicó una mirada cargada de cariño.
“¿Aunque solo sea una noche?”, preguntó Noah suplicante
“¡Vamos! Necesitas algo de fiesta, ahora que diriges la firma debes de estar abrumado con tantas responsabilidades. Tomate un respiro…”.
Sutilmente, Emma le dedicó una mirada asesina a Noah, que disolvió en cuanto este volteó hacia ella.
“¿No lo crees, Emma? ¡Por favor! Es para festejar mi visita en la ciudad. Solo una noche, no hace daño a nadie…”.
Emma volteó hacia William que parecía un niño pequeño esperando el permiso de su mamá. No hizo otra cosa que resoplar y sonreír sin muchas ganas.
“No tienen por qué pedirme permiso. Supongo que, por una noche, no pasa nada… “, respondió apretando los dientes y pensando en cómo matar a Noah.
Ambos hombres se mostraron relajados y risueños, como si hubieran librado un gran obstáculo y la cabeza le empezó a punzar a Emma.
El pequeño Alejandro estaba profundamente dormido y Emma no podía pegar las pestañas. Se cubrió con una bata de seda y comenzó a caminar por la habitación, como alma en pena.
Como si Rose supiera por telepatía que Emma estaba sufriendo, subió con una taza de té, queriendo reconfortarla.
“¿Mi ansiedad causa mucho ruido?”, preguntó Emma y resopló antes de beber el té.
“Señora, también estoy preocupada”, respondió Rose con tristeza.
“Téngale paciencia al amo William, usted es lo mejor que le ha pasado en la vida, quien le pone los pies en la tierra, no lo abandone cuando más la necesite”.
“Rose… Yo jamás abandonaría a William, además… solo salió con su amigo, no es que esto se vaya a repetir… ¿verdad?”.
No estaba muy convencida y un nudo en la garganta la silenció.
“Debería de dormir, ya van a dar las tres de la mañana…”, respondió la sirvienta dispuesta a salir de la habitación.
“¿No dicen que a las 3:30 de la mañana aparece el demonio?”, dijo Emma con la mirada clavada en el reloj cuando de pronto la puerta principal se abrió.
“Creo que tiene razón…”, respondió Rose con ironía antes de regresar a su habitación.
Emma se asomó a la entrada, Noah llevaba a William completamente ebrio, entre risas y palabras arrastradas, chocando con todo y a punto de tirar un florero. Cuando se plantó frente a ellos, ambos enmudecieron.
“Señora… aquí está… su… Señor…”, dijo Noah arrastrando la voz y empujando a William hacia ella, pero este casi cae si no fuera por Emma que lo abrazó por la cintura.
´Esto no puede ser posible´, pensó horrorizada de verlo así, mientras ambos hombres reían divertidos.
“¿Quiere que le ayude a subirlo?”, preguntó Noah tomándolo por la cintura a William.
“Por favor “respondió Emma con seriedad y lo llevó hasta la habitación donde dejó caer a William en la cama.
“Nos pasamos un poquitito de copas, pero estamos sanos y salvos…”, dijo el hombre y se sorprendió de ver la hora en el reloj
“¡Qué barbaridad! ¡Aún es muy temprano! ¡Con su permiso!”.
“¿Cómo piensa regresar a su hotel, Señor Smith?”, preguntó Emma por educación, pero sinceramente ya lo quería lejos de la casa.
“¡Por favor, no me digas ´Señor Smith´! Dime Noah… eres la esposa de mi mejor amigo y, por tanto, eres también como… una amiga o algo así”, dijo el hombre confundido por tanto alcohol.
“Mi carro está afuera, yo…”.
Emma se talló el rostro, sabiendo su infortunio.
´Maldita empatía, un día acabarás conmigo, lo juro’, pensó y tomó de la manga a Noah, dirigiéndolo a una de las habitaciones de invitados.
“No puedes manejar en ese estado, ya fue riesgoso que llegaran del bar a la casa, tan ebrios. Pasarás la noche aquí”, dijo entre dientes.
“Señora Harper, no me siento capaz de abusar de esa forma de su hospitalidad”, pronunció Noah con elegancia, pero Emma lo ignoró y después de dejar que entrara al cuarto, cerró la puerta en sus narices, no estaba dispuesta a seguir hablando con él.
Regresó a su habitación, donde William dormía profundamente. Con cuidado le sacó la ropa y los zapatos y justo cuando lo quería acomodar en la cama, este se giró atrapándola entre sus brazos y escondiendo su rostro debajo de su mandíbula, haciéndole cosquillas en el cuello con su aliento.
Resignada, Emma lo abrazó y acarició su espalda hasta que también cayó dormida.
“¡Te lo dije, Emma! ¡No es el hombre que crees y su imagen de hombre recto y arrogante se le va a caer!”, decía Tina llena de odio mientras Emma parecía consumirse en tristeza.
Sus gritos eran tan fuertes, que Emma no tardó en despertar alterada, con el corazón saliéndose del pecho. Eran las siete de la mañana y se sentía apaleada. Volteó a un lado encontrándose a William profundamente dormido.
Como cada mañana se aseguró de que el pequeño Alejandro estuviera limpio y bien comido antes de bajar a la cocina a despejar su mente.
“No solo es hermosa y joven, sino también sabe cocinar…”, dijo Noah en la puerta viendo con atención la silueta de Emma, tomándola por sorpresa
“¿Hay algo que la Señora Harper no haga bien?”.
Noah tenía el torso desnudo, luciendo su abdomen trabajado y su piel bronceada. Su cabello revuelto y la forma en la que se marcaban esos hoyuelos en sus mejillas cuando sonreía, lo hacían ver encantador.
“El desayuno estará listo en un momento, puedes sentarte en la mesa y no tocar nada”, dijo molesta y regresó su atención hacia la estufa. Estaba tan iracunda que sin fijarse se quemó el dedo.
“Señora Harper, creo que estás algo tensa”.
Noah tomó la mano de Emma y vio su quemadura con atención
“No debes de verme como una amenaza”.
“No te veo como una amenaza, pero mantén tu distancia…”, dijo Emma con molestia y le arrebató su mano
“Como dije, la comida estará lista en un momento, ¿por qué no esperas en la mesa?”.
Haciendo su sonrisa más grande, Noah retrocedió sin quitarle la mirada de encima.
“¿Y tu esposo?”, preguntó Román meciendo con ternura al pequeño Robert.
Emma desvió la mirada y torció la boca. Era la hora en la que él salía del trabajo y estaba enterado de la reunión en la residencia Gibrand. Siempre había sido puntual, ¿qué lo estaba retrasando?
´ ¡Noah! ´, pensó Emma con disgusto.
“Tiene mucho trabajo en la firma, supongo que es por eso…”, respondió Emma taciturna.
“La firma ha mejorado desde que él la dirige. Es un gran abogado, mejor que su padre…”, dijo Frida asomada por encima del hombro de Román, viendo con cariño a su nieto.
De pronto el teléfono de a soné y Cari, al contestar, se quedó paralizada.
Mientras la música estrepitosa del Crystal Bar acompañaba los exóticos cócteles que William disfrutaba, viendo a la gente bailar en la pista y con un cigarro en la boca, Noah ponía su celular boca abajo, evitando que la pantalla iluminada llamara la atención de su amigo y lo distrajera de la diversión.
´Vete a la m”erda, Emma´, pensó y no pudo evitar reír a carcajadas, confundiendo su alegría con la emoción del ambiente”.
Con un movimiento de la mano hizo que un par de chicas en la barra se acercaran a su mesa para hacerles compañía.
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