Del odio al amor
Capítulo 18

Capítulo 18:

“Me refiero a que… Ah… Ya nada…”

´Cada vez se parece más a su esposo´, pensó el abogado resignado.

“Emma no es una mujer interesada y no le importará perder sus beneficios. Solo tenemos que convencerla de que evite tener intimidad con ese hombre durante ese tiempo y será libre”, dijo Román sintiendo alivio, su pequeña regresaría a casa.

“Álvaro, habla con el ayudante del Señor William y dile que están invitados a una comida aquí en la casa, mañana por la tarde”, dijo Frida con seriedad.

“Así será más fácil hablar con Emma a solas”.

Emma fue al baño para refrescarse, la fiesta era algo inquietante, pues parecía que media familia odiaba a William y la otra mitad le temía. El único agradable era Edward, pero no era confiable.

“¿Emma?”, preguntó Tina al entrar al baño, tomándola por sorpresa.

“Señora Tina…”, respondió Emma con educación, dispuesta a salir, no quería tener ninguna clase de interacción con ella.

“Deseo disculparme por lo de hace rato, no fue la forma correcta… ¿Podemos hablar?”.

“Claro, pero ve al grano, por favor”.

“Yo sé que su matrimonio es una farsa. No tienes que seguir en este juego Emma, déjame ayudarte”.

“¿Ayudarme?”.

“No creo que quieras atarte a un hombre como él, el resto de tu vida. Esa mentira de que te trata bien, como a su reina, no les durará mucho. Yo sé que en privado él te debe de tratar peor que basura. Cuando él estaba sano, no era un buen hombre, menos ahora que está en silla de ruedas… se ha vuelto más cruel y grosero, lo sé…”.

“Y… según tú, ¿de qué forma me piensas ayudar?”.

“Alguna vez nos amamos demasiado. Yo era su adoración, la única mujer a la que trataba con cariño. Si logro tocar de nuevo su corazón, él me complacerá divorciándose de ti para que podamos casarnos como habíamos planeado hace años…”

“¿Por qué no se casaron?”.

Escucharla le resultaba doloroso. Estaba celosa.

´Soy mujer al agua´, pensó con tristeza. ¿Comenzaba a enamorarse de William?.

“Después del accidente, mi padre no me permitió verlo, me dijo que solo ataría mi vida a un inválido y consumiría mi juventud… en su lugar, el Señor Harper llegó a un acuerdo con mi padre para casarme con Jason, el hermano mayor de William”.

Yo no quería, pero de eso dependía mi familia así que tuve que aceptar. Lamentablemente mi esposo murió el año pasado y aunque fue un gran hombre conmigo, mi corazón siempre le perteneció a William.

“Está muy herido y no querrá escucharme, pero si tú te muestras distante, si me dejas entrar de nuevo en su vida, él recordará cuánto me amó y podremos formar una familia juntos. Yo lo cuidaré bien y…”

“Dices que lo amabas…”, interrumpió Emma sus súplicas.

“Pero lo abandonaste cuando más te necesitó…”.

“No tenía opción… mi padre…”.

Tina no sabía cómo justificarse y temía lo que esa mirada fría e inquisitiva de Emma advertía.

“Mi padre es Román Gibrand y tiene una reputación que hace temblar a cualquiera, aun así, si yo amo a un hombre y sé que me necesita, soy capaz de enfrentarlo, de escapar de mi casa o vender mi alma con tal de estar con esa persona. ¡No hay excusas! ¡No me imagino su dolor al saber que la mujer que tanto amaba le dio la espalda!”.

“¡No entiendes!”.

“¡Tienes razón! ¡No entiendo cómo es que puedes decir que lo amabas! ¡Él te necesitaba!”, exclamó Emma furiosa

“Lo dejaste morir solo y ahora esperas regresar como si nada… ¿Qué clase de monstruo sin corazón eres?”.

Tina retrocedió como si cada palabra hubiera sido un golpe, y las lágrimas se juntaron en sus ojos.

“Yo… solo quiero…”

“Enmendarte… ¡La culpa te carcome!”.

Emma respiró profundamente y se serenó.

“No me iré, no me quitaré de tu camino, ni haré tu trabajo más sencillo. No es un hombre fácil, eso me queda claro, pero no significa que sea malo, tampoco significa que se merezca a alguien como tú. Atragántate con tus errores…”.

“¿Crees que, si le digo la verdad, no vendrá a mí? ¿Crees que necesito de tu ayuda?”, dijo Tina con los ojos llenos de lágrimas.

“Por algo me buscaste, porque sabes que no te será tan fácil. Ve y dile la verdad, no te voy a detener, pero si él decide regresar a los brazos de una mujer que no tiene la fuerza ni la determinación para luchar por él, entonces no vale la pena que yo esté a su lado”.

Se acercó claramente molesta.

“Si él decide cambiar un diamante por un pedazo de m”erda que solo lo hirió en el pasado, ¿quién pierde más?”.

“¿Diamante? Creo que te sobrevaloras, Emma…”, dijo Tina con una sonrisa cargada de rencor.

“¿Yo? ¿Sobrevalorarme? No, ´pecesita´… sé lo que valgo y no me refiero a mi apariencia… puedo decir que soy violenta, a veces impulsiva y cabeza hueca otras tantas, pero nunca egoísta ni ingrata. ¿Tú puedes decir lo mismo?”.

Le guiñó un ojo antes de salir del baño

“Suerte con tu plan”.

William estaba ansioso porque la cena terminara. Su familia siempre sabía cómo ponerlo incómodo.

´Mi familia, ¿en verdad debería llamarle así?´, pensó y recordó las palabras de Emma, sus enormes ojos azules y su sonrisa gentil.

Pese a lo mal esposo que él había sido con ella en el pasado, lo defendió de Stewart y se mostraba cariñosa y agradecida. ¿En verdad tenía motivos suficientes para tratarla tan mal?

De pronto la vio caminar entre la gente, llamando la atención de todos. William no tuvo que esforzarse por comprender que su belleza solo estaba a la par de su nobleza y ferocidad.

“Quisiera estar en otro lugar…”, dijo en cuanto.

Emma se sentó a su lado. Vio su mano sobre la mesa y tuvo la sensación de querer tomarla, pero no se sentía seguro de tirar todas sus defensas y dejarla entrar en su alma.

“Ya somos dos”, contestó Emma con una sonrisa divertida.

Irónicamente ella fue quien puso su mano sobre la de él, con una naturalidad que lo dejó sorprendido

“¿Quieres que regresemos a casa?”.

“Vayamos a casa”, contestó en un susurro y la sonrisa tierna de Emma retorció su corazón.

“Señor Harper, no estoy acostumbrada a hacer esto”, dijo Lorena nerviosa, sentada en el borde de la cama de William.

“¿Me dirás que nunca lo hiciste por el Señor Gibrand?”, preguntó con una sonrisa cargada de malicia.

“No, nunca me pidió algo así…”.

“Nunca es tarde para aprender algo nuevo”.

“Esto no está bien, si se entera Emma…”.

“Emma no se enterará… Yo no diré nada, ¿tú se lo dirás?”.

“No…”.

Lorena agachó el rostro, llena de vergüenza.

“Entonces dame la grabación”, pidió William extendiendo la mano, recibiendo el teléfono de Lorena

“¿Quién se encarga del trabajo sucio en la casa Gibrand?”.

“Álvaro…”, respondió Lorena divertida por recordar a su viejo amigo sufriendo por las órdenes de Román.

En cuanto William había visto a Tina seguir a Emma al baño, supo que no tendría buenas intenciones, así que le exigió a Lorena que se acercara lo suficiente para grabar la conversación entre las dos.

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