Del odio al amor -
Capítulo 17
Capítulo 17:
“¡¿Llegaste en ese auto?!”.
Una exclamación rompió la sonrisa de William. Era Tina que parecía aterrada
“¿Cómo se te ocurre?”.
“¿Qué pasa?”, preguntó Emma confundida.
“Nada…”, respondió William molesto y la tomó de la mano para acercarla
“Llévame al interior”.
Emma se disponía a seguir la orden de William cuando Tina la tomó de la muñeca.
“¿Sabes cómo se accidentó William? ¿Sabes que fue en un accidente con un auto deportivo? Si eres su esposa, ¿Cómo puedes subirlo a un auto así? ¿No pensaste en que estaría incómodo o tendría malos recuerdos?”, dijo Tina llena de rencor.
El corazón de Emma dio un vuelco, recordó cuando el Señor Edward le había dicho del accidente, no ahondó en detalles, pero sabía lo que había ocurrido y su euforia la cegó. ¿En verdad afectó a William?
“Tina, el problema no fue el auto, sino el conductor… y Emma conduce muy bien. Que sea la última vez que te veo regañando a mi esposa, ¿entendido?”, dijo William con el ceño fruncido y tomando a Tina de la mano con fuerza, obligándola a soltar a Emma.
“Vamos”.
En silencio, Emma empujó a William, no tenía ganas de ver directo al rostro a Tina, pero sabía que seguía viéndola con reproche.
Llegaron a un gran salón, lleno de mesas y un espacio amplio para el baile. Emma lo llevó hasta la mesa que él escogió y una vez ahí no perdió tiempo.
“Lo siento… yo…”.
Emma estaba cabizbaja
“Tu padre me dijo que te habías accidentado y yo… Creo que mi euforia me cegó y no pensé bien las cosas”.
“Emma…”.
William la interrumpió y pellizcó su mentón obligándola a levantar el rostro hacia él.
“De regreso podríamos ir en el auto viejo, podemos enviar a alguien que lleve el Bugatti mañana temprano a la casa…”, dijo apresurada, queriendo arreglar su error, pero William terminó colocando su mano en sus labios rojos.
“No te culpes por algo en lo que no tuviste nada que ver. El accidente fue producto de la negligencia del conductor y no del auto”.
“Vaya… pero qué criatura tan encantadora”.
Una voz varonil y joven resonó, llamando la atención de ambos. Un hombre de la edad de Emma con apariencia de modelo de revista se plantó frente a ellos.
Parecía que, aunque la noche era joven, ya había bebido más de media botella de champagne.
Vio a Emma sin perderse cada detalle, deleitándose sin remordimiento ni culpa, pues no tenía miedo de que su primo ´el inválido´ pudiera hacer algo en contra de él.
“Stewart Harper… mucho gusto…”, dijo el chico ignorando por completo a William.
Emma se levantó, alisó su vestido y viéndolo directamente a los ojos se presentó
“Emma Harper”.
Era la primera vez que se presentaba de esa forma. Vio la mano extendida de Stewart con desprecio y, sin estrecharla, levantó de nuevo la mirada.
“¿Harper? Así que es cierto que mi primo se ha casado… creí que todo era una mentira de mi tío. ¿Cuánto te pagaron, mujer? Es claro que alguien como tú no podría estar con alguien como él”.
“¿Tiene esposa, Señor Stewart?”, preguntó Emma con gesto curioso.
“Claro que no, princesa”, respondió provocativo.
“Eso es obvio… pero aun así quise preguntar. Me refiero a que… ¿Quién querría estar con un hombre como usted?”, preguntó con una sonrisa irónica y divertida.
Lo vio de pies a cabeza como lo había hecho él hacía un rato, pero su mirada no estaba cargada de lujuria, sino de asco
“Espero que lo que le falta de virilidad y belleza, le sobre de inteligencia y de media vuelta”.
Después de guiñarle un ojo al hombre que había quedado impactado por sus palabras, se sentó en el regazo de William, abrazándose a su cuello y acariciando su mejilla con la punta de la nariz.
“Como te decía, mi amor, no necesito regresar en ese auto costoso, solo con ir a tu lado es más que suficiente”, dijo con ternura y le dio un beso en la mejilla.
Al sentirse ignorado y humillado, Stewart dio media vuelta, con la mandíbula tensa y los ojos echando chispas mientras la pareja seguía luciendo unida y acaramelada.
“Eres malvada…”, dijo William fascinado.
“Es tu primo y ¿te habla así? ¿Con qué derecho? ¡Qué diga que le fue bien! Si no estuviera vestida así, lo hubiera golpeado en la rostro”, respondió Emma viendo la dirección en la que se había ido Stewart.
“Una familia es un apoyo, un soporte, tu lugar seguro al cual volver si tienes un mal día, ese tipo odioso no merece ser tu familia”.
“Si él no merece ser mi familia, entonces… ¿Quién?”, preguntó William viéndola fijamente con intensidad, ansiando escucharla.
Emma entreabrió los labios, su corazón gritaba la respuesta y se moría por decirla, pero de nuevo alguien los interrumpió.
“¡Ahí están!”, exclamó el Señor Edward con alegría y los brazos abiertos.
“¡Qué bueno que pudieron venir! ¡Emma, tu belleza aumenta con el paso del tiempo! Aún recuerdo cuando te vi por primera vez con esos panquecitos. Eras una criatura adorable, ahora una mujer encantadora”.
“Señor Harper”, respondió Emma y agachó la mirada.
Recordar ese momento había cambiado su semblante y la desesperación atenazó su corazón.
“Espero que mi hijo te esté tratando bien”, agregó con preocupación.
“No es muy suave con las damas, pero tengo fe en que…”.
“Su hijo es muy bueno conmigo, Señor Harper…”, respondió Emma.
“Es dulce y protector. No podría estar más agradecida por tenerlo como mi esposo”.
“Me alegra…”.
Edward desvió la mirada hacia su hijo.
“Me imagino que pronto habrá un bebé en camino”.
Los ojos de Emma se abrieron de par en par y volteó hacia William.
“Papá, apenas nos casamos, no esperarás que…”.
“Ya sé, no quiero incomodarlos, pero estaría encantado de que William tuviera descendencia, escuchar las risas de un niño pequeño en esta casa sería encantador”, dijo Edward riendo divertido.
“¿Señor Gibrand?”, preguntó Álvaro asomándose al despacho de Román
“Encontré algo…”.
Román levantó la mirada cargada de curiosidad y el abogado entró con el contrato en la mano.
“Hay una cláusula que puede sernos de ayuda para anular el matrimonio de Emma con el Señor William Harper”.
“¿Cuál?”.
“Si la Señorita Emma no queda embarazada en el lapso de dos meses, podemos revocarlo”, señaló con una pluma el apartado.
“Especifica que Emma debe de presentar un estudio de embarazo positivo antes de que finalice el segundo mes de matrimonio. En caso de que esto no suceda, perderá sus beneficios maritales”.
“¿El imbécil cree que Emma temería perder los beneficios que William pudiera darle? ¿La cree tan interesada?”.
“Señor, en este tipo de ´mundo´, una mujer suele ser muy interesada y se casa solo por obtener dinero, bienes y un ´estatus´…”.
“¿Yo soy interesada, Álvaro?”, dijo Frida plantada detrás del abogado, clavando su mirada inquisitiva en su nuca.
“¡No, Señora! ¡Usted no!”, exclamó haciéndose a un lado.
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